El pasado judío de Tui

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Una de las constantes que encontramos al intentar un acercamiento a la presencia judía en Galicia es la falta de documentación que impide un conocimiento en profundidad de los personajes que compusieron su sociedad, sus barrios, sus edificaciones o las relaciones que mantuvieron con la población cristiana. Sin embargo, en el caso concreto de Tui, los escasos treinta documentos conservados son lo suficientemente significativos como para afirmar la existencia de una sinagoga, de un cementerio y conocer datos personales o profesionales sobre algunos de sus personajes. Es decir, confirman la existencia de una comunidad judía estructurada como tal.

Ante la falta de documentación demográfica y para hacer un cálculo aproximado del número de habitantes de Tui, es necesario recurrir a la cantidad tributada a la hacienda real, en concepto de “servicio y medio servicio”, por los judíos tudenses. Dicho impuesto se recaudaba asignando una cantidad proporcional al volumen de población, pagando, en el siglo XV, 45 maravedíes por cada vecino o cabeza de familia mayor de veinte años y eximiendo del tributo a las mujeres. Sin embargo, como los judíos de Tui cotizaron en un grupo formado por las comunidades de Tui y Baiona, no es posible aislar las cantidades correspondientes a cada una de ellas pero sí muestran, en cambio, su escasa entidad poblacional. Las cantidades tributadas fueron las siguientes:

Año Cantidad a pagar Número de familias


1464 1000 1000 / 45 = 22 1472 450 450 / 45 = 10 1474 450 450 / 45 = 10 1479 600 600 / 45 = 13 1482 600 600 / 45 = 13

A pesar de contar con tan pocos habitantes la comunidad judía de Tui contó con dos de los elementos fundamentales: la sinagoga y el cementerio.

De la sinagoga -denominada “tora” en la documentación tudense- existe constancia en una pequeña anotación correspondiente al año 1546, que dice textualmente: “Rua da Oliveira. Por las casas que foron Toura dos Judeos que he a cabaleriça que esta pegada ao muro han as Aniversarias de pension oyto mrs.”. Por lo tanto, la sinagoga estuvo situada en la “Rúa da Oliveira”, en la zona más próxima a la muralla y no tendría ningún valor arquitectónico pues en esta fecha el lugar que ocupó fue utilizado como caballeriza.

Mantener un cementerio era una de las obligaciones fundamentales para cualquier comunidad hebrea. Primaba incluso sobre la de construir una sinagoga, ya que si para la oración pública era suficiente una pequeña habitación, resultaba de todo punto imprescindible disponer de un osario o cementerio en el que enterrar a los difuntos con arreglo a los ritos particulares de la religión judía. En el caso de pequeñas comunidades que no contaban con cementerio propio, sus difuntos eran llevados a enterrar al cementerio de la aljama de la cual dependían. Éstos solían localizarse fuera del recinto de la judería, incluso fuera del recinto amurallado de la ciudad. Con frecuencia estaban situados en una pequeña elevación de terreno, en tierra no labrada, procurándose que entre la ciudad y el cementerio discurriera un río o un arroyo y entre un mínimo de cincuenta pasos de la última casa, como prescribe el Talmud, y un máximo de dos o tres kilómetros. Tui no es una excepción a esta norma general puesto que en 1526 se menciona el “monte que fue fosario de los judíos”, lo que no deja lugar a dudas sobre la existencia del cementerio, y en 1544 que estaba situado en el entorno de “rrio de Moyños”, riachuelo que, en palabras de Ávila y la Cueva, bajaba del monte “Aloya” y distaba una legua de Tui. En consecuencia, el de Tui, cumplía con todos los requerimientos prescritos para la ubicación de un cementerio hebreo.

Las pocas noticias conservadas sobre la dedicación profesional de los judíos tudenses muestran la presencia, de un carnicero, de artesanos dedicados al trabajo de la plata y posiblemente a la cantería y de recaudadores de rentas aunque ninguno de estos últimos fue vecino de Tui.
En 1421, se documenta la presencia de un “Pedro judeu, carniceiro”, cuya profesión era fundamental en cualquier comunidad judía debido a las prescripciones alimenticias fijadas por la religión judía y que se especifican detalladamente en el capítulo XI del Levítico y el XV del Deuteronomio.

Entre 1432 y 1435, Abrahán y su yerno Isaac elaboraron una cruz de plata para la Iglesia de Tui a partir de unos cálices y sus correspondientes patenas que el propio cabildo les proporcionó y de ciertas cantidades de plata que ellos les prestaron. Inicialmente recibieron el encargo de realizar sólo la cruz pero cuando ésta estaba terminada y, tras inspeccionar el trabajo, el cabildo les encargó realizar también el pie de la misma. Una vez finalizado el trabajo recibieron en concepto de salario algo más de 5.000 maravedíes.

La presencia de canteros judíos se puede deducir de unos signos lapidarios hallados en la catedral. Ésta fue construida entre los siglos XII y XV y en ella trabajaron varias generaciones de canteros que usaron sus propios signos, posiblemente para justificar el trabajo realizado a destajo. En el claustro, frente a la Sala Capitular y en las escaleras de acceso al mismo, aunque este último muy deteriorado, se representó un candelabro de siete brazos, símbolo judío por excelencia durante el periodo medieval.

Las referencias a recaudadores son, sin embargo, relativamente más abundantes. No porque hubiese más judíos dedicados a ellas sino porque generaron mucha más documentación que otras profesiones. Se sabe de la actividad, a finales del siglo XIV y principios del XV, de don Zulema Abenarroyo, miembro de la cámara de cuentas de la cancillería real, recaudador del reino de Galicia desde 1396 a 1400 y desde 1402, sin especificarse hasta cuándo, del arzobispado de Santiago y de Tui; de Salomón Baquix y de su hermano Mose en el período 1435-1437 y en 1439, aunque no actuaron directamente sino a través de otros recaudadores tanto judíos como cristianos; de Judá de Villamañán, vecino de Villamañán entre 1455 y 1458 y, finalmente en 1467 de Abrahán Cepedal.

La documentación deja constancia, además, de otros personajes de los que apenas se conoce algo más que su nombre. Este es el caso de Samuel, Liom, Salomón o Saúl todos ellos relacionados con foros o reclamaciones judiciales.

Pero ¿qué ocurrió en 1492 con esta población cuando los Reyes Católicos ordenaron la expulsión de sus reinos todos aquellos judíos que no quisieran renunciar a su fe y convertirse al cristianismo? La tantas veces mencionada escasa documentación sólo nos da unos indicios sobre lo que ocurrió en esa fecha. Como parece lógico suponer, una parte de la comunidad judía siguió fiel a su religión y optó por la salida del reino pero otra se convirtió y permaneció en la villa gozando de los privilegios que, inicialmente, la nueva fe les otorgaba.

Uno de los que optaron por abandonar Tui fue Salomón quien el 7 de mayo de 1492 donó la casa en la que vivía, situada en la Rúa de la Canicouva, a Vasco de Marsán porque “el agora sya desta terra”. Unos días después y por la misma razón, Daniel, renunció a la casa que tenía en la plaza de la ciudad. Asimismo el 18 de mayo de 1492, David vendió también su casa y aunque no se especifica el motivo, todo hace suponer que fue porque decidió abandonar Tui.

Aquellos que optaron por el bautismo no tardaron en suscitar la desconfianza y animadversión de los cristianos viejos y, de esta forma, se fue incubando una cierta hostilidad que les convertiría en unos de los objetivos del Tribunal de la Santa Inquisición. Los nombres de algunos de los procesados en Tui han quedado registrados en una serie de Sambenitos o túnicas que debían ponerse los reos en un auto de fe. Sirva como ejemplo Enrique Méndez Mercader.

Primeramente vivió en Viana do Castelo, donde consta el nacimiento de su hija Catalina. Después lo haría en Baiona, donde posiblemente nacieron sus hijas Isabel, María y Blanca, desconociendo el lugar de nacimiento de sus otras dos hijas, Margarita y Beatriz. Finalmente, algún tiempo después se trasladaría a Tui, donde se le cita como vecino.

Por lo tanto y a modo de conclusión se puede afirmar que la excepcionalidad de la documentación de Tui no se refiere tanto al número de documentos conservados, sino a la singularidad de los mismos, que permiten afirmar la existencia de una comunidad, de una sinagoga, de un cementerio, conocer algunas de las profesiones ejercidas por los judíos tudenses o la decisión que adoptaron ante el Edicto de Expulsión de 1492.

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Dra. Mª Gloria de Antonio Rubio CSIC – Instituto de Estudios Gallegos “Padre Sarmiento”

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