El preocupante deterioro estadounidense, Segunda parte

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En la primera parte de este artículo mencionamos varias facetas en las que E.U. se ha rezagado de manera importante con respecto a otros países, lo cual se ha debido a errores fundamentales de sus dirigentes.

En primer lugar, todo el sistema de vida estadounidense gira alrededor del auto particular; quien no lo posee se convierte automáticamente en ciudadano de quinta. Ello ha resultado en una enorme utilización de gasolina y el descuido del transporte público, que es considerado como un servicio para los desposeídos, que no amerita ningún nivel de calidad. El transporte de larga distancia se confió a las aerolíneas, que hoy proporcionan a los estadounidenses un servicio malo y caro. No hicieron éstos caso del refrán de “no colocar todos los huevos en la misma canasta”, al hacer depender, con increíble falta de visión, todo su transporte del petróleo.

Otra característica del sistema estadounidense es el desperdicio: de productos, envases, alimentos, energía, etc., basado en la creencia de que los recursos son ilimitados y de poco valor, lo que ha ocasionado un consumo muy superior a sus necesidades reales.


Uno de los dogmas norteamericanos favoritos es que el mercado se encargará de todo. Pero el mercado no se ocupa de proteger el medio ambiente ni de combatir la obesidad. Los servicios de salud públicos son mal vistos por los sectores de derecha y, si algún legislador propone extenderlos, aquellos se apresuran a advertir: ¡Cuidado! ¡Es el primer paso al comunismo!

Un notable empresario alguna vez declaró: “What is good for General Motors is good for the United States”, y la extensión de este concepto, de que lo principal es el bienestar de las corporaciones, se ha convertido en una de las bases de la política estadounidense. El “interés nacional” que tanto mencionan sus gobernantes, significa por lo general el interés de las grandes corporaciones.

La cultura norteamericana posee una señalada componente de violencia, la cual se promueve en películas y videojuegos que se exportan al resto del mundo. La pasión por las armas está muy extendida, y hay cientos de millones de ellas en los hogares estadounidenses. Los poderosos grupos pro-armas, basados en una interpretación distorsionada de la Segunda Enmienda, defienden a ultranza su venta y posesión.

En la misma línea, existe una fuerte tendencia a querer resolver los complejos problemas sociales exclusivamente por medios militares o policiacos. Así, se habla de guerra contra el terrorismo, guerra contra las drogas, guerra contra la criminalidad, etc. La derecha promueve el militarismo resaltando los peligros y exagerando las amenazas: Al Qaeda, Bin Laden, Iraq, la inmigración ilegal, etc.

Además de esa distorsión, prevalece una confusión de valores y prioridades. Hechos menores provocan respuestas desproporcionadas, y los graves, ninguna. Los escándalos que causaron los deslices de Bill Clinton y Eliot Spitzer contrastan con la inacción ante la masacre en el Tecnológico de Virginia. Se considera gravísimo dar cerveza a menores de 21 años, aunque éstos pueden manejar desde los 16.

Los gobernantes utilizan esquemas simplistas y maniqueístas: “el eje del mal”, “la libertad frente al totalitarismo”, etc. A sus contrincantes políticos los acusan de antiamericanos, poco patriotas, o de blandos ante las drogas o la delincuencia, como si resolver estos problemas fuera meramente cuestión de rudeza.

En su visión del mundo, los grupos de derecha siguen inmersos en las ideas de la guerra fría: E.U. como “líder del mundo libre”, su presidente como “Comandante en Jefe”, la OTAN, etc., conceptos todos obsoletos o carentes de la importancia de antaño. No se han dado cuenta que la guerra fría terminó hace casi 20 años.

Una característica de la política internacional de E.U. es la pretensión de estar por encima de los demás, de que el “interés nacional” o “salvar vidas americanas” justifican cualquier acción. E.U. está acostumbrado a dictar la agenda mundial con base en sus prioridades, y a relegar problemas importantes para los demás.

Actualmente hay un vacío en el liderazgo mundial, que E.U. ejerció durante gran parte del siglo XX. Lo que se necesita ahora son líderes – no gandallas ni basados sólo en la fuerza bruta – que actúen con inteligencia y responsabilidad, y usen su posición para ayudar a los países rezagados a progresar.

E.U. necesita desesperadamente un cambio de rumbo y prioridades. Superar el trauma del 11 de septiembre, dejar la obsesión por los peligros inflados, y concentrarse en los reales: pobreza, deterioro ambiental, carrera armamentista (sobre todo nuclear). Sería deseable que asumiera una posición más moderada entre las naciones, que promoviera la cooperación y la solución pacífica de disputas entre ellas, y no pretendiera imponer a todas sus intereses y modelo socioeconómico. A nivel interno, le convendría colocar en segundo lugar a las corporaciones y enfocarse al bienestar de las familias y los individuos, y a un estilo de vida menos dispendioso.

Bush Jr. llegó a la presidencia sobre la plataforma de tipo rudo, con el que no se juega. Y no hay duda que lo fue, pero su incapacidad hizo que su rudeza exacerbara los problemas en vez de resolverlos. Una de las lecciones que deja su presidencia es que la rudeza no basta, y no sustituye a la capacidad.

Gran parte de los errores que hemos mencionado están ligados con la ideología conservadora, y corregirlos implicaría distanciarse de ella. Ante las próximas elecciones, en el campo demócrata se reconoce la necesidad de efectuar cambios sustanciales, mientras que los republicanos siguen anclados al pasado. Se pensaría que, tras la peor presidencia de la historia, los demócratas deberían obtener un triunfo contundente pero, lamentablemente, el arcaico mensaje republicano sigue resonando fuertemente en buena parte de la población estadounidense.

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