El oído que mira

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La imagen ideal que tenemos de un médico es la de una persona que tiene amplios conocimientos sobre los últimos avances en el campo de la ciencia, pero también tiene una profunda formación en el campo de las humanidades, está al día sobre las técnicas más avanzadas de resonancia magnética para ver lo que pasa dentro de nuestro cerebro, y al mismo tiempo, con un ligero tamborileo de los dedos sobre nuestro vientre, practica el arte de auscultar nuestros padecimientos. Bruno Estañol pertenece a esta estirpe. Es un distinguido neurólogo activo como clínico e investigador. Estudió medicina y neurociencia en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Johns Hopkins Medical School. Por otra parte, es también un reconocido novelista y ensayista. En su libro más reciente, La mente del escritor (Cal y Arena, 2011), aborda el problema de la creatividad científica y artística. En la medicina ésta se expresa en diversas formas, entre ellas en el desarrollo de un instrumento simple y genial que permite que los oídos miren. Estañol sonríe y me cuenta la historia del estetoscopio:

Lo inventó el médico francés René Laënnec. Él narra que examinaba a una mujer joven con algo de sobrepeso, y que por lo tanto no podía poner su oído directamente en el pecho de la paciente.


Para auscultarla.

Eso se llamaba auscultación inmediata, entonces recordó que cuando con un alfiler se le pega a la viga de un pedazo de madera (y uno pone el oído en el otro extremo) se puede oír nítidamente ese sonido tan leve. Entonces hizo la pregunta: “¿Cómo puedo hacer para que se transmitan estos sonidos a través de otro sistema?”. Entonces tomó un cuaderno, lo enrolló, puso el oído en un extremo y el otro en el pecho de la mujer, y pudo oír claramente los sonidos del corazón y de los pulmones. A través de ese descubrimiento empezó a hacerse la auscultación llamada mediata, e hizo un tratado que utilizaba la herramienta de los estetoscopios. Estetoscopio viene de la palabra estéthos, sentir, y skopé, que es ver.

Es muy interesante. Esto significa ver a través del oído.

Sí, e imaginarse qué es lo que pasa. Creo que es el más grande descubrimiento de la exploración física. Un avance posterior vino con la medición arterial. No sé si recuerdas que la presión arterial se medía apretando ya sea una bolita que tenía mercurio o agua hasta que la arteria se colapsaba, o apretando hasta que se colapsara el pulso. La creatividad del médico ruso Korotkoff lo llevó a poner el estetoscopio en la arteria, y entonces pudo medir la presión sistólica y la diastólica.

Escucho con mis ojos…
La creatividad en la ciencia amplía nuestros registros del cuerpo y del mundo. En tu libro más reciente hablas de un fenómeno muy peculiar de la percepción cerebral: la sinestesia. Permite, por ejemplo, ver lo que olemos y hacer una entremezcla de los sentidos. Esto nos habla de otra forma de asomarnos al conocimiento que también puede ser reveladora.

Si ves una manzana, la ves de lejos y no la puedes oler ni puedes tocarla. La información entra por la vista, pero tú sabes perfectamente cómo huele, cómo sabe, cómo es la textura de su piel, la cáscara, lo que tiene dentro, y esa unión de los sentidos en una parte del cerebro es lo que nos permite hacer una hipótesis de cómo se encuentra el mundo. Creo que el ser humano siempre está haciendo hipótesis, por eso creo que la sinestesia es un fenómeno que todos tenemos.

Sinestesia que implica la conjunción de los sentidos que luego armamos en nuestro cerebro, aunque no esté predominando uno de manera fantástica en términos, por ejemplo, de oír o saborear la luz del Sol.

Como las imágenes del poeta Quevedo, ¿verdad?: “Escucho con mis ojos a los muertos”. Es una forma de ver con el oído. El neurofisiólogo Oliver Sacks (al reflexionar sobre los sordomudos que se expresan con un lenguaje de símbolos que es gestual) dice que esto implica un ojo que escucha. Cuando están buscando la manera de hablar, el ojo tiene que escuchar. Esto es algo real, no tan sólo metafórico.

Tú perteneces a dos culturas, la del arte y la de la ciencia. La cultura médica pero también la de la novela. Háblanos de por qué te vinculas al mundo de la escritura.

Se trata de dos tareas exigentes. Sin embargo, me parece que es algo que uno adquiere de niño, sobre todo la parte narrativa. La narración es algo que se aprende en la infancia. Eso se debe a que nacemos con una abuela o con una madre o con alguien que nos narra una historia. Creo que esa es la fuente, aunque no estoy del todo seguro.

