“…se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias
que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra,
y disminuyeron las aguas.” (Gen.6-7)
Si se partede la premisa de que un bestiario (bestiarum vocabulum) determina un
compendio de bestias, el Arca de Noé, es indudablemente el primer bestiario de
la historia. La narrativa del Génesis nos describe cómo Noé reúne una pareja de
cada especie animal en una barca monumental construida por él y sus hijos, para
ser preservados del Diluvio Universal que Dios enviaría a la Tierra, para
“limpiar” su creación de la maldad. Recordaremos que sobre Noé recae la
importante misión de construir esta nave, para que él y su familia en compañía
de las especies animales, sobrevivieran el diluvio (Gen.6–7). Es importante
hacer notar que Dios habla directamente con Noé sin la intermediación de ningún
ángel.
Independientemente de lo anterior, la aparición de los animales dentro de la
cultura se remonta a tiempos prehistóricos. En todas las pinturas rupestres,
aparecen como parte de las actividades del hombre relacionadas con la búsqueda
de su sustento, pero significando además una fuerza superior. En las profundas
cavernas de Lascaux un pájaro posado sobre una estaca, ofrece su enigma
interpretativo. Contigua a ésta yace una figura con cabeza de ave y su sexo en
erección, frente a un bisonte recién lanceado. Es esencial poner de relieve la
temprana aparición del ave en las profundidades de una caverna, como figura
central del pensamiento mágico y del inconsciente colectivo. En los períodos más
primitivos de la cultura el hombre sintió una “participación mística” con los
animales.[1]
La creencia de que el hombre puede transformarse en animal y viceversa es de
origen ancestral y crea una especie de mestizaje entre la figura humana y la de
las bestias de donde surge la figura del animal o ser mitológico.
“Los chamanes se invistieron con apariencias zoomorfas para practicar sus
rituales. Las máscaras se apoderaron mágicamente de sus poseedores,
haciéndoles encarnar los poderes asignados a cada animal que representaban. El
proceso de la pintura y la poesía surrealista está colmado de ejemplos en los
cuales esas transformaciones tienen lugar. La presencia totémica del animal,
atestigua por lo tanto, acerca de la mirada primigenia con la cual el ser
humano le imprimió su simbolismo. Los cientos de miles de años vividos en una
especie de simbiosis mística con el mundo animal dejaron huellas indelebles de
acuerdo con Mircea Eliade” (Carlos M. Luis, Introducción a un bestiario
surrealista, E.U., 2009).
Según describe Max Müler, mito es toda narración, escrita o de transmisión oral,
que contiene cierto elemento súper-natural, mágico o divino, y que refleja la
cultura e identidad de cierto grupo social, un pueblo, un país, una nación. El
mito es la expresión de los deseos colectivos del pueblo. Es, a su vez, una
herramienta con la cual es posible dar respuestas a preguntas filosóficas y
científicas, difíciles de responder (etiología). Puede ser producto de la
imaginación en un ciento por ciento, o puede existir también como la combinación
de historia auténtica e imaginación folklórica que tiene como objetivo resaltar
o eliminar ciertos eventos dentro de la historia.
Los bestiarios se hicieron muy populares durante la Edad Media en forma de
volúmenes ilustrados que describían animales, plantas e incluso rocas. La
historia natural y la ilustración de cada una de estas bestias se solía
acompañar con una lección moralizante, reflejando la creencia de que el mundo
era literalmente la creación de Dios, y que por tanto cada ser vivo tenía su
función en él. El bestiario, es también una referencia al lenguaje simbólico de
los animales en la literatura y el arte.[2]
Mientras que la gran mayoría de los mitos mundiales tienen lugar antes del
comienzo de la historia escrita de sus pueblos, el grueso del Tanaj constituye
un registro de la epopeya judía, y tan sólo una pequeña parte trata sucesos
pre-judaicos. La Mitología Hebrea está compuesta por las narraciones sagradas y
tradicionales vinculadas a la religión judía, mientras que el folklore hebreo
consistiría en los cuentos populares y leyendas que encontramos en la cultura
judía. Realmente, es muy escaso el folklore primitivo que se conserva en
distinta forma a la literatura de la Haggadá (leyenda). No obstante, mitología y
folklore han sobrevivido y se han extendido entre la población hebrea en todas
las épocas de su historia
Podríamos decir que así como la mitología griega se basa en las obras de Homero
y de Hesiodo, y en las tragedias de Eurípides y Sófocles, de la misma forma la
mitología israelita se basa en el Tanaj -compendio de tres libros- y en
desarrollos post-bíblicos como son el Talmud y el Zohar.
