El secreto de Elena

Por:
- - Visto 3055 veces

Elena Poniatowska, Elenita (París, 1932), la princesa despistada que durante décadas ha dibujado con preguntas que sacan chispas la intimidad de los grandes personajes mexicanos del siglo 20, cuando tiene que aludir a los aspectos interiores de sí misma, a las heridas que sangran, opta por el silencio. Se queda sin palabras desdeñando ser mujer de letras. Enmudece.

De su boca nadie conoce a fondo la penitencia que ha cargado durante una vida, misma que la condena a ser Santa Elena de Atocha. La devota que dispensa caridad. La mujer piadosa que da a manos llenas a los desposeídos, que responde a quien toque a su puerta: la Casa de Paula, en Chimalistac. Tocan sacerdotes que buscan confesarse con ella. Tocan pobres con necesidades. Toca una mujer humilde con su niña, se quedó sin hogar. Toca López Obrador pidiéndole apoyo. En esa casa con fama de milagrera, se resuelve cualquier problema. Los contratiempos de todos, menos los de Elena.


Cumplirá 80 años el próximo 19 de mayo y es momento de ponderar éxitos y fracasos, de ventilar obsesiones y dolencias.

Soy negada para eso, difícilmente sé cuánto traigo en la bolsa, soy mala para las cuentas y, aunque siempre me eligen de tesorera porque no robo, yo no sirvo para hacer balances.

Camina con el peso de muchas voces, pero, para evitar ventilar los dobleces de su vida, busca conducir la plática a los sitios comunes de siempre, a la leyenda que la esquematiza como mujer-niña, güerita con suerte. Se refugia en el personaje de cuento de hadas con altas dosis de deslegitimación que ella contribuyó a crear y que otros alimentan.

Cree ser una pinche periodista como la calificó su tía Pita Amor, tía incendiaria que recitaba a San Juan de la Cruz enseñando los pechos. La misma que al ver que Octavio Paz acogía a la joven debutante, le dedicó una insultante copla: No te compares con tu tía de sangre. No te compares con tu tía de fuego. No te atrevas a aparecerte junto a mis vientos huracanados, mis tempestades, mis ríos. ¡Yo soy el sol, muchachita, apenas te aproximes te carbonizarán mis rayos! A mí, como a muchos de los Amor, también se me cruzan los cables entre la lucidez y la demencia. Tengo mucha tendencia a ningunearme y al masoquismo. Es mi defecto de fábrica, me hundo fácil. Muchos no lo creen porque sonrío, pero los demonios están ahí. Su peso no disminuye, se recrudece con los años.

Nuestra cita era el 27 de abril, para ella día de suerte: el 7 es su número porque su primogénito nació el 7 del 07.

Su agenda estaba saturada, tenía hasta dos eventos diarios para apoyar la candidatura de AMLO. En su devoción al candidato, en su necesidad de cumplirle, no la detiene ni la edad ni el trabajo que se apila sobre su escritorio.

Cuenta que desde que se inició en el periodismo en 1954 ya tenía preocupación por las desigualdades sociales, tanta que su esposo, el reconocido astrónomo Guillermo Haro, se burlaba.

Si tanto te preocupa la suerte de María, dile que baje de su cuarto, que se venga a dormir aquí conmigo y tú súbete al suyo.

Esa mañana de la entrevista, Shadow, el labrador negro de su hijo Felipe, intentó evadir la reja del parque de Chimalistac y se quedó ensartado.

Hoy no es mi día, eso del perro me idiotizó mucho.

Elena estaba preocupada, había que recoger a Shadow, le cosieron media panza. A cada rato, durante varias horas, se distraía para pedir a Martina, la indígena que trabaja en su casa, y a Conrado, el chofer, instalados en nuestra conversación, que preguntaran por el perro. Cuando se fueron por Shadow a la veterinaria, y nos quedamos solas en compañía de los gatos: Monsi y Vais, logramos pelar las hirientes capas de la cebolla.

No sé de dónde proviene la culpa, comenzó.

Hace mil años fue a un psicoanálisis grupal con el doctor Jaime Cardeña. Al cabo de un tiempo le preguntó qué opinaba del trabajo. Elena respondió: Usted a todos los hombres les dice que tienen que cortar el cordón umbilical, y a todas las mujeres, que somos frígidas. Al médico no le pareció la respuesta y Elena no volvió. En 1985, después del terremoto, fue con la doctora Celia Hernández.

Estaba yo de la patada, pasé demasiados días reporteando en la calle y me quedé llorando como muñeca fea. Por idiota fui sólo a un par de sesiones, no sirvió.

Ahora va con un nuevo médico, pero sigue atrapada.

Me exijo demasiado. Paso la vida escuchando a otros, no a mí misma… ¿Por qué será?

La edad la orilla a sentirse sola, con pérdidas y miedo ante una realidad de agresión. Desde 2006 que ha apoyado a AMLO, la acosan y hostigan.

Recurrentemente me hablan por teléfono a medianoche para decirme: puta vieja o vieja puta, que es lo mismo.

Se cuestiona si hace bien en posponer la escritura viviendo dobles y triples jornadas por cumplir, por ser leal a su afinidad con la izquierda. Quisiera cambiar, pero ya está subida en el barco.

He sido muy dura conmigo misma, me he negado casi todo. Estudié en un convento de monjas y de cierto modo he seguido siendo una monja que merece castigos, más que recompensas.

