Un 17 de febrero del año 1600, el filósofo, astrónomo, matemático y poeta italiano Giordano Bruno, fue asesinado por la Inquisición, después de haberlo declarado culpable de herejía, condenándolo a la quema en la hoguera en Roma, a la edad de 52 años.
Sin embargo Filippo Bruno que era su verdadero nombre, no solo escandalizó a la cristiandad de aquella época con sus ideas acerca de las teorías cosmológicas que superaban al modelo Copernicano, proponiendo que el Sol era solamente una estrella y que el Universo contenía una pluralidad de mundos y sistemas solares habitados por seres inteligentes y animales.
Sino también por el movimiento de los astros manifestado a través de la infinitud del espacio y el heliocentrismo pero fueron fundamentalmente sus teorías teológicas, el motivo principal por el cual la Iglesia Católica y la Inquisición lo persiguieron hasta su muerte.
Ya que a los 28 años de edad sus opiniones habían suscitado que se le formularan 130 acusaciones en su contra y desde entonces, su vida se tornó errante y aventurera viajando por Venecia, Turín, Génova, Padua, Savona y trabajando como profesor de infantes en Cosmogonía, teoría científica que trata sobre el origen y evolución del Universo además de Gramática.
Pero la vida y obra de Giordano Bruno siempre estuvo catalogada de herética, blasfema e inmoral, acosado por una Roma en donde todo filósofo, crítico, que proclamara la libertad de pensamiento y los nuevos ideales en aquella época, sería perseguido a sangre y fuego.
Y fundamentalmente, si este filósofo había sido miembro de la Orden de los Dominicos en Salerno, donde obtuvo el grado de Doctor en Teología, proponiendo a nivel teológico una nueva forma de Panteísmo que difería en forma sustancial de la visión Cosmológica de la Iglesia Católica.
Así que entre sus afirmaciones teológicas consideradas heréticas, estaban las siguientes: que Cristo no era Dios, sino simplemente un mago sumamente hábil y que utilizando una propuesta mágico-fantástica, hacía de las suyas con los creyentes que respondían a tres niveles de realidad en donde el mundo divino y el mundo real son conectados a través de la fantasía y ésta hace de intermediaria entre el proceso de la sensibilidad y la cognición.
Sin embargo, Giordano Bruno no se quedó ahí, sino que fue más allá de tener opiniones en contra de la fe católica, además puso en duda la Trinidad de la Encarnación y la divinidad de Cristo a través de la concepción de María, una virgen que dio a luz al hijo de Di-s, rechazando completamente la virginidad de ésta y toda veneración hacia la misma.
Con lo cual fue quemado vivo en Campo de Fiori Roma, en la plaza pública, a diferencia de otros herejes los cuales habían sido asesinados y luego condenados a la hoguera. Pero a pesar de todo esto, éste filósofo quiso morir aferrado a sus doctrinas, anunciando que: “Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla.” Negándose rotundamente a besar un crucifijo que uno de los monjes católicos le ofreció en sus últimos momentos de vida y exclamando que moriría como un mártir y que su alma entonces subiría con el fuego al Paraíso… (Especial para el Diario Judío.com de México)
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