El Tanaj contiene una considerable cantidad de conocimientos que podemos
calificar como “narrativa sagrada” en el sentido de que contribuye a un sistema
de pensamientos y valores para que la gente se vincule religiosa o
espiritualmente a Dios. También contiene información de valor estrictamente
práctico como regulaciones acerca de la higiene y la alimentación, finanzas,
códigos de construcción, unidades de medida y otros. De hecho, la Cábala Judía,
texto considerado espiritual por excelencia por la sociedad moderna, aparece
después del período de la Mishná, uno de los libros que conforman el Talmud, y
no fue considerado parte del sistema religioso hasta la Edad Media.
Aunque para los judíos el correcto comportamiento de la persona se derive del
Tanaj, los numerosos rituales que podrían ser considerados como folklore no
pueden ser llevados a cabo al pie de la letra debido a la falta del Templo de
Jerusalem, destruido por segunda vez en el año 70 D.C. Estos rituales han sido
reemplazados por otros, que muestran pocas similitudes con los mitos y folklore
de otras sociedades. La tendencia judía a adoptar las prácticas paganas de sus
vecinos, actitud severamente denunciada por los profetas, volvió con fuerza
durante el período del Talmud. Sin embargo, apenas hubo adopción de mitos
durante los períodos Talmúdico y Midráshico, cuando comenzó la emergencia del
misticismo en las escuelas cabalísticas. Un aspecto fue la aparición de
“Shedim”, o demonios, que se convirtieron en omnipresentes para los judíos,
sobre todo tras el invento de la imprenta que permitió a la mayor parte del
pueblo judío el acceso al estudio del Talmud.
Un ejemplo de típica mitología en el Talumd (חולין נט ע”ב – ע”ב, Julín 59b)
aparece en una discusión acerca de un ciervo y un león gigantes procedentes
ambos de un bosque mítico llamado “Dvei Ilai”. El ciervo recibe el nombre de
“Keresh” y el león el de “Tigris”, y se dice que el felino era tan grande que
había 9 pies de distancia entre los lóbulos de su pulmón. El Emperador Romano
Adriano pidió una vez a un rabino que le enseñara a la fiera, ya que todos los
leones podían matarse, pero el rabino se negó, afirmando que éste no era un
animal normal. El César insistió, así que el rabino llamó al león de “Dvei
Ilai”. La bestia rugió desde una distancia de 400 amot y las murallas de Roma se
estremecieron. Avanzó entonces 300 amot y volvió a rugir y los incisivos y las
muelas de los romanos cayeron.
La leyenda no puede interpretarse literalmente, pero es un típico ejemplo de una
serie de narraciones de corte mitológico encontradas en el Talmud y que son una
fuente común para la exégesis judía.[3]
Si nos adentramos en la dimensión de las bestias, los gigantes, los monstruos y
los animales extraordinarios, encontraremos que también están presentes en la
Biblia, en este discurso representado únicamente por El Antiguo Testamento o
Tanaj que está formado por los textos fundamentales del judaísmo. Éste contiene
todo el conocimiento sagrado judío desde la Creación hasta el exilio en
Babilonia en el año 386 A.C y está constituido por el Pentateuco, Profetas y
Hagiógrafos. Los escritos incluyen desde las intervenciones de Dios, Sus
mandamientos, leyes, condiciones para los rituales y milagros contenidos en la
Torá (Pentateuco) hasta la gesta que relata la trayectoria de la nación de
Israel.
