El pecado de perder la iniciativa

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Una ola de reconocimiento al no nacido “libre e independiente” Estado de Palestina, se está moviendo a través de América Latina y más allá. Aunque el significado exacto de este desarrollo es incierto, claramente significa una estrategia dirigida a imponer hechos consumados. Es una estrategia peligrosa que sólo amplificará el clima de hostilidad, y desviará las perspectivas de una paz sólida y duradera.

Tal inexistente Estado se basaría en el restablecimiento de las fronteras de 1967, que no son fronteras reales en absoluto, sino líneas de armisticio, y la consagración de Jerusalem oriental como su capital. Es una fórmula que desborda problemas. Y aunque se revela tan poco saludable, podría llegar a las Naciones Unidas en el primer semestre de 2011, donde una mayoría automática en contra de Israel votará a su favor. Sin importarle que lleve a un buen puerto el largo conflicto.

Aunque el nuevo Estado de Palestina comenzaría a funcionar con una capital provisional en Ramallah y en el territorio actualmente bajo su control, buscaría apoyo de todo el mundo para obligar a una total retirada de Israel hasta las líneas de 1967, exigir el reparto de Jerusalem y a la evacuación de 300.000 colonos de Judea y Samaria, así como a la aceptación por parte de Israel de cientos de miles de refugiados palestinos. Y cuando Israel no cumpla -no podrá cumplir-, será acusado de violar la ley internacional y se verá abrumado por sanciones en cadena.


Huelga decir que la ONU no se preocupará de que Palestina esté desmilitarizada, ni presionará por medidas eficientes para controlar la lluvia de misiles que podrían alcanzar los puntos más sensibles de Israel.

Hay que ser ciego o carente de memoria para no entender el inminente peligro. La pasividad por parte de los líderes israelíes me resulta indignante. Están cometiendo el pecado de perder la iniciativa. Las consecuencias serán nefastas.

Moshe Dayan, cuando se le preguntó en 1975, qué pretendía hacer Israel respecto de los territorios ocupados en la Guerra de los Seis Días, respondió que “la decisión es no decidir”. Dayan, al parecer, olvidó que fue una decisión oportuna a principios de junio de 1967, la que salvó a Israel de una muerte cierta.

Si a continuación de las guerras Israel hubiera tomado iniciativas impactantes- por ejemplo, ofrecer la devolución de las dos terceras partes del Sinaí y una pequeña franja de los Altos del Golán, así como la creación de un Estado palestino desmilitarizado en parte de la Margen Occidental – el mundo se habría sorprendido y lo hubiera apoyado. Pero esto no sucedió. Más tarde, cuando se hicieron concesiones, fueron mucho mayores.

En 1977, la iniciativa provino del Presidente de Egipto Anwar El Sadat, y su sorpresa obligó a que el halcón político de Menachem Begin se retirara del Sinaí hasta el último centímetro. Las concesiones de Israel fueron elogiadas entonces, porque parecían conducir también a la paz con los demás vecinos. Pero esas concesiones establecieron un grave precedente: el restablecimiento de las fronteras anteriores a 1967. Se ignoró que las fronteras en el Medio Oriente han sufrido muchos cambios, son bastante jóvenes y no responden siempre a la racionalidad. Es obvio que Siria no se conformará con menos de lo que recibió Egipto. Y ahora los palestinos exigen términos similares.

¿Qué iniciativas debería tomar Israel en la situación actual, que podríamos caracterizar como de emergencia?

Creo que Benjamin Netanyahu está en la misma posición que Begin en 1979. Es un líder y, como Begin, parece representar el área más nacionalista. Si pudiese recuperar la iniciativa y persuadir a la opinión pública mundial -con firme insistencia- de que no es un buen camino la división de Jerusalem y el restablecimiento de las “fronteras de Auschwitz” (como Abba Eban definía las líneas anteriores a 1967) – tiene una buena oportunidad para lograr la paz.

Como golpe de efecto, Netanyahu debería pedirle públicamente al presidente Obama que convoque ya mismo a una reunión urgente en Camp David (y participe de ella). En esa conferencia el presidente y el primer ministro de la Autoridad Palestina dialogarán en forma directa con Netanyahu, en presencia de Obama. Incluso antes de la reunión debería Netanyahu manifestar su intención de entregar al futuro estado palestino partes significativas de los territorios, pero con modificaciones que beneficiarían a ambas partes. Debería comprometerse a proporcionarle apoyo tecnológico en las áreas de agricultura, electricidad, agua, cuidado de la salud y turismo.

Al mismo tiempo, el primer ministro tiene que dejar en claro que Israel no permitirá la violación de la libertad de culto, la profanación de lugares sagrados o volver a dividir Jerusalem. Puede basarse en lo ocurrido mientras esta ciudad estuvo bajo el control jordano durante 19 años.

El Estado palestino tendrá que estar desmilitarizado, como es el caso de Costa Rica. Además, hasta que un clima pacífico se consolide, sus fronteras deberán ser controladas por los países amigos y por el propio Israel.

Proponer dividir a los aproximadamente 300.000 colonos en tres grupos (una idea originalmente planteada por el escritor A.B. Yehoshua), sobre la base de una fórmula a ser negociada. El primer grupo se trasladaría a varios lugares dentro de Israel. El segundo permanecería en el nuevo Estado – después de todo, si la población de Israel es una quinta parte árabe, entonces ¿por qué Palestina no puede incorporar 100.000 judíos?-. El tercer grupo, junto con las zonas donde viven, terminarían anexadas a Israel.

La paz debe convertirse en una nueva era para los refugiados árabes. Los campos de la mísera crónica tendrán que ser desmantelados definitivamente, y sus habitantes trasladados a diversas áreas del nuevo Estado. Los países árabes ricos, que vierten fortunas en proyectos faraónicos, deberían comprometerse a crear granjas, fábricas y viviendas para esta gente. Y esta gente sería el mejor “abono” para el aún inexistente Estado palestino.

Netanyahu también podría expresar el deseo de avanzar hacia una Confederación palestino-israelí-jordana, que abarcaría la zona histórica de toda Palestina.

Estas no son las únicas iniciativas necesarias y posibles. El objetivo es nítido: dar lugar al amanecer de un nuevo Estado árabe, que pueda vivir y prosperar junto a Israel, sin mantener reclamaciones eternas o continuar dañando y dañándose con el papel de víctima. Para lograrlo es imperativo que los líderes de Israel tomen el volante y empiecen a apretar el acelerador.

El Dr. Marcos Aguinis es el autor más leído, con más de 30 obras de ficción y no ficción en su país natal, Argentina. Ganó muchos premios literarios, y tiene doctorados honoris causa por la Universidades de Tel Aviv y la Universidad Hebrea.

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusion:
www.porisrael.org

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