Las principales misiones de la enseñanza incluyen la de contribuir a mejorar la justicia social y ser un instrumento para su desarrollo económico. Para cumplir con esas misiones debe existir una igualdad de oportunidades en el acceso a la enseñanza. De esta manera, gradualmente, se pasa de una sociedad construida sobre la base del origen social a una establecida sobre el mérito de cada individuo.
La búsqueda activa de la igualdad de oportunidades en el acceso a la enseñanza persigue darle a los jóvenes (y, por qué no, a todas las generaciones) instrumentos para desplegar libremente y de la mejor manera posible su inteligencia, vocación y sana ambición. Además, este camino contribuye a identificar, capacitar y aprovechar eficientemente la más escasa y valiosa de todas las materias primas de que pueda disponer una sociedad: la materia gris de sus ciudadanos.
Es así que la igualdad de oportunidades en el acceso a la enseñanza, la justicia social y el desarrollo económico se complementan y refuerzan recíprocamente.
Históricamente, el sistema de la enseñanza uruguayo ha tenido un papel importante -para muchas familias, incluso, un papel decisivo- como instrumento para la igualdad de oportunidades y la mayor justicia social. Gracias al acceso a una enseñanza de buena calidad, nuevas generaciones conquistaron, sucesivamente, mejores niveles de vida del que tuvieron sus padres y los padres de sus padres.
Ello aseguró una saludable movilidad social de una generación a la otra -intergeneracional- y un mejor aprovechamiento del talento y las capacidades de los uruguayos.
Pero, hoy, la enseñanza, ¿continúa cumpliendo con aquel rol de generador de igualdad de acceso a la educación intergeneracional y de motor de la justicia social bien entendida?
No lo hace, de acuerdo a un estudio de la Dra. Graciela Sanromán del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. La primera versión de su trabajo sobre la movilidad educativa intergeneracional en Brasil, Chile, Estados Unidos y Uruguay, en el período 1995-2006, fue publicada a principios de este año y la versión final será presentada en las XXV Jornadas Anuales de Economía (El País, 12 de octubre).
La investigación concluye que mientras la enseñanza se ha expandido rápidamente en Brasil y en Chile durante el período considerado, la evolución en nuestro país ha sido mala. En el período 1995-2006 pasamos del segundo lugar en movilidad educativa intergeneracional (después de los Estados Unidos que tiene una movilidad muy alta), a ocupar el cuarto lugar, después de Brasil y Chile.
Sanromán advierte lo obvio: que el Uruguay necesita introducir cambios sustanciales en su sistema de enseñanza para evitar el riesgo de empobrecer el capital humano de sus nuevas generaciones en comparación con lo que sucede en los países vecinos. En cambio, señala la autora, los “adolescentes uruguayos eran los menos educados” de los cuatro países.
¡Más claro, echarle agua!
“La enseñanza ha renunciado a su papel como instrumento de igualdad y justicia social”.
Artículos Relacionados: