El pogrom argentino

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Hipólito Irigoyen fue el primer presidente elegido por el voto universal, secreto y obligatorio. Durante su primera administración ( 1916-1922) enfrentó una auge creciente del desempleo, marcado por el final de la primera guerra mundial y un sensible deterioro de las importaciones y exportaciones. Durante 1914 – 1918 el salario descendió más de un 38 por ciento ( Jorge Lanata, Argentinos, tomo 2, Ediciones B Grupo Z, Bs. As. 2003, pág. 32).

La Revolución Bolchevique se había producido hacía menos de dos años y el simple recuerdo de los soviets de obreros y campesinos decidiendo el destino de la nación más grande del mundo hacía temblar a los sectores mas tradicionales del vecino país. Había que frenar el torrente revolucionario. Estos sectores comenzaron a reunirse para presionar al gobierno radical, al que veían como incapaz de llevar adelante una represión como la que ellos deseaban y necesitaban. Se hacía necesario el empleo de una “mano dura” que les recordara a los trabajadores que su lugar en la sociedad viene por el lado de la obediencia y la resignación.

Así fue como un grupo de jóvenes de aquellas “mejores familias” ( Felipe Pigna, Elhistoriador.com) decidieron “patrióticamente” armarse en “defensa propia”. Esos “civiles”, instruidos por militares, muy poco tiempo después formarían la “Liga Patriótica” el 16 de enero de 1919 y otras estructuras similares, se habían formado en el odio al inmigrante, especialmente los judíos, a quienes acusaban de estar fomentando la “conspiración judeo-maximalista” para “disolver la nacionalidad argentina”.


A comienzos de 1919 la huelga de los Talleres Metalúrgicos Vasena, desató una violenta represión policial con el saldo de la muerte de un suboficial. Como consecuencia, estos grupos para-policiales se comenzaron a reunir en las comisarías. En ese lugar se les distribuían armas y brazaletes. Desde allí partían en coches último modelo, manejados por los jovencitos de familias tradicionales y al grito de “Viva la Patria” se dirigían a las barriadas obreras, a las sedes sindicales, a las bibliotecas obreras, a la sede de los periódicos socialistas y anarquistas para incendiarlos y destruirlos, todo bajo la mirada cómplice de la policía y los bomberos.

Como consecuencia de esa acción, también el barrio judío de Once fue atacado con saña por las bandas patrióticas que se dedicaban a la “caza del ruso”. Se violaron los domicilios de nuestros correligionarios, se incendiaron libros, sillas, mesas, trastos viejos. Se agredió a comerciantes judíos culpándolos de hacer propaganda comunista. Muebles y cajones se arrojaban a la calle, al grito de mueran los judíos, mueran los maximalistas.

La trágica semana del 7 al 14 enero de 1919, objetivamente, dice Boleslao Lewin (Cómo fue la inmigración judía en la Argentina, Editorial Plus Ultra, Bs.As. 1983, pág. 173), nada tenía que ver con los judíos. No eran parte ni de la parte patronal ni de la obrera.

Los terroristas de la Liga atacaban a los transeúntes, particularmente a los que vestían con algún elemento que determinara su pertenencia a la colectividad. La cobarde agresión no respetó ni edades ni sexos.

Marcel Chockler ( Lewin, ob.cit. pág. 192) declaró que la policía asaltó la biblioteca I. L. Peretz, apoderándose de su libros, escritos en idisch, diciendo que eran todos libros anarquistas. En la avenida Pueyrredón fue atacada la Asociación Teatral Judía. Todo lo que había en los mencionados locales fue arrojado a la calle y quemado. Los transeúntes, además, eran golpeados, mientras la policía montada, en perfecta formación, observaba pasivamente. Fue violado en esa trágica semana el domicilio de reunión de los Poalei Sion ( fracción obrera del movimiento sionista). Su biblioteca fue devastada y quemada.

También se atacaron las bibliotecas de Avangard ( Vanguardia), organización socialista judía y se detuvo al director de su periódico: Pedro Wald, judío polaco emigrado a la Argentina en 1906, afiliado al Bund en su país natal. Ejercía además el oficio de carpintero. La acusación, tan burda que parecía tragicómica ( Schiller), fue aceptada durante bastante tiempo por los voceros del régimen: Wald estaba destinado por los maximalistas a convertirse en el primer presidente del Soviet argentino. Wald fue salvajemente torturado en la 7ª (ubicada en el mismo lugar donde está hoy: Lavalle, entre Paso y Pueyrredón), pero se negó a “confesar”. La intensa movilización popular logró que se lo dejara en libertad.

El único muerto de origen judío ( Lewin, ob. Cit. Pág. 176) fue un sastre de antecedentes inmejorables según sus vecinos. Samuel Muller, fue atacado por un oficial de la seccional novena. Quien lo asesinó manifiesto luego: ” Así vamos a matar a todos tus paisanos “. Era casado y tenía tres hijas.

Los heridos y magullados mas de sesenta, lo fueron en las propias comisarías. Otros fueron golpeados por los hijos de las familias tradicionales.

El jefe de Policía, el dirigente radical doctor Elpidio González, lanzó el 10 de enero un llamado dirigido a las Fuerzas Armadas y a las bandas civiles. Las saludaba por la “energía y heroísmo” con que lograron dominar la situación.

Cuando una delegación de dirigentes judíos se entrevisto con el presidente de la República Argentina, Hipólito Irigoyen, este prometió tomar todas las medidas posibles a fin de castigar a los culpables y evitar que se repitiesen hechos tan dignos de repudio. Sin embargo, observó que la delegación debió haber concurrido al primer magistrado en su calidad de ciudadanos argentinos y no en nombre de una colectividad. A lo cual el rabino Halphon le respondió que los desmanes patrióticos se habían realizado bajo la consigna antisemita de ¡Mueran los rusos! y estaban directamente dirigidos contra la población judía. ( Lewin, ob. Cit. Pág. 205).

El resultado concreto fue según Lewin que ninguno de los responsables del pogrom fueron castigados. No hubo sanciones para las fuerzas represivas, ni siquiera se habló de “errores o excesos”; por el contrario, el gobierno felicitó a los oficiales y a las tropas encargadas de la represión y volvió a hablar de subversión.

Recién el lunes 20 de enero de 1919, los obreros de Vasena, tras comprobar que todas sus reivindicaciones habían sido cumplidas y que no quedaba ningún compañero despedido ni sancionado, decidieron volver a sus puestos de trabajo.

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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