Infancia es destino

Elena nació princesa en Francia, en 1932. La llamaron: Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, largo nombre con el que cargaría lealtades invisibles de su herencia aristocrática, incluyendo el Dolores, lastimosa pena de amor que padeció también su propia madre. Para fines prácticos fue simplemente Hélène, la primogénita del matrimonio entre Jean Evremont Poniatowski Sperry -descendiente de Stanislao Augusto Poniatowski, último rey de Polonia, amante de Catalina la Grande y obligado a abdicar en 1795- y Dolores Amor Iturbe, a quien le decían Paulette, Paula, porque Dolores y Amor no combinaban, hija de terratenientes mexicanos, propietarios de haciendas que ocupaban casi todo el estado de Morelos, fortuna que se mermó con la Revolución.

Mi familia era como alma flotante, vivía entre neblina, como en una novela tolstoiana, le contó en 1975 a María Elena Rico, de la revista Él. Eran familias sin raíces, gente que se sentía que no pertenecía porque los Poniatowski salieron de Varsovia cuando la repartición de Polonia para refugiarse en Francia, y los Iturbe y los Amor huyeron a Biarritz durante la Revolución.

Dice que éstos últimos recorrían Europa en trenes.

Sus padres se conocieron en un baile en casa de los Rotschild, en 1931. Tuvieron dos niñas: Elena y Kitzia. Todo parecía rosa. Elena recuerda cómo ponía sus manitas sobre las de su papá para interpretar a Chopin, o cómo se sentaba a escucharlo componer. Sin embargo, estalló la Segunda Guerra Mundial y todo se trastocó. Jean partió como paracaidista y capitán del ejército francés sin imaginar que a su retorno, seis años después, cuando sus niñas eran mayorcitas, sería otro.

Los abuelos Andrés y Elizabeth, su nuera Paulette y las niñas, abandonaron la inmensa casa parisina, a unos pasos de donde nació Balzac -Volví recientemente, hoy es la embajada de Turquía, pedí permiso para ver mi inmenso jardín de infancia, aún estaba el árbol con el que de niña platicaba-, y se refugiaron en Les Bories, en una mansión entre campos de lavanda. La mamá de Elena continuamente partía a llevar heridos en las ambulancias y las niñas, supervisadas por innumerables nodrizas y por su institutriz, Mademoiselle Garach, sentían el vacío. Elena vivió una educación severa.

Al modo en que se vivía en estas grandes familias, siempre con intermediarios.

Comenzó así su tormento de sentirse pequeña.

Era dócil y solitaria, obediente, con una inseguridad bárbara, demasiado chaparra de acuerdo con los estándares de mi familia. No cumplía con el mundo al que pertenecía.

Su estricto abuelo Andrés asumió ser su mentor.

A Kitzia, que es un año menor a mí, la dejaba jugar en los jardines. Sólo a mí me imponía difíciles tareas.

El abuelo era un intelectual rodeado de celebridades, escribió De un siglo a otro y De una idea a otra. Conoció a Debussy y a Mallarmé; fue amigo de Paul Valéry, de Sacha Guitry y del General Maxime Weygand. A Elena le enseñaba a leer y escribir, e imposibles problemas matemáticos.

Nadie en mi entorno sabía resolverlos, iba con los jardineros, los cocineros, los ayudantes… no dormía de la angustia de no saber. Desde ahí empieza mi complejo: no estar a la altura, no hacer bien la tarea. Ser chiquita. Fallar.

Acerca de Silvia Cherem

Es Premio Nacional de Periodismo 2005 en la categoría de Crónica, por la serie “Yo sobreviví al tsunami”, y tres veces semifinalista del Premio Nuevo Periodismo de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, presidida por Gabriel García Márquez. Publica crónicas seriadas, entrevistas de largo aliento y reportajes especiales de temáticas nacionales e internacionales de índole cultural, política, científica y social, especialmente en los periódicos del Grupo Reforma. Es autora de: Entre la historia y la memoria (Conaculta, 2000), Trazos y revelaciones. Entrevistas a diez pintores mexicanos (FCE, 2004), Una vida por la palabra. Entrevista a Sergio Ramírez (FCE, 2004), Examen final. La educación en México 2000?2006 (Crefal, 2006), Al grano. Vida y visión de los fundadores de Bimbo (Khálida Editores 2008) y Por la izquierda. Medio siglo de historias en el periodismo mexicano contadas por Granados Chapa (Khálida Editores, 2010). Su entrevista a Octavio Paz titulada “Soy otro, soy muchos”, forma parte del Tomo 15 de las Obras completas del Nobel de Literatura.

1 comentario en «El secreto de Elena»
  1. COMO SIEMPRE SILVIA BUENISIMA TU ENTREVISTA, PERO
    QUISIERA SABER MAS DE ESTA GRAN MUJER.
    GRACIAS POR TUS INTERESANTISIMOS ARTICULOS.
    CON CARINIO ESTHER KERSHENOVICH

    Responder

Deja tu Comentario

A fin de garantizar un intercambio de opiniones respetuoso e interesante, DiarioJudio.com se reserva el derecho a eliminar todos aquellos comentarios que puedan ser considerados difamatorios, vejatorios, insultantes, injuriantes o contrarios a las leyes a estas condiciones. Los comentarios no reflejan la opinión de DiarioJudio.com, sino la de los internautas, y son ellos los únicos responsables de las opiniones vertidas. No se admitirán comentarios con contenido racista, sexista, homófobo, discriminatorio por identidad de género o que insulten a las personas por su nacionalidad, sexo, religión, edad o cualquier tipo de discapacidad física o mental.


El tamaño máximo de subida de archivos: 300 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Artículos Relacionados: