Día a día vemos que prácticamente la tecnología desplaza cualquier tipo de limitantes físicas o técnicas que por costumbre hemos considerado fuera de nuestro alcance, difíciles, permanentes o insustituibles. En este contexto, junto con nuestras familias hemos sido testigos del avance en los medios de comunicación masivos. Siendo el periódico dominante, fue desplazado por la radio; más tarde llegó la televisión y obtuvo un lugar preponderante, una hegemonía frente a la radio y el periódico. Cuando sobredimensionábamos los alcances de la televisión, la red informática denominada “internet” ha llegado y con ella, un gran reto para los otros tres medios de comunicación: adaptarse o morir. De esto seremos testigos en breve, sin duda.
En cuanto al internet, ha fungido como el medio perfecto para comunicar a todos en cualquier parte del mundo en tiempo real prácticamente. Sin duda, se ha convertido en el arma más poderosa para quienes quieren llevar un mensaje masivo en una forma contundente. Los comunicadores emergentes han hecho a un lado a los profesionales, haciendo que éstos se adapten a las nuevas formas y busquen ser competencia
El resultado de quien será quien tenga más audiencia dependerá siempre del público al que lleguen, la manera en que éstos interactúen con sus contenidos y lo más importante, la lealtad que despierten a sus seguidores. Ante ello, las formas que presente el emisor de su mensaje serán tan o más determinantes que su contenido.
En el caso de los comunicadores profesionales, es claro que se presume que éstos ya tienen una forma de emitir un mensaje bajo directrices que atienden a su formación y experiencia lo cual hace que éste tenga un contenido cierto y una manera adecuada de expresarse.
Sin embargo, hablar de la formación y/o experiencia de los emisores emergentes es sumamente cuestionable; toda vez que es imposible establecer un común denominador. Nada supone que éstos tengan un nivel suficiente o adecuado de estudios, experiencias, edades, preferencias, tendencias, condiciones, ética o lineamientos morales para emitir un mensaje con un contenido apto para la comunidad usuaria del internet.
De tal manera que quien llega a juzgar el contenido del mensaje son los prestadores de servicios de los distintos portales o las redes sociales en internet. Ellos calificarán el contenido y forma de los mensajes en función a los límites que para tal efecto establezcan, tales como, criterios morales, veracidad de la información o derechos de autor.
De no violentar estas directrices, los emisores tendrán la libertad para expresar sus ideas mediante cualquier forma o contenido. Esta libertad que sin duda pudiera considerarse prácticamente absoluta sin duda será el objeto a debatir en corto tiempo. La razón es muy sencilla: ¿Quién califica el contenido del mensaje?
Reitero, no se trata sólo de los límites establecidos por los prestadores de servicios, se trata de que el contenido del mensaje sea apto para la audiencia. Lo ideal sería que fuera veraz, comprobable, ético, cívico y observará formas para una adecuada convivencia; pero en un mundo cada vez más caótico que resiente la ausencia de valores sociales e individuales … ¿Cuál es la forma de cuidar la forma y el contenido del mensaje? … ¡No lo sabemos aún!
Sin duda será básico que como sociedad exijamos un compromiso ético a los emisores de mensajes; sin embargo, esto es sumamente difícil en un mundo plagado de intereses, tanto en los emisores, como en los prestadores de servicios. Adicionalmente, hay que considerar si éstos tienen ideas contrarias a una realidad de bienestar que aceptaríamos la mayoría.
La ambivalencia entre la construcción y la destrucción siempre estarán presentes en estos mensajes. En nosotros está seleccionar el mensaje esperando tener la razón; es decir, esperar que como sociedad estemos calificados para clasificar los mensajes.
No obstante, esto nos lleva a las siguientes inquietudes: ¿Cuándo el medio se convirtió en un fin de manipulación? y ¿Cuándo la audiencia se convirtió en un medio sólo para alcanzar los fines de los emisores?
Esperemos algún día tener la respuesta.
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