La población ultraortodoxa supera el millón de habitantes y conforma el 13% de la población de Israel. Según la Central de Estadísticas de Israel, su grado de crecimiento es de 4% anual, más que el doble del resto de la población judía. Su tasa de natalidad es de 6.6 hijos mientras que en el resto de la población judía es de 2.25 hijos. Se estima que al final del decenio este colectivo constituirá un 16% de la población en tanto que hacia el año 2065, un tercio de la población israelí será ultraortodoxa con todo lo que este pronóstico conlleva e implica en numerosos espacios de la sociedad israelí.
Por todo ello, los gobiernos israelíes han desplegado ingentes esfuerzos por incorporar a este colectivo a su mercado de trabajo. A tales efectos desde el año 2010 hasta agosto del año 2021, se invirtieron un trillón setecientos mil shekalim israelíes en distintos programas que apuntan a dicho fin.
Tratándose de hombres los esfuerzos desplegados no arrojaron hasta el momento los resultados esperados. Entre los años 2010 y 2019 la tasa de trabajo pasó de 40% a apenas un 52.6%, mientras que en el resto de la población judía en ese mismo período el aumento fue de un 78 % a un 86%.
Un cuadro más alentador aflora en otros espacios. El número de estudiantes ultraortodoxos que cursan estudios universitarios se encuentra en permanente aumento y su número se triplicó entre los años 2010 Y 2020, alcanzando a 14.700 estudiantes. Sólo en el año 2020 se produjo un aumento del 14% . También creció en un 26% el número de estudiantes ultraortodoxos en marcos industriales y tecnológicos y su número ascendió a 4.900.En este contexto, la pandemia incidió favorablemente ya que posibilitó a este colectivo estudiar desde sus hogares, en especial a los estudiantes de la Universidad Abierta. El talón de Aquiles de este conglomerado fue la deserción en estos marcos en números superiores al resto de la población, en mérito a carencias de años en su educación básica que no todos los estudiantes pueden sortear en relativamente poco tiempo. Según el informe del Auditor del Estado del año 2019, sólo un 24% de hombres ultraortodoxos y 47% de mujeres ultraortodoxas culminan sus estudios y obtienen un título académico.
En el año 2020, el número de estudiantes ultraortodoxos que no continúa sus estudios se situó en un 10% mientras que en el resto de la población radicó en un 7%.Pese a ello, los doctores Gilad Malach y Lee Cahaner -ambos investigadores del Instituto Israelí de Democracia- señalan que ello se debe a que los estudios de las mujeres que cursan la carrera de Educación es más corta en relación a otras carreras pero este cambio no aflora ni se refleja en los guarismos de deserción en otras carreras .
El progreso más evidente lo configura la mujer ultraortodoxa. Entre los años 2010 y 2019, su tasa de empleo aumentó de un 59% a un 77%, en tanto que en el resto de mujeres judías la tasa alcanza un 84%, es decir apenas una diferencia de un 7%.De los 14.700 nuevos estudiantes ultraortodoxos del año 2020 e invocados en líneas anteriores, 2/3 son mujeres y como señalé previamente, el número de mujeres que culmina sus estudios universitarios duplica al del hombre. Hay mujeres trabajando en el Hi-Tech y en esta órbita hay quienes ya poseen su propia empresa, en su momento el cotidiano económico israelí The Market aludió a 3.500 Contadoras Públicas, etc.
Otro espacio dedicado a promover la total inserción de este colectivo, fue la fundación en el año 2014 de una corrientes estatal ultraortodoxa en el ámbito de la educación con el propósito de a la par de respetar escrupulosamente la autonomía en materia religiosa, impartir instrucción general fundamental para insertarse exitosamente en la sociedad. Por el momento su incidencia no es gravitante, abarca a colegios marginales aunque cada año se produce un aumento del 10%-12% del número de alumnos.
UNA APUESTA DE MUTUO INTERÉS
La inserción de este colectivo en la sociedad israelí es de mutuo interés. Un 50% del mismo vive en la pobreza según parámetros del Seguro Nacional de Israel y su ingreso promedio configura la mitad del salario promedio del resto de la población. La fe y práctica religiosas, la intensa vida comunitaria que despliegan, las numerosas organizaciones sin fines de lucro que operan en este espacio configuran paliativos a su indigencia pero hasta cierto límite. Una de las secuelas de esta coyuntura la configura el alto número de jóvenes entre los 13 y 17 años que abandonan todos los marcos de estudios tradicionales. Según un estudio promovido por el Instituto Israelí de Democracia, se trata del 4.6% de los alumnos, tres veces más de la deserción que se registra en el ámbito estatal. Guarismos no oficiales señalan que dicho abandono alcanza un 15%, aludiendo a quienes asisten parcialmente a las ieshivot(centros de estudios religiosos), todo ello con múltiples implicancias negativas en el quehacer y futuro de estos jóvenes ante la impotencia y angustia de sus padres y educadores.
Asoma igualmente otro escollo para este proceso de inserción pero esta vez proviene de círculos liberales de la sociedad israelí. El pretender condicionar los estudios universitarios y de otra índole a normas claramente opuestas al sistema de vida ultraortodoxo como ser la participación conjunta de hombres y mujeres en Colegios Universitarios ultraortodoxos , no sólo conspira contra normas y postulados fundamentales de su concepción de mundo, sino que configura un escollo difícil de sortear.
Hace más de medio año la controversia llegó a la órbita judicial y la Suprema Corte de Justicia de Israel resolvió por mayoría de sus miembros, ratificar la resolución del Consejo Académico Superior de Israel al establecer marcos especiales para la incorporación del sector ultraortodoxo a la vida académica incluyendo el derecho a clases separadas de hombres y mujeres aunque prohibiendo la exclusión de docentes mujeres de disertar ante una clase compuesta únicamente por hombres. Prohibió igualmente la separación de sexos en los restantes espacios públicos de los recintos universitarios.
La genuina concepción liberal y democrática se palpa respetando íntegramente la cosmovisión del prójimo. Paradojalmente, la exigencia de estos círculos liberales oponiéndose al estudio separado de hombres y mujeres en espacios universitarios especiales, aporta una evidencia más a los sectores radicales de la ultraortodoxia que se oponen a que sus hijos accedan a estudios universitarios o de semejante índole. Nadie se propone modificar la concepción de mundo de los estudiantes ni su sistema de vida. La experiencia indica que el estudio por separado de ambos sexos no afectó ni la calidad de los estudios ni su exitosa incorporación al mercado de trabajo.
Cabe pues una necesaria dosis de flexibilidad, realismo e imaginación y respaldar el quehacer de los ultraortodoxos moderados marginando a los extremistas y aislacionistas. Durante la corona un 60% del sector ultraortodoxo israelí accedió al internet. Pauta que puede incidir positivamente en su inserción en el espacio del trabajo y la educación.
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