El llamado “Océano de Sapiencia y Cordura” sigue venerando al que fue el maestro de su infancia, un SS nazi llamado Heinrich Harrer, muy apreciado del Reichsführer Heinrich Himmler, quien lo mandó en 1938 a una misión de confianza al Tibet para infiltrar ese país, con el consentimiento de los ministros que regenteaban al Dalai-Lama, entonces un niño, bajo el pretexto de actuar como su institutor. Se trataba en realidad de conquistar la ciudad de Lhassa para que sirviera de nudo estratégico en el Eje Berlín-Tokio.
Su informe de misión “Siete años en el Tíbet”, repleto de mentiras, fue transformado en película de propaganda mundial en 1997 por el cineasta francés Jean-Jacques Annaud. Se trata de una “bienvenida al nazi entre los tibetanos”, con actuación de Brad Pitt en el papel del guapísimo y gentil SS, y muchas banderas con svastikas.
Heinrich Harrer cumplió cabalmente su misión, pese a la derrota militar del Eje en 1945, y ésta se transformó en un software seudo-espiritual instalado en varias cabezas influyentes del Tíbet. Al fallecer este siniestro personaje en 2006 el Dalai-Lama pronunció su elogio, y lo hace aún hoy. En lugar de invocar su infancia manipulada por un plan nazi y sus aliados japoneses, ha hecho caso omiso de las atrocidades nazis y niponas, ha considerado el aniquilamiento de los judíos de Europa como un castigo forzosamente justo de supuestas culpas anteriores de los judíos, y ha echado la Shoa al basurero del “Karma”. Y no deja de agradecer a un SS el haberlo “iniciado al Occidente y a la modernidad.”
Las personas que acepten semejantes discursos, se vuelven ciudadanos de la infamia.
Adaptación resumida de un artículo de Laurent Dispot en el periódico francés Liberation.
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