El rey que odiaba a los judíos pero amaba los eclipses

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Durante años los escolares españoles se vieron obligados a aprenderse la tediosa lista de los reyes godos, repitiendo orgullosos la retahíla de forma irreflexiva. A lo largo de una letanía de 33 nombres se resumía la historia de España desde el 410 hasta el 711. El interminable listado empezaba con Ataulfo y terminaba con Rodrigo.

La historiografía clásica trató con desidia a la monarquía visigoda, rodeándola de un halo tenebroso, lleno de asesinatos, penurias, pestes y traiciones. Sin hacer mención alguna a los logros, que también los hubo, algunos de los cuales han sobrevivido al paso de los siglos. Entre los éxitos visigodos podríamos citar los códigos jurídicos, las obras de orfebrería, las marcas territoriales, improntas filosóficas y obras científicas.

El renacimiento isidoriano

El rey Sisebuto fue sucesor de Gundemaro y reinó entre los años 612 y 621, siendo contemporáneo del intelectual más importante de la época, Isidoro de Sevilla (560-636). Ha pasado a los anales de la historia de la monarquía visigoda por sus leyes antisemitas.


El monarca se propuso erradicar el proselitismo judío, reforzando las antiguas prohibiciones contra la conversión al judaísmo y contra los matrimonios mixtos, restableciendo la pena de muerte contra esta minoría. Poco tiempo después, puso en jaque a la comunidad hebrea, obligándola a elegir entre la conversión al cristianismo o abandonar la península ibérica.

En contraposición a esta intransigencia en materia de religión, Sisebuto fue un hombre refinado, culto y enormemente curioso, defensor a ultranza de las bellas artes y la ciencia. Si este monarca se levantara de su tumba aplaudiría con ahínco el éxito cosechado por la agencia espacial china con la sonda Chag’e-4.

El monarca fue un impertérrito entusiasta de las ciencias en general, y de la mecánica celeste en particular. A petición del monarca, en 613 San Isidoro de Sevilla escribió un tratado titulado «De rerum natura» (Sobre la naturaleza) o «Liber rotatorum», en el que sintetizó todo el conocimiento científico del momento.

Este tratado consta de cuarenta y siete capítulos en los que aborda el movimiento de los astros, la causa de los truenos, la división del tiempo, entre otros muchos aspectos. Tuvo una espectacular acogida en las principales cortes europeas.

El rey que amaba los eclipses

Cuando el rey Sisebuto recibió el libro, en agradecimiento respondió a San Isidoro con una carta-tratado, de sesenta y un versos en latín, titulada «Epistula Sisebuti». El tema elegido para el poema fueron los eclipses.

En su epístola el monarca explicaba de forma racional y precisa, sin recurrir a ningún tipo de argucias, la génesis de los eclipses de sol y de luna. La explicación de este insólito tratado astronómico hay que buscarla en una serie de hechos celestes que tuvieron lugar a comienzos del reinado de Sisebuto.

En el 611 hubo dos eclipses de luna, al año siguiente hubo otros dos eclipses de Luna y uno parcial de Sol, en el que se oscureció hasta el 87% del disco solar a su paso por Toledo, la capital del reino.

Estos acontecimientos generaron, obviamente, una cierta alarma entre la población hispana, situación que algunos aprovecharon para extraer la lectura del libro del «Apocalipsis» y la posibilidad de un cercano fin del mundo.

El monarca que leía a Aristóteles

En su escrito Sisebuto adopta una concepción aristotélica del cosmos, describe un universo geocéntrico, con la Tierra inmóvil, en torno a la cual giran la Luna, el Sol y los demás astros.

Concibe a la Luna como el cuerpo celeste más próximo a nosotros y que sirve para distinguir la zona sublunar, en donde todo es corruptible, de la región supralunar, en la cual habría un éter incorruptible y eterno.

De la lectura del libro de Sisebuto se desprenden varios conceptos, por una parte se reconoce que la tierra es esférica, ya que hace referencia a una «umbra rotae» (sombra redonda) y a un globus. Por otra, se desprende que el tamaño del Sol es mucho mayor que la Tierra, mientras que el de la Luna es inferior.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

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