El orgullo de una madre

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Mi madre, Ole Veshalom, fue educada para obedecer a la autoridad. Mi abuela, su madre Caroline ya había nacido en Viena en 1860, la Capital del Imperio Austro Húngaro. Mi madre fue la segunda generación nacida en Austria. La familia de mis abuelos maternos, los Gruenfeld, eran ciudadanos ejemplares austríacos, nacieron en Nitra, que hoy queda en Slovaquia. Vivieron varias generaciones de Gruenfeld en este lugar, eran campesinos judíos, mayoristas en productos agrícolas en Neutra. Ese era el nombre del poblado en alemán. También era el apellido del Arquitecto Richard Neutra, quien emigró a los Estados Unidos en 1928 y es considerado como uno de los fundadores de la escuela moderna de arquitectura.

Nitra es el nombre de un río, que pasa por la pequeña ciudad del mismo nombre. Allí hay un Palacio Episcopal, una Universidad fundada en 1816, un Divadlo, teatro en checo. Ya no hay judíos allí. Antes de la guerra vivían ahí unos quince mil judíos. Aunque la sinagoga fue destruida y quemada, durante la Segunda Guerra Mundial, ha sido reconstruida, con gran empeño por el gobierno comunista de Gottwald en 1948. Así, como otras en la antigua Checoslovaquia entre 1946 y 1989. Reconstruyeron las sinagogas pero no podían restituir a los creyentes, a los Mitpalelim quienes fueron asesinados o deportados.

Para mi madre, una orden de la autoridad, cualquiera que esta fuera, no se discutía. Se obedecía. Mi madre nunca salió de Viena porque nunca obtuvo la autorización legal para viajar. Mi madre fue convocada, recibió una orden escrita, un Meldung befehl, para presentarse dentro de las veinticuatro horas en una escuela en la Leopoldstadt, que había sido judía alguna vez. Con una maleta que no podía pesar más de 20 kilogramos. No fueron por ella, no la arrestaron en la calle, le ordenaron que se presentara. Ella se presentó.


Esto sucedió en Viena, ciudad donde mi mamá vivió hasta 1942. Tolerada de alguna manera, con otros judíos, que todavía no habían sido deportados, en Diciembre de 1942. Mi madre nunca hubiera viajado a ningún lado, sino estaba previamente autorizada para hacerlo. Para ella era impensable, fugarse a un bosque, tomar un barco ilegal sobre el Danubio, o simplemente esconderse en algún lugar, en la Ciudad que en aquel entonces contaba con dos millones de habitantes.

Mi madre era demasiado orgullosa para eso. Dass macht man nicht. Esto no se hace. Hubiera podido ganarle tiempo a la Gestapo, ganarle tiempo a la vida. Eso no iba con la mentalidad de mi mamá. Ella tenía su forma de pensar, de razonar. Se presentó el día y a la hora acordada. Se entregó. Era relativamente joven, había nacido en 1902, tenía 40 años de edad. Probablemente se veía más vieja, más acabada, por los tormentos que le fueron infligidos. Los semblantes de los deportados, todos parecían más viejos. De Viena fue llevada en los vagones para animales, hacia el oriente.

La “Umsiedlung nach Osten” no había sido modificada. Estábamos en Diciembre de 1942, a once meses de la puesta en marcha de la Endloesung, la Solución Final acordada en Wannsee, cerca de Berlín. Para los alemanes, todo funcionaba, estaban en tiempo.

Mi madre fue a dar a un KZ, un Konzentrations Lager, a un Campo de Trabajo cerca de Lublin, a Opole, Kreis Pulawy, en el extremo Oriente de Polonia. Allí murió, probablemente durante una epidemia de tifo en Marzo de 1943. Que D`os la tenga en su seno.

La sigo venerando. Es una madre dentro de los millones que nos fueron arrebatadas. El mundo fue sacudido por la maldad entre 1933 y 1945, nadie fue respetado. Fue una vergüenza para la humanidad.

Mentalidades como la de mi mamá, afiladas en las escuelas públicas del régimen imperial, glorificadas por una autoridad civil, que existió hasta la primera Guerra Mundial. Las personas no fueron respetadas, mucho menos si eran judías. El destino para todas ellas fue el Holocausto.

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