Al filósofo francés Joseph Maistre se le atribuye haber dicho que cada Nación tiene el gobierno que se merece. ¿Será cierto? Ya el tiempo lo dirá, pero mientras el mundo está a la expectativa tanto de un lado como del otro del infame muro que el ahora presidente en la Casa Blanca no deja de mencionar y sigue empecinado que México pagará por su construcción, hay que responder que ni quienes votaron, ni quienes No votaron por Donald Trump en las elecciones presidenciales merecen un gobernante irrespetuoso. La obsesión de Trump con los números de participantes en sus eventos no es novedad; por el contrario, es, no cabe duda, remanente de los días en que además de empresario de bienes raíces fue productor, conductor y uno de los creadores del programa de televisión “El Aprendiz” donde parte de sus funciones como anfitrión del show era ocuparse en despedir concursantes y preocuparse por mantener el interés de televidentes y mantener en alto los ratings del show.
Durante su campaña por la presidencia Donald Trump hizo constante alusión a los miles y miles de seguidores y/o fans que asistieron a sus rallys y no reparó en contrastar y minimizar con los que concurrieron a los de su oponente. En efecto, Donald Trump obtuvo la presidencia con la mayoría del voto electoral así que no nos queda otra mas que sobrellevar el primer gobierno de su mandato, que esperamos sea el único. Pero el voto popular lo ganó indiscutiblemente su contrincante aunque ahora Donald Trump insista en la compulsiva mentira de que hubo fraude y que él también hubiera salido vencedor del voto popular si no hubiera sido por los tres millones de indocumentados que votaron en las elecciones ilegalmente.
Tal parece que al igual que en los tiempos en que fue conductor de su programa de televisión, el ahora aprendiz de presidente sigue con la obsesión de querer quedar en primer lugar. Acostumbrado a salirse con la suya frente a aquel que lo contradiga o lo supere en preparación y en intelecto so pena de utilizar la intimidación, el menosprecio y, no olvidemos, el escarnio como bien vimos en los televisados debates presidenciales que transformó en un circo de tres pistas, el señor Trump quiere hacer cumplir las promesas que les hizo a los adeptos que lo eligieron y lo llevaron a la Casa Blanca. Y claro, el infame muro está entre las primeras en la lista de por hacer.
Nadie rebate que cada gobierno está en su derecho de decidir cómo proteger sus fronteras, pero de ahí a insistir a priori que el gobierno vecino vaya a pagar la cuenta por algo que no consumió, ni mucho menos pidió sería causa de risa como tal pareció al principio de la carrera por la Casa Blanca cuando No todos tomaban en serio los disparates de Donald Trump que los medios no perdían tiempo en publicar. Pero como bien dice el refrán, del dicho al hecho hay mucho trecho y el puesto de comandante en jefe no es como lo pintan en la televisión, ni siquiera en el programa Saturday Night Live donde durante la campaña por la presidencia hicieron una sátira donde el actor que personifica al presidente Peña Nieto le entrega al actor Trump, que personifica al aún no electo presidente Trump un cheque como pago por el muro.
Si lo que primero fue una descortesía y un insulto desmerecido a los buenos vecinos, se ha convertido ahora un una verdadera afrenta a la dignidad de México entero que, ojalá no sea el caso, podría resultar en un enfriamiento, o algo peor, en las relaciones diplomáticas entre los dos países.
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