El mostrador de los turbados

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Lejana está ya aquella tarde, cuando, en un rincón silencioso y callado de la Biblioteca Nacional, transido de emoción, palpaba entre mis manos trémulas aquel viejo manuscrito, curtido en generaciones y centurias, y, lleno de gozo, recreaba mis ojos en la bella escritura gótica tardía, a doble columna, y me deleitaba en las filigranas, a colores, de las primeras páginas. Qué inmenso privilegio, pensaba, tener ante mí aquella preciada joya literaria. El Mostrador de los Turbados, de R. Moisés de Egipto el cordobés, o, como él mismo se llamaba, Moisés, hijo de Maimón, el español (1138-1204), en la primera traducción castellana realizada con esmero y competencia, en un paciente trabajo de varios decenios, por Pedro de Toledo. “El Enseñador de los Turbados” al que ahora llamamos generalmente “La Guía de Perplejos”, ha sido traducido a la mayor parte de las lenguas cultas y al castellano se cuentan ya dos traducciones más completas y otras dos parciales. Pero la traducción de Pedro de Toledo tiene un encanto que no lo tienen ni tendrán las otras. Aparte del recio castellano viejo y rancio, inimitable e inigualable, Pedro de Toledo vivía en un medio donde aquellos conceptos filosóficos y divinos eran habituales y de ahí el dominio que muestra en su versión castellana.

Así, ahora, se comprenderá la grata sorpresa cuando tuve noticia de que por fin la vieja versión castellana del Mostrador había sido publicada en edición facsimil por Antonio J. Escudero Ríos. El gozo fue inmenso cuando logré tener un ejemplar de la obra, en su grandioso formato original y rememoré aquella emoción primera. Después conocí al editor y entendí cómo se había realizado aquella hazaña, por una especie de fervor que arde en el interior de Antonio J. Escudero, que le religa a su tierra extremeña, en donde hizo la versión Pedro de Toledo.

En la Biblioteca Nacional, en otras muchas Bibliotecas, existen tantísimos otros manuscritos, con obras preciosas y preciadas, se apilan en sus anaqueles polvorientos ediciones raras de libros, todos casi inaccesibles o de muy difícil acceso, que están esperando esa acción redentora de un nuevo editor, de ese mismo cariño como el que ha tenido Antonio J. Escudero Ríos  con el Mostrador de Turbados de Moisés ben Maimón, el español, (el llamado por los cristianos Maimónides).


Seguro que continuará existiendo hoy más de un turbado, de un dubitante, indeciso, zozobrante, perplejo, entre lo que dice la ciencia o manifiesta la razón y lo que predica la religión. A los tales les vendrá de provecho releer con atención lo que Maimónides les decíua a finales del siglo XII a sus titubeantes contemporáneos, en esta vieja versión castellana de La Guía de los Perplejos. Maimónides. Edicción Facsímil de Antonio J. Escudero. (Madrid, 1990)

