Le llegó la hora a la justicia israelí. No hay manera de escaparse y tiene que decidir. O se aplica la misma ley para todos, u, oficialmente se confirma que el estado judío es racista.
Como se recordará, Muhammad Abu Khdeir, palestino de 12 años de edad y residente de Jerusalén, fue raptado, asesinado y quemado vivo el 2 de julio de 2014.
Tras investigaciones de la policía y servicios de seguridad, tres terroristas judíos fueron detenidos y acusados en tribunales israelíes que los declararon culpables con penas de cadena perpetua.
Basándose en las nuevas normas de lucha contra el terrorismo, impuestas por las autoridades militares con apoyo del poder judicial israelí, la familia de joven Muhammad se dirigió al Moshe Yaalon, Ministro de Defensa de Israel en esos días, exigiendo la demolición de las viviendas de los tres terroristas judíos. El argumento: ecuanimidad con respecto a terroristas palestinos en condiciones similares.
La respuesta del ministro israelí fue suficiente para mostrar la hilacha racista que predomina en los pasillos del gobierno con apoyo de la mayoría de los judíos israelíes.
Para el ejecutivo judío, “hay una gran diferencia entre terror árabe en contra de judíos con respecto al terror de judíos en contra de árabes. Esa diferencia no justifica demoler casas de judíos terroristas. La diferencia sobrepasa toda imaginación, en la calidad de los atentados, en la cantidad, y principalmente a como se relaciona el elemento social circundante: reprobación generalizada entre judíos, conducta que no existe entre árabes”[1].
Todo quien está informado del acontecer de los grupos allegados a colonos judíos de Cisjordania, inclusive parcialmente, sabe muy bien de la dudosa veracidad de los argumentos expuestos. Seria suficiente mencionar el testimonio grabado del baile de un casamiento de miembros de esas hordas judías con armas del ejército en la mano acuchillando la foto del bebe de la familia palestina Dawabsheh, quemado vivo en julio 2015 por bombas molotov que terroristas judíos arrojaron en su casa[2].
Más aun y por encima de esas dudosas justificaciones, la mayor aberración de los argumentos oficiales israelíes es el resultado de la excepcionalidad que el judaísmo moderno demanda ser reconocida como su derecho por todo el mundo.
Ningún sistema judicial que pretenda tener un mínimo de equidad puede fijar para el mismo crimen penalidad diferente, solo diferenciándola según la pertenencia étnica del acusado. Esa actitud le acredita al país el bochornoso adjetivo de racista.
Lamentablemente, Moshe Yaalon optó por este ignominioso camino en su respuesta negativa a la solicitud de la familia Abu Khdeir.
Recurriendo al último baluarte israelí en defensa de los derechos humanos, la familia Abu Khdeir apeló hoy ante el Supremo Tribunal de Justicia[3]. En el Estado Judío, los valores básicos del judaísmo están en el banquillo de los acusados.
Paradójicamente, el judaísmo habría sobrellevado exitosamente este desafío si el alto tribunal acepta la demanda y se demuelen las viviendas de los tres terroristas judíos, o, alternativamente, borran esta penalidad del código para toda la población, sin ninguna diferencia étnica.
Si la instancia mayor de la justicia del Estado Judío concuerda con la superfluidad de la disuasión a los judíos, autorizando la demolición de viviendas de terroristas palestinos y no la de sus homólogos judíos, entonces no se podrá evitar que una gran pancarta de vueltas al mundo
JUDAISMO = RACISMO
Ojalá me equivoque
Daniel Kupervaser
[1] “Respuesta del Ministro de Defensa a familia Abu Khdeir”, Maariv, 2-7-14.
[2] “Festejos en casamiento de la extrema derecha judía”, Canal 10, 23-12-15.
[3] “Familia Abu Khdeir apeló ante la Suprema Corte”, Canal 10, 6-7-16
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