Los animales tienen en la Biblia un amplio uso literario. Son de destacar los
nombres de animales que designan metafóricamente a las tribus en las bendiciones
de Jacob (Gen. 49) y de Moisés (Dt. 33); el águila, alegoría de Nabucodonosor
(Ez. 17), las maravillosas descripciones del libro de Job (38-40), las
deliciosas metáforas del Cantar de los Cantares; el uso figurado de la oveja y
el cordero que preparan las alegorías del Rebaño de Dios recogido de las
diásporas y redimido. (Ez. 34; lo 10, 1-18). Entre los animales tomados
individualmente que se destacan por su uso litúrgico o profético tenemos aves
que aparecen como símbolo en la Biblia, siendo la más antigua la paloma. En el
Antiguo Testamento aparece como símbolo de paz pues trajo a Noé un brote de
olivo como símbolo de que el diluvio había terminado (Gen. 8: 8-9, 10-11.
También se refiere al ser amado (Lev. 1:14, 14:30; Sal. 9-14) y al amor (Cf.
Cantares 5:3, 2-14).
El becerro, objeto de la famosa apostasía del Sinaí (Ex. 32) y que, como símbolo
de Yahvéh y a semejanza de las representaciones idolátricas paganas basadas en
la imagen de la fuerza, recibió culto en los santuarios de Samaria, BetEl y Dan
(1 Reg. 12, 28; Os. 8, 5), duramente censurado por los profetas. (Am 4, 4; 5, 5
ss.; Os 2, 4-7). El carnero y el macho cabrío, muy usados en los sacrificios
(Gen. 15, 9; Gen. 22, 13; Ex. 29, 1) y en sentido figurado, Dios como guía o
pastor, protege a su rebaño (Ez 34, 17) o de los imperios que se enfrentan (Dan.
8, 3). El león, como símbolo de fuerza y poder representa a Judá (Gen.49:9). El
caballo, ampliamente conocido como animal de guerra (Zach. 10:3) y de aquí muy
usado en las descripciones de batallas. (Zach. 6, 1-8). El asno, muy usado en la
vida diaria y que, al haber sido desplazado en la guerra a falta de caballo,
sirve de símbolo como montura humilde y pacífica del Mesías (Zacarías 9:9). Las
vacas de Bashán, representan a aquellas mujeres que exigen del marido lujos y
riqueza, sin importarles la pobreza de éste (Am. 4:1).
En la mayoría de las cosmogonías y tradiciones mitológicas de los pueblos,
encontramos historias de animales fantásticos. Los nórdicos europeos y los
japoneses sostenían que en los bosques apartados se podía ver un animal con
aspecto de caballo, cola de león y piernas de cabra, que en su frente poseía un
cuerno de propiedades mágicas innumerables. En la India el unicornio era de
color púrpura, ya que éste era el color de los vestidos reales. En la Cuba del
siglo XX, un juglar nos canta sobre un Unicornio Azul. Los griegos hablaron de
un caballo sin cuerno, pero alado, Pegaso, que ayudó a Belerofonte a matar a la
Quimera. Al Bureq es el nombre del caballo alado que llevó a Mahoma en una noche
durante el Ma’arag, su travesía desde Arabia hasta Al Aqsa. Generalmente estas
criaturas mitológicas son herramientas en las manos de los dioses para
atemorizar a los mortales, para proteger ciertos secretos o lugares, o para
liberar batallas y guerras entre los dioses o entre mortales. El Cancerbero,
perro temible de tres cabezas, cuida las puertas del mundo de los muertos
(Hades). El Grifo, cuerpo de león y cabeza y alas de águila, protegía las
posesiones del dios Apolo. El Minotauro, cuerpo de hombre gigante y cabeza de
toro, era prisionero en su propio laberinto, en donde devoraba jóvenes que eran
sacrificados por el cruel rey Minos.
