Optar, elegir, la responsabilidad de decidir muchas veces a lo largo del camino, lo mismo sobre pequeñeces que en situaciones que diametralmente cambian todo.
Nos resulta difícil hacerlo en determinados momentos; estamos tan acostumbrados a que los demás decidan por nosotros, a trasladar la importancia de ello a los otros, a seguir siendo habitantes y presos en la jaula que conocemos como zona de confort.
Crecer duele, sólo sí, careces de voluntad para ser feliz, para darte cuenta que mereces serlo, para ser conscientes de que la libertad es deseable, factible y un objetivo alcanzable; esto sustituye al miedo inculcado por muchas vías que nos detiene en el camino.
En Filosofía y en Psicología se le llama libre albedrío, piensa un segundo en estas dos últimas palabras, el poder que encierran. El concepto antagónico a la libertad, a su carencia, es la esclavitud; eso es lo que combate la capacidad de elección, eso es lo que ganas, distinto a suponer una pérdida de algo.
Somos víctimas de nuestras propias cadenas, nosotros las creamos, nos las ponemos y en multitud de ocasiones hasta le regalemos la llave de los candados a alguien más, que generalmente resulta el inadecuado.
Quiero llamar tu atención y compartirte que desde el inicio esto es un error; nadie tiene el derecho, ni tú misma, de construir cadenas para este fin, menos aún para utilizarlas con ese propósito; las hipotéticas llaves, en su caso, deberías siempre de conservarlas.
La libertad de elegir, concepto que te responsabiliza al mismo tiempo que te empodera.
Ejercer este derecho es una obligación de todo individuo; cederlo es retroceder siglos en el pensamiento humano. Sigue llamando mi atención y provoca en mí, sensaciones distorsionantes cuando escucho, generalmente a alguna mujer, que solicita el permiso de su pareja para tal o cual cosa; cual si estuviera impedida a vivir su propia vida.
Poco aporta el que nada tiene; para esto último se requiere ser, experimentar, lograr; ello pasa necesariamente por ser capaz de compartir.
Somos propensos a suponer que estamos obligados todo el tiempo, en cualquier condición, a ser perfectos. Nos está impedido, por quienes intentan dominarnos o por nosotros mismos que les compramos sus chantajes, el equivocarnos.
El secreto se encuentra en vivir lo nuestro, desde ese aquí y ahora que siempre está presente; considerar que nunca se falla en esto; el que nada hace, debe tomar en cuenta que la falta mayor, es quedarse inmóvil o posponer las decisiones.
Tenemos derecho a modificar y enmendar situaciones que nos son adversas, nada se compra ni persiste siempre, más que cuando nos lo autoimponemos.
Opta por la vida, elige tu camino, pon en práctica la libertad que tienes, sé consciente de que siempre ha estado ahí, despiértala, desempólvala, empodérate, toma posesión de ti misma.
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