El Hombre, Moisés

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Comenzando con el libro del Éxodo (Shemot) – y a lo largo de los siguientes tres libros de la Tora restantes – la fuerza que guía es la figura de Moisés. De hecho, la figura central de la Tora.

No hay nada mitológica o heroico en él. Tal como lo hace notar el filósofo judío Martin Buber: “El ser humano que actúa bajo las órdenes de Dios es retratado en toda su transfigurada humanidad.”

El desparecido rabino Jeremy Daniel Silver, explica: “Moisés no es sino el espécimen físico perfecto: tartamudea. No es ningún santo; puede ser irascible, es frío con su familia, y al menos en una ocasión, desobedece voluntariamente a Dios “.


Lo que plantea, como en muchos otros casos, la pregunta: por qué el Dios Todopoderoso de Israel requiere un ser humano, para el caso, uno tan improbable como Moisés, para llevar a cabo el gran plan diseñado para Israel?

Aún más, tal como lo hace notar Richard Elliott Friedman, erudito bíblico de la universidad de Georgia, aunque en la presentación bíblica de esta historia, Dios es quien en última instancia realiza todos los grandes milagrosos:

Moisés es quien juega un importante papel, de tal manera que, en cierto modo la historia se centra más en él que en Dios. Tanto controla Moisés los tiempos, la ejecución, y el drama de los milagros, que tiene que recordar a su pueblo en varias ocasiones que es Dios y no él quien está haciendo estas cosas.

Este es el tenor esencial de la Biblia, dice el filósofo israelí Yoram Hazony: Dios se acerca al hombre a fin de obtener respuestas espectaculares, y el texto refleja fielmente esta relación. Dios se acerca, y el individuo puede elegir entre el deber, como en el caso de Moisés, o como en el caso de Jonás, el escape.

Moisés es la expresión de la respuesta a los desafíos de la vida que el judaísmo espera del común de los seres humanos. Moisés no está especialmente dotado, está sí dispuesto a “escuchar” y a asumir su papel en el mundo.

Al igual que Moisés, todo judío se encuentra en esa misma situación, una situación existencial magníficamente descrita por Martin Buber:

“Cada uno de nosotros está encerrado en una armadura cuya tarea es evitar señales. Las señales se nos presentan incesantemente, vivir significa ser abordado por planteamientos. Sólo tendríamos que presentarnos y percibir. Pero, el riesgo nos resulta demasiado peligrosos, el truenos silencioso parecería amenazarnos con la aniquilación, y de generación en generación perfeccionamos el aparato defensivo. Todo nuestro conocimiento nos asegura, “Mantén la calma, todo sucede como debe suceder, nada está dirigido a ti, no se dirige a ti; es solamente “el mundo”, puedes experimentarlo como quieras, pero sea lo que sea lo que haces de ello, procede solamente de ti, nada es requerido de ti, no es a ti a quien se está dirigiendo, todo está tranquilo. ”

Cada uno de nosotros está encerrado en una armadura que pronto, gracias a su familiaridad, ya nadie la nota. Hay solamente momentos que la penetran y agitan el alma hacia la sensibilidad. Y aún cuando ese momento se ha impuesto sobre nosotros y tomamos nota y nos preguntamos: “Ha acontecido algo en particular? ¿No es del tipo que encuentro todos los días?” entonces podemos respondemos a nosotros mismos, “Nada en especial, de hecho, es así todos los días, sólo que no estamos allí todos los días.”

Las señales que nos interpelan no son algo extraordinario, algo que sale de la orden de las cosas, no son más que lo que sucede una y otra vez, justo lo que pasa en todo caso, la interpelación no añade nada. Lo que me sucede es lo que me interpela. En lo que me ocurre los acontecimientos del mundo- se dirigen a mí .”

Nada expresa mejor la diferencia de la actitud de Moisés que comenzando por la zarza ardiente lleva a la revelación contra la esclavitud en Egipto.

Acerca de Moshe Pitchon

Moshe Pitchon es un pensador judío y el director de BY un centro de estudios e investigación del judaísmo contemporáneo basado en el sur de la Florida en los Estados Unidos.

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