Apremiado por la rápida difusión de corona – aunque menor en Israel respecto a los países europeos – Netanyahu se inclinó a recordar las enseñanzas keynesianas y las iniciativas de Roosevelt reclamadas por la gran crisis de los treinta del siglo pasado. En un dramático mensaje radial anunció que cada familia israelí – sin distinguir etnia, creencia o nivel de ingreso – recibirá el equivalente de US$ 140.00 por cada uno de sus hijos hasta el límite de cuatro de ellos. Similar suma será entregada a la fuerza laboral desempleada que percibe regularmente el salario mínimo que en este país supera los mil dólares. Los canales del seguro social asegurarán la recepción de estas sumas en vísperas de las festividades del Passover que comienza la semana entrante.
En los días que corren la economía israelí ha reducido tres cuartas partes de su actividad normal. El número de desempleados rebasa en consecuencia el millón. Dos ramas se mantienen activa. Por un lado, el suministro de alimentos de los supermercados en la medida en que respetan los requisitos sanitarios y las farmacias que suministran a domicilio fármacos básicos. Y por otro, la ampliación de trabajos públicos en carreteras facilitados por la ausencia de automóviles y autobuses.
Este giro en la teoría y en la praxis que hasta hace unos días había presidido la política económica y financiera israelí fluye de dos circunstancias: el desempleo masivo ocasionado por el virus y la necesidad de tranquilizar a una población que debe encerrarse en sus hogares y abstenerse de festejar la Pascua judía.
Radical decisión que empieza a reflejar el entendimiento político entre Netanyahu y Ganz con vistas a la formación de un nuevo gobierno en los próximos días.
Tendrán estas orientaciones económicas algunos ecos en países que están en los umbrales – o más allá – de la ofensiva coronaria?
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