En este artículo me referiré al poder de la palabra, mas no desde un punto de vista espiritual ni religioso, sino meramente social. Y la palabra no es solamente lo que se dice, también lo que se escribe, lo que se escucha, lo que se lee, lo que se da a entender, lo que se interpreta, la manera en que se dicen las cosas, el contexto, el tiempo y la situación que está sucediendo en el escriba o hablante, así como en en escucha o lector. También se debe tener en cuenta el tono de voz, el timbre de voz, la velocidad entre palabras, el temblor de la voz, el tiempo que se tiene para decir, escuchar o leer las palabras, el compromiso obtenido por voluntad o bajo presión. Y así como todo lo mencionado, seguramente habrán muchos más datos que le hacen a la palabra. Entre esas cosas de extrema importancia son los silencios, ya que no opinar o callar, también es una forma de expresarse. Otro detalle a tener en cuenta es frente a quien se dice lo que se dice, el lugar, el clima, las imágenes o la cantidad de gente al rededor, así como en qué sector específico. No es lo mismo decir algo en un cumpleaños familiar frente a los amigos que pararse frente a desconocidos para dar una conferencia detrás del atril.
Y si digo todo esto es porque en este momento puedo decirlo de esta manera, que si estuviera en otro lado tal vez no existiría en mi ni siquiera la inspiración para pensar en escribir esto. Lo mismo tú, que ahora puedes leerlo, en otro momento tal vez no o tal vez no lo comprendas de la misma manera o no te concentres igual. Puede ser mejor o peor, pero el ahora es un momento único e irrepetible.
Es posible que de aquí se entienda que, así como existen diversas maneras de comunicar o desear comunicar, y, debido a todo lo antedicho, posiblemente se interprete como un pequeño prólogo a las excusas del incumplimiento de la palabra, pero no. Y aseguro que no debido a la misma palabra “excusa”, pues dadas las circunstancias mencionadas, entonces no siempre es excusa sino que también puede ser justificación.
Tampoco es incumplimiento, sino interpretación dependiendo de tantas y tantas cosas. Entre tantas cosas que modifican la interpretación son el amor, el odio, el fanatismo, la necedad o la necesidad.
Muchas veces nos convencemos de antemano a que lo que tal persona vaya a decir será verdad o mentira, sólo porque nos cae bien o no. Tal vez, realmente esa persona sea un malvado y no por eso todo lo que diga estará mal ni errado. Hubieron grandes genocidas que han dicho verdades irrefutable, tanto para su época como para la actualidad. Han existido intelectuales de la talla de Sócrates que han dicho cosas aberrantes para su época como para la actualidad. Y esto también es y debe ser sopesado en base a quien lo interpreta y todos los sentimientos y medios que lo rodean llamados contexto.
Muchas veces, con tal de sacarte a alguien de encima le dices cosas para terminar la conversación cuando realmente no deseabas decir eso. Si bien a quien se le dijo eso no supo o no quiso o le convino interpretar las palabras de manera literal y con justa razón exige el cumplimiento de las mismas por parte del enunciador, está en quien las emitió haber sabido decir las cosas de mejor manera, tal vez más directa o tal vez sin decir nada, con el silencio.
Por lo tanto, debemos responsabilizarnos antes de hablar, pero no es menos responsabilidad la que debe hacerse cargo el oyente y saber quien, por qué, en qué contexto dijo lo que dijo.
Es por eso que antes de reclamar una “promesa incumplida” es correcto que sepamos analizar si, a pesar que se nos dijo tal cosa, si fue eso lo que se nos quiso decir o si fue esa la intención, sin fijarnos solamente en las palabras y la claridad con que se nos haya dicho. Todo eso, por parte del oyente o lector, debe ser a tiempo ya que después de pasado un largo tiempo, el enunciador ya carece de los mismos contextos y argumentos que en su momento lo han rodeado.
Esto incluye al afamado “Sí, acepto” que se dice bajo el palio nupcial. Ahí existe un contexto, un ropaje, un lugar, testigos, unos modismos ya preexistentes, una cámara que dejará todo grabado y muchas cosas más. Seguramente, si nada de eso, ni la vestimenta típica, estuviera presente en ese momento, tal vez ese “Sí, acepto” no fuera tal o sería diferente en la forma y los gestos, que cuentan muchísimo.
¿No crees?
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