***

Corría el año 1993 cuando este artículo del hebraista Carlos del Valle se publicó en el Nº 2 de la revista “Caminar conociendo”, editada aquí mismo, en nuestra conurbación de Las Navas del Marqués, bajo patrocinio del Excmo. Ayuntamiento de la localidad y coordinación general de José Mª Amigo Zamorano. Ignoro cuántos números más pudieron publicarse de la Revista, aunque lamentablemente imagino no muchos. Por contra, es seguro sin duda, que quién no andaría nada lejos de la idea de su nacimiento sería nuestro buen y querido amigo Antonio Escudero Ríos. Lo deduzco,  o más bien lo constato, tanto por otro artículo del propio Antonio  (“Cuando los Hebreos fundaron Las Navas del Marqués”), que también se inserta en la página 29 de dicho Nº 2, como por otras personas muy próximas a Antonio, todas ellas, como parece lógico, del orden intelectual. Su propia hermana Isabel, poetisa y ensayista, recientemente fallecida, a la que se vienen dedicando numerosos homenajes y reconocimientos póstumos; el novelista Luis Mateo Díez (mi admirado paisano leonés, que es de Laciana); el Doctor en Bellas Artes Arturo Martínez; el Realizador de TV Aurelio Portillo; el helenista Alfonso Silván; el historiador, notable para mí, Julio Valdeón Baruque y el famosísimo Catedrático de Latín de la Universidad Complutense (sobre todo por haber sido represaliado por el franquismo)  -es una opinión personal-  tan variopinto, pintoresco, excentrico o lo que fuese, tanto-tanto como para vestirse con dos camisas, poseer un burro, no ver jamás la TV, y otras “irregularidades”, entre ellas esa estupidez de letra al Himno a Madrid, además de no tener coche y amar el ferrocarril (en lo que coincido plena y absolutamente con él) como genial, sencillamente genial, por su traducción y sus  -creo recordar-  88 versos suposticios, del “Rerum Naturae”, de Tito Lucrecio Caro, Excmo. Sr. Don Agustín García Calvo, actualmente también difunto. Que Dios le tenga ya en su amoroso y misericordioso seno. Pero, por lo visto y leído -ahora, muy recientemente, hoy mismo-  es una verdadera lástima que aquella revista, lejos de quedarse más o menos, como supongo, en el Nº 2, o pocos más, no continuara publicándose hasta hoy mismo. Es otra opinión.

Algo, aparte de cuanto he dicho, a hecho aflorar a mis ojos alguna lágrima: La entrevista que la Psiquiatra, Dra. Doña Pilar de Miguel, también ya desaparecida, efectúa y publica, en la página 23 y siguientes en aquel número de la revista, a quien fue en principio para mí grato contertulio en las sosegadas y serenas noches de Las Navas, en la Cantina de la Estación, y terminó siendo entrañable amigo, una de las mejores personas que he conocido en este mundo, Andrés García Cortés, que además de ser un empresario, como se dice en la entrevista, era un hombre de Dios.

En cualquier caso, lo que me ha hecho meditar es que si, gracias a Antonio Escudero, pudo ver la luz el facsímil de lo que, cuando yo cursaba el Bachillerato, era conocido por los autores de los libros de texto de Literatura, como “Guía de Descarriados”, y no de “Perplejos”  -eso fue después-  y ahora puede ser conocido como “Mostrador de los Turbados”, también estoy persuadido de que por mediación de Antonio, tanto los descarriados por aquí andantes, como los dubitantes, en esa misteriosa pugna, y al mismo tiempo tormento del intelecto, entre la razón y la fe en Dios, podrán encontrar el camino y con ello poner fin a la perplejidad o la turbación. Sobre todo los que nos perdonan la vida y miran con compasión a quienes creemos en la existencia de la suprema realidad del hombre, que no es precisamente la materia (con ecuaciones o sin ellas), y por pensar que precisamente la materia  -que de todo es pre-existente-  es la realidad más pequeña de todas cuantas sostiene, por emerger de ella. Los que piensan que creer en Dios  -que por cierto “no existe”, porque ya es–  es una vieja superstición medieval propia de ignorantes fanáticos que desconocen por completo los fulgurantes avances y conquistas de la ciencia.

Luis Madrigal
Las Navas del Marqués (Ávila, España)
5 de Agosto de 2017

Acerca de Luis Madrigal Tascón

Nace en León (España), el día 19 de Mayo de 1936, en el seno de una familia cristiana. Pertenece por tanto a la generación que no tomó parte en la Guerra Civil española (1936-1939). Cursó estudios de Bachillerato en el Instituto Nacional Masculino de Enseñanza Media "Padre Isla", de León. Licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca. Ejerce la Abogacía, ante los Tribunales de Justicia, desde el año 1967, siendo en la actualidad el Letrado 9.336 del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Escribe Poesía, de cuyo género es autor de 9 Poemarios, todos ellos inéditos, así como Ensayo sobre temas históricos y filosóficos. Ha escrito también una novela, "El secreto para ser feliz", ambientada en la India, en la mitología hindú y el panteón hinduista, asimismo inédita.

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