El Hotel Florida era cuartel general de los periodistas extranjeros, fotógrafos, espías, militares aliados y enemigos

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En la mesa de novedades pusieron “Hotel Florida” y mi primer pensamiento fue: ¡otro libro sobre la guerra civil!

De acuerdo con expertos en la materia, de la Guerra Civil Española se han escrito más libros que sobre la Segunda Guerra Mundial y se siguen escribiendo. Cerradas las librerías de mis primeras querencias en Madrid, no dejo de visitar ahora la Casa del Libro en la Gran Vía o alguna de El Corte Inglés, la más cercana, motivo suficiente para entrar a la de Serrano y Ayala donde, usted no me lo va a creer, los empleados han leído y opinan. En el turno de la mañana, que termina a las cuatro de la tarde, uno de los vendedores parece esperarme.

Después de saludarnos de mano hablamos de libros. Voy a llevar este, le dije. Le va a gustar, contestó rumbo a la caja.


“Hotel Florida” no sólo cumple lo fundamental de un libro: mantenerte interesado, lo considero entre los básicos para entender la guerra española y la vida de los periodistas que la cubrieron. No soy crítico, solo soy lector con interés especial en temas relacionados con la tragedia de España, entre las más dolorosas del siglo XX, prolífica en crímenes de difícil comparación histórica posible.

El Hotel Florida era cuartel general de los periodistas extranjeros, fotógrafos, espías, militares aliados y enemigos, “…cada uno con su equipaje y su modo de mirar, bajo el estruendo de las bombas en una guerra que los cambió a todos para siempre”. No es una historia del conflicto, ya hay muchas, no es un estudio académico, ni una novela o relato de ficción. La autora, Amanda Waill, advierte: “Hotel Florida es una reconstrucción basada en cartas, diarios y memorias personales —publicadas o inéditas— además de documentos oficiales, bobinas de películas recuperadas. Es, sobre todo, la historia de tres parejas cuyos pasos se cruzaron en Madrid mientras relataban la guerra: Ernest Hemingway y su compatriota y también escritora Martha Gellhorn; los fotógrafos Robert Capa y Gerda Taro; Arturo Barea e Ilsa Kulcsar, encargados de la censura de la prensa extranjera en Madrid”.

Asomados a los balcones de su hotel, con un café, un whisky y la máquina de escribir cerca, veían como desde un palco pasar la guerra: “El Hotel Florida seguía recibiendo cada dos por tres el impacto de los proyectiles nacionales; por esto, las espaciosas habitaciones de la parte frontal, que daban a la plaza de Callao y por tanto estaban más expuestas a la artillería enemiga, resultaban mucho más baratas que las sombrías habitaciones de la parte trasera, que daban a un callejón. Pero el Florida era uno de los pocos hoteles de Madrid que aún disponía de agua caliente para los parsimoniosos baños que le gustaba darse a Capa cuando volvía de una agotadora jornada de trabajo. Y al menos uno de los periodistas que residían en el hotel, Sefton Delmer, celebraba unas veladas muy animadas en las que invitaba a sus amigos a compartir las botellas que habían formado parte de la bodega del Palacio Real y que habían sido saqueadas y luego vendidas a un bar anarquista de la Puerta del Sol.

A pesar de los bombardeos diarios que empujaban a los transeúntes empavorecidos a buscar refugio en los sótanos de los edificios, algunas cosas seguían como siempre. En los escaparates se exhibían abrigos de piel, perfumes franceses y bonitos zapatos hechos a mano. Lionel Barrymore protagonizaba “David Copperfield” en el cine Génova de la plaza de Callao y los tranvías amarillos circulaban por las calles.

Copio: ”Pero el hotel continuó abierto, ya en época de Franco, a pesar de que el tramo de la Gran Vía donde se ubicaba se fue volviendo con los años una zona muchos menos elegante y un tanto sórdida. En 1955 Hemingway regresó al hotel con su nueva esposa, Mary, y ocupó la misma habitación que había compartido con Martha Gellhorn, pero ya habían pasado los días en que el Florida era el centro del peligro y de las grandes emociones de la guerra. Por supuesto, no había nadie en la España franquista —en la que el monumento a los muertos de la Guerra Civil era el gigantesco mausoleo subterráneo coronado por una gran cruz de piedra del Valle de los Caídos, que fue construido por presos republicanos— que quisiera conservar el hotel como un homenaje a los días del sitio de Madrid. En 1964, la piqueta consiguió lo que no pudieron lograr los proyectiles franquistas: el Hotel Florida fue derribado para que se levantara en su lugar un nuevo edificio, el de Galerías Preciados (el nombre hace referencia a una calle cercana, y no a algo preciado o valioso). Hoy en día el edificio está ocupado por una sucursal de El Corte Inglés”.

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