Lenguajes de la ciencia
Te interesaron los dos mundos: el de la narrativa y el de la ciencia. En tu libro de ensayos se percibe a la ciencia como una narración del mundo.

Galileo dice que el mundo es un libro pero que no todos lo pueden leer, está escrito en un lenguaje que no todos comprenden. Puede ser verdad o no. No estoy seguro de que la matematización sea la única manera de entender al mundo.

Bueno, por eso también escribes novelas. Si el mundo matematizable de la ciencia nos revela fragmentos o parcelas de la realidad, ¿qué es lo que nos revela el arte?

El arte quizá es muy anterior a la ciencia. Tanto la música como la danza, la pintura y la literatura nos revelan algo crucial, fundamental, secreto, que tal vez tiene que ver con la parte emocional del ser humano. Es más emocional el arte, pero no nada más emocional. De ahí la relación del arte con la filosofía, con la religión, con otras formas de ver el mundo. Yo creo que el artista ve al mundo como algo enigmático. Al igual que en la ciencia, hay algo que está enfrente, visible, pero sabemos que eso que está visible no es nada más eso. Algo está detrás que quieres descifrar y nunca lo llegas a hacer del todo, pero por lo menos te asomas.

Planteas que la ciencia trata de explicar lo inexplicable y el arte trata de expresar lo inexpresable. Hay un concepto que me parece muy interesante: se necesita apalabrar la realidad para obtener conocimiento.

Maravillosa esta reflexión, se necesita saber escribir para ser científico.

Eso me parece muy importante. Tener un mundo bien estructurado verbalmente, y hacerlo pasar por la escritura, sirve para abrir parcelas de la realidad a científicos del tamaño de Santiago Ramón y Cajal. Él y otros grandes científicos eran, además, buenos escritores.

Don Santiago Ramón y Cajal escribió una serie de libros literarios, cuentos, memorias (destaca su obra El mundo visto a los ochenta años), ensayos, y consejos para el joven investigador científico. Su grafomanía incluyó un gran libro de histología del sistema nervioso. Un consejo que él da es que hay que aprender a escribir, y hay que escribir en lo que él llama los lenguajes de la ciencia, en su época el francés y el alemán. Tenemos que escribir para ser competitivos en otros idiomas, pero creo que es muy importante lo que has mencionado: la capacidad de estructurar el lenguaje para poder trasladar al lenguaje lo que estás viendo. Este problema es similar en la ciencia y en el arte: pasar de lo que es visual o auditivo a lo que está escrito. Eso es un acto heroico, muy difícil, no pensamos ello, lo desdeñamos. Consideramos que ya sabemos escribir y que no tenemos que hacer ningún esfuerzo.

Esa tarea de traducción de una imagen a la palabra escrita es fundamental para el reconocimiento de un instante creativo, para formular hipótesis que lleven a experimentos y que conduzcan a lo que Ramón y Cajal precisamente planteó en términos de sus investigaciones del cerebro que hasta hoy día siguen siendo luminosas.

Hay que pensar que él era un hombre extraordinariamente visual. Tenía un enorme talento para dibujar y también aptitudes en la fotografía, pero además tenía la habilidad para escribir.

Fue un modelo de la creatividad artística y científica al mismo tiempo.

En la piel del otro
Otro gran ejemplo fue Vesalio. Escribió el libro De corporis humani fabrica en colaboración con Stephan Van Calcar, alumno de Tiziano. Entre los dos hicieron grandes dibujos anatómicos, la descripción y la imagen. Creo que hoy este libro es más valorado como obra de arte. Esa sed del conocimiento representa un gran misterio. Habría que reflexionar un poco más sobre eso para estimular a nuestros hijos, a los niños, a los jóvenes. Decía Borges que la literatura no te puede enseñar sino acaso el amor por la literatura. Así que si enseñamos el amor por la ciencia, por el arte, podemos inspirar a otros más jóvenes que nosotros y a nuestros amigos.

Asumir al otro y asumir la mente del otro, son ejercicios de otredad que se logran a través de la escritura y de la cultura abierta de la ciencia y el conocimiento.

Esa es la narración, la posibilidad de ponerte en la piel del otro. De alguna manera la ficción podría revelar nuestra verdadera naturaleza, eso que aún no puede explicar la ciencia por más que la neuropsicología lo intente. El amor y la amistad son sentimientos y pensamientos que estamos muy lejos de explicar mediante la ciencia.

De lo que se trata es de que el lector de alguna manera participe en meterse en esa piel del otro para así explorar nuevos mundos. De eso hemos estado hablando: de cómo se explora el mundo del otro, el cerebro del otro y el propio cerebro, a través de la ciencia y el arte. Bruno Estañol sonríe. Es un oído que mira. Un ojo que escucha.

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