El “Homo Psicológicus” (Gilles Lipovetsky)

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Ser moderno en la primera mitad del siglo XX, era adherir a los valores superiores, a los esfuerzos colectivos, en un mundo de sensibilidad política con referencias claras: las mujeres debían cuidar la castidad hasta el matrimonio. La autoridad del maestro, del policía, del profesional, del padre, debía respetarse, sin perjuicio de que la conciencia de clase pudiera llevarlos a intentar la revolución si se diesen las circunstancias. La ética protestante sugería ahorrar y sacrificarse.

Pero ocurrió un hecho: la fabricación en los EEUU de artículos para el consumo masivo que ayudados por los medios masivos de comunicación y la moda se hicieron accesibles al gran público, provocaron que las sociedades occidentales se empezaran a mover alrededor del culto al consumo, al tiempo libre y al placer. En ese contexto, el ahorro fue sustituído por el crédito, animando a los hombres comunes a gastar, a disfrutar de la vida, a ceder a sus impulsos. El mayor instrumento de destrucción de la ética protestante fue entonces la propagación masiva del crédito.

Antes para comprar había que ahorrar, pero con la tarjeta de crédito, los deseos pueden satisfacerse de inmediato. El esfuerzo ya no está de moda. Todo lo que supone sujeción o disciplina austera se ha desvalorizado en beneficio del culto al deseo y su realización inmediata, lo que convirtió al hedonismo- hasta entonces patrimonio de una minoría de artistas e intelectuales – en el comportamiento general de la vida corriente. Como contrapartida, el ideal de subordinación de lo individual a las reglas racionales colectivas fue pulverizado. Se amplió el individualismo al diversificar las posibilidades de elección, al anular los puntos de referencia, al destruir los sentidos únicos y los valores superiores, poniendo en marcha una cultura personalizada o a medida, que permite al átomo social emanciparse del balizaje social.


Del hay que ser absolutamente moderno se ha pasado al hay que ser absolutamente uno mismo. Ello implicó un predominio de lo individual sobre lo universal, de lo psicológico sobre lo ideológico, de la diversidad sobre la homogeneidad y de lo permisivo sobre lo coercitivo. Todos los grandes valores y finalidades que organizaron las épocas pasadas se encontraron progresivamente vaciados de sustancia. La autoconciencia ha sustituído a la conciencia de clase y política, pero esta conciencia sigue a la moda, es decir es fluctuante y sin mayor motivación. Las posturas políticas e ideológicas se han descrispado. La sensibilidad política ha dado paso a una sensibilidad terapéutica.

Hemos pasado de la guerra de clases a la guerra de todos contra todos. En nuestros sistemas narcisistas, cada uno corteja a sus superiores para obtener un ascenso. Desea ser mas envidiado que respetado y nuestra sociedad, indiferente al futuro, se presenta como una jungla donde reina la manipulación y la competencia.

Tampoco las religiones fueron inmunes al proceso de personalización. Se es creyente a la carta. Se mantiene tal dogma, se elimina otro. Se mezcla el estudio intensivo del Talmud y la Torah, con el tarot, el zen, el taoísmo o el budismo, en ruptura declarada con la ilustración y el culto a la razón y el progreso. La espiritualidad se parece ahora al autoservicio del supermercado.

El proceso de personalización ha promovido y encarnado masivamente un valor fundamental, el de la realización personal y el respeto a la singularidad, desmultiplicando las referencias y modelos, destruyendo las fórmulas imperativas, exacerbando el deseo de ser uno mismo y gozar de la vida, del éxtasis, de la liberación personal, de la obsesión por el cuerpo y el sexo. Por ello, aunque mayor es el bienestar, mayor es la depresión. ¿Que cosa no le da al hombre moderno, lugar a dramatizaciones y stress?

El individuo se ve obligado a escoger permanentemente, a tomar iniciativas, a informarse, a criticar la calidad de los servicios, a los chequeos médicos, a mantenerse joven. Hasta las abuelas quieren parecerlo. Nos estresamos por los actos más simples, ¿que coche comprar, que película ver, donde ir de vacaciones, que dieta seguir? El consumo obliga al individuo a hacerse cargo de si mismo. Cada uno se hace responsable de su propia vida, debe gestionar de la mejor manera posible su capital estético, afectivo, psíquico, libidinal. Envejecer, engordar, afearse, educar a los hijos, irse de vacaciones, ¡todo es un problema! ¡Las actividades elementales se han vuelto imposibles! De esta manera los problemas personales tomaron dimensiones desmesuradas y cuando más se trató de resolverlos, ayudado por los psicólogos, menos se solucionaron. El homo políticus dio su lugar al homo psicológicus.

Bibliografía: La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, año 2000.

Publicado en Identidad Uruguay, febrero de 2014. B H.

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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