El naufragio de Tramafato

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Recibí una larguísima carta de Barbalila, como son muchos pliegos, no podré reproducirla en una sola entrega:

“A casi diez años de su muerte se ha levantado en la prensa, una ola de indignación contra el tirano Tramafato” -dice- “no por sus crímenes contra los que aspirábamos a tener más libertad y progreso en la Isla, sino por haber enajenado la isla de Tejavanes que constituía la reserva territorial más importante que teníamos. Si Jodonia vivió ignorada por el mundo, Tejavanes fue a su vez ignorada por Jodonia.

Tejavanes está situada al sur poniente de Jodonia, a unos diez kilómetros del puerto de San Pedro Franklin. Es un disco casi plano de tierra con unos veinte kilómetros de diámetro, que en su parte más alta sobresale unos cien metros sobre el nivel del mar. Hacia el oriente tiene adosado un aro de dos kilómetros de diámetro y unos cuatrocientos metros de grosor, que es un atolón coralino formado en torno del cráter de un volcán extinguido. La vegetación de la isla es exhuberante, pero los jodonios difícilmente llegaron a ella, pues el canal que los separa está erizado de escollos, arrecifes y cayos semiocultos que, con las corrientes y turbulencias que se forman en el estrecho han causado innumerables naufragios. Por ello su población apenas llegó a unos cientos y para los jodonios la isla y su bello atolón no existieron, más que como una línea verde sobre el horizonte. No lo fue, en cambio, para un visionario y astuto desarrollador holandés de apellido Van Hoos, quien por los cincuentas del siglo pasado vislumbró que esa isla desierta podía ser una mina de oro.


“Se presentó en Jodonia en 1952 como gran promotor, ligado a bancos europeos y estableció contacto con personajes influyentes de Nadajala, a los que agasajó, llegando a invitarlos a Panamá. Para 1955 se asoció con el presidente Antofato y obtuvo la concesión para parcelar y vender las tierras de Tejavanes, pagando al Gobierno de Jodonia un dólar por cada hectárea, en el momento en que se escriturara a algún comprador. Atrajo a los franceses de la cadena “Mare Nostrum” y construyeron unas cabañas y servicios para turistas. Estos llegaban por aire a Jodonia y salían a gozar del “Tahití del Caribe”, a muy bajo precio. También consiguieron que un norteamericano, del Planet-Club hiciera una colonia con casas de uso en tiempos compartidos para los miles de socios, como las que tenía en Bahamas o Costa Azul.

Se erigieron hotelitos y la isla se fue poblando de europeos, yankis, sudamericanos y muy pocos jodonios. Doce años después, en lo álgido de la Guerra Fría, cuando los norteamericanos construyeron la única pista para Jets de Nadajala, ya había tres vuelos que conectaban a Jodonia con Panamá, Barranquilla y Caracas, que en invierno traían una buena cantidad de turistas del norte, que permanecían un día en Nadajala y se embarcaban en seguros barcos de San Pedro Franklin a la isla de Tejavanes, evitando los escollos con un rodeo. Para entonces ya había unos diez mil habitantes con comercios, talleres y hasta escuelas, y Van Hoos vendía la tierra a veinte y treinta dólares el acre y sólo pagaba un dólar por hectárea a Jodonia.

“En el primer mandato de Tramafato, éste quiso renegociar el contrato exigiendo mayor precio y el pago de impuestos a Jodonia, aunque el contrato original especificaba una exención total de tributos. Los tribunales de Jodonia dieron su veredicto a favor de Tramafato, pero Van Hoos llevó el caso a la Corte de La Haya, alegando que el gobierno francés estaba involucrado y que la concesión aún no había expirado… y ahí sigue el caso.

“Durante su segundo mandato, Tramafato, en 1977 decidió expulsarlo a la fuerza, haciéndose justicia por propia mano y recuperar la Isla.

“Por medio de la prensa y la radio, trató de motivar al pueblo para “emprender el rescate de Tejavanes de las garras del pérfido Van Hoos y la restitución del territorio a la soberanía nacional”, pero no tuvo eco. Recurrió a las “fuerzas vivas”, al ejército, a los clanes políticos, pero nadie mostró interés en su empresa y ¡ni pensar de recibir apoyo económico! A nadie en Jodonia le importaba un comino Tejavanes. Era algo tan remoto como la luna.

“Pero Tramafato se obsesionó en recuperar la Isla y si Jodonia no la quería, él la tomaría para si mismo. “Si aquella era negocio para Van Hoos, también lo sería para Tramafato”.

Lo que te relato, lo he sabido reuniendo testimonios de mis informantes, Doña Greta, Graco y míster Aladar, y no son del dominio público.

“No obtuvo el apoyo de los militares, que se negaron a autorizar cualquier acción con los siete mil efectivos pésimamente armados, con que contaba Jodonia, y él sólo contaba con trescientos leales “hasta morir” y podría reunir otro tanto, pero el problema era el avituallamiento, los sueldos, el transporte y más armas, que algún general le pudiera rentar o vender. Por intermediación de Charles P. Aladar consiguió un préstamo con uno de los personajes que más plata tenía, monseñor Grumondi, obispo de Nadajala, pero éste además de elevados intereses exigió garantías hipotecarias. Tramafato acudió a Amorita, a quien también entusiasmaba la empresa y ella presionó para que su familia hipotecara algunas tierras, de las que producían la mejor cebada para cerveza y algunos viñedos.

Lo que más apetecía al prestamista era el palacio “La Aurora”, pero Amorita se negó a dejarlo en prenda, y al fin se formalizó el préstamo, recibiendo Tramafato el dinero. (¿Cuánto y a qué interés? no me lo reveló Mr. Charles). A partir de ese momento empezó a bendecirse desde los púlpitos la acción emprendida por Tramafato, para librar de la bota extranjera a Tejavanes.

“Tramafato reunió seiscientos efectivos, equipo y parque calculando que en menos de una semana la Isla estaría bajo su égida. Cargó con todo en diez navíos y se puso al frente con dos de las torpederas de la marina. El 14 de junio de 1974 salió de Puerto Franklin a recuperar Tejavanes.

“Deseando sorprender al enemigo, no dio el largo rodeo que solían dar las embarcaciones turísticas de Van Hoos y se acercó peligrosamente a la zona de cayos. Sus torpederas llegaron a la playa de Tejavanes, pero una imprevista corriente arrastró a ocho de los diez barcos con pertrechos y tropa contra los arrecifes, encayando sobre los bancos de arena, desde donde tendrían que transportar todo, luchando contra las olas, con un traicionero fondo que lo mismo tenía medio metro que tres metros, casi todo se perdió. Los hombres que llegaron a la playa difícilmente lo hicieron, la mayoría no sabía nadar, y ayudándose unos a otros fueron llegando agotados a tirarse en la arena, encontrándose rodeados de miles de pobladores armados con todo lo que pudieron encontrar.

Tramafato y cien hombres armados, fueron rodeados por la multitud. Aterrorizados los jodonios, que jamás habían luchado, comprendieron que serían descuartizados. Tramafato indicó que depusieran las armas, y se quedó parado con los brazos cruzados. Pronto apareció el rubicundo Van Hoos. Se acercó sonriente extendiendo la mano al presidente, éste le dio la mano esbozando una amarga sonrisa. Aturdido, se dejó conducir en una calandria hasta las oficinas de la Compañía Promotora Tejavanes.

“¿Qué pasó ahí y de qué se habló? no lo se. Graco que lo acompañó no lo dice. Entretanto los tejavanenses ayudaron a lo que quedaron aferrados a los escollos y se dedicaron a saquear las vituallas. Al día siguiente Tramafato y Van Hoos organizaron el retorno a Jodonia de la fuerza expedicionaria.

El tercer día, en las dos torpederas, cinco barcazas y un barco proporcionado por Van Hoos, los regresaron a San Pedro Franklin, sólo con la ropa que llevaban encima. Las provisiones fueron decomisadas, Tramafato, derrotado, Musitaba como hablando consigo mismo. Además de la burla, le esperaban el pago de la deuda con intereses leoninos y, aunque sabía que nadie le reclamaría la muerte de cuarenta y dos hombres ahogados, para borrar su recuerdo requeriría de muchos litros de alcohol. Sin cesar repetía como el rey Felipe: “fui a luchar contra Van Hoos, no contra los elementos”.

“Y aún le esperaba algo peor: poco antes de su salida a la campaña, Amorita, se enteró de sus infidelidades y de las dos esposas con hijos que tenía. Al tirano le esperaba un Infierno.

Acerca de Jacobo Königsberg

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