Estas criaturas no son solamente meras peripecias de la imaginación. Ellas
encierran en su seno los miedos, pasiones y esperanzas de los hombres y mujeres
que las crearon. Así, el unicornio simboliza la pureza, la inocencia y hasta la
virginidad; el minotauro, las trágicas consecuencias del incesto y la lujuria;
la quimera es la personificación del mal, mientras que los sátiros son el
símbolo de la alegría y el regocijo. Los dragones chinos a su vez, son símbolo
de los sueños, protectores de los hombres y hacedores del bien, mientras que los
dragones nórdicos eran la amenaza a toda princesa desprevenida.
De esta forma, más allá del sentido simbólico que se les otorga a los animales
en los textos bíblicos, encontramos que se prefiguran en estas bestias y seres
fantásticos que pueden ser producto de la imaginación, los miedos, temores y
esperanzas de aquellos que escribieron hace 2.500 años los libros que componen
el Tanaj.
Es válido hablar entonces del conjunto de bestias que se compendian a lo largo
de los textos bíblicos. En el Tanaj nos encontramos con historias de animales
que tienen la habilidad, fija o temporal, de hablar. El caso más conocido es el
de la serpiente. Según la narración, la sierpe, infatuando a Eva, la conlleva a
comer el fruto del árbol prohibido. La mujer, convida a su marido Adán, con lo
cual ambos trasgreden la orden divina incita expulsados del Paraíso (Gen.3:1-5).
Debido a su falta, (Gen.3:13-15), el castigo de la serpiente es reptar por el
suelo y comer polvo. En la narración del génesis cuando la serpiente provoca, a
pesar de las trágicas consecuencias: en realidad, los seres humanos son elevados
al nivel de dioses. Ellos saben ahora lo que antes sabía solamente Dios. El
castigo impuesto a la serpiente, nos lleva a suponer que antes de la infracción
la serpiente tenía patas. Más allá de la descripción física de la serpiente,
existe también, una descripción de su personalidad. Es astuta, más que toda otra
bestia del campo. Y además habla. Curiosamente, el castigo de Dios no incluye la
abolición de la capacidad de la serpiente de hablar. [4]
Otro animal parlante es el burro de Bilaam, el hechicero que trata de maldecir
al campamento israelita en su camino a la tierra de Canaán. El Tanaj habla de
Bilaam como un hechicero y mago (en ningún momento como profeta: naví – ðáéà
(Num.22:23). El burro de Bilaam habla temporalmente cuando “Dios abre su boca”.
El animal alecciona a Bilaam sobre moral y las buenas maneras. Éste, queda
avergonzado por el hecho de que el burro es capaz de ver al ángel y él no.[5]
Desde siempre los mares, océanos, y todo curso de agua han servido como fuente
de inspiración para las mentes de los hombres. La imposibilidad de permanecer
debajo del agua por más de algunos instantes llevó al ser humano a especular
sobre lo que se esconde debajo de la superficie. Con el desarrollo de la
navegación marina, estas reflexiones fueron más allá de los límites del simple
pensamiento. Los israelitas estuvieron siempre ligados al mar. La gran variedad
de la geografía local contribuyó muchísimo a este desarrollo: al sur el Mar Rojo
y en Egipto el Nilo, al oeste el Gran Mar (Mediterráneo) y al este el Mar Muerto
y el Mar de la Galilea, todo esto en un territorio relativamente pequeño.
La palabra “leviatán” en hebreo moderno se refiere simplemente a las ballenas, y
tal vez éstas, junto a los delfines y toninas, sirvieron de inspiración para la
creación del Leviatán de las narraciones del Tanaj. Se trata al parecer de un
monstruo marino, azote de los mares, personificación del mismo Satán. Diferentes
profecías nos narran acerca de la victoria de Dios sobre el Leviatán, y cómo el
símbolo del bien prevalece sobre el mal. (Isa. 27, Sal.74, Sal. IV, Job 3 y Job
40).
Otro monstruo marino temible es el Tanín. En hebreo moderno su aseveración es la
de cocodrilo, lo cual parece ser lo más cercano a la realidad. No olvidemos que
la influencia egipcia en la cultura canaanea e israelita es enorme. Por lo
tanto, la figura del cocodrilo que habitaba las orillas del Nilo es un elemento
común. Mientras que éste se figura como un dios en ojos de los egipcios
panteístas, su imagen es de terror y maldad en ojos de los redactores del Tanaj.
Esto es claro: a la vista del deseo del Tanaj de asentar la creencia en un solo
Dios, mostrando que el Dios único es aquel que creó al Tanín, reduciéndolo a una
simple criatura. (Gen. I, 21). Sin embargo, en otros pasajes es un enemigo de
Dios, una especie de fuerza maligna a la cual es necesario erradicar. (Isa.
27:1, Isa.51, Job 3:8). Finalmente podemos citar el famoso encuentro de Jonás
con el Gran Pez que lo traga y lo mantiene en su estómago por tres días (Jon.
II). Es interesante que Jonás, en su plegaria a Dios desde el vientre del pez,
lo nombra al Gran Pez como el Sheol, un sinónimo para “infierno”.[6]
Sin embargo, el Gran Pez es un enviado de Dios, para darle a Jonás una lección
sobre responsabilidad y poder.
Más allá de estos monstruos que se prefiguran como animales peligrosos, existen
otras criaturas que excitan la imaginación aún más. Nos concentraremos en dos
tipos: los gigantes y las quimeras. Ambos conceptos son familiares en la
mitología griega. Los gigantes fueron expulsados por Zeus e intentaron rebelarse
(los titanes). Algunos gigantes poseían un sólo ojo (los cíclopes), o parte de
su cuerpo era de animal (como el Minotauro). La quimera era un monstruo, mitad
mujer mitad serpiente, o mujer cuyos cabellos eran serpientes, y tenía el poder
de petrificar a quien la mirara a los ojos. No olvidemos la leyenda de Melusina,
un personaje del universo imaginario medieval representado en la iconografía y
arte de la época en su morfología feérica de mujer serpiente.
Gigantes en el Tanaj hay muchos. Básicamente los gigantes constituyen una raza,
los anáceos, de la palabra anak que significa literalmente gigante. Son seres
que existen en el mundo desde los comienzos (Gen. VI, 4), relacionados con los
Nefilim, como sus hijos, o como antepasados de éstos, e incluso como sinónimos.
Son éstos los gigantes que asustan a los espías que Moisés envía a la Tierra de
Canaán (Núm. 13: 33, Deut. 1:28 y 9:2, Jos. 9:22 y 14:12).[7] Además de éstos,
también encontramos personas que fueron catalogadas como gigantes por su gran
altura, como Goliat, el filisteo de seis codos y medio (I Sam. 17); Og, Rey de
Bashán, de nueve codos de altura y cuatro codos de ancho (Deut. 3), y el
luchador egipcio, de cinco codos de estatura (I Crón. 11:23). Un codo,
generalmente, equivale a medio metro. Por lo tanto, Og, el luchado egipcio,
medía cuatro metros y medio.
Aparece también en nuestro bestiario bíblico un reptil de aspecto terrible, una
bestia de enorme tamaño, se menciona en el libro de Daniel y nos remonta a la
figura de los dragones representados en diversas culturas. La figura del dragón
juega un papel importante como un dios y un guardián. Se trata de un ser
poderoso y respetable, en algunas civilizaciones es reconocido también por
poseer gran sabiduría. Los dragones tienen un significado espiritual en varias
religiones y culturas del mundo. Las culturas occidentales y orientales han
imaginado reptiles gigantes y alados; puede ser por el contacto con gaviales,
cocodrilos y caimanes y al hallazgo de fósiles de dinosaurios mezclados con
otros de animales voladores. En la Biblia, el dragón representa el mal, la
muerte y a veces la sabiduría.[8]
“…entonces Daniel tomó tierra, grasa y pelo, los coció y con ellos hizo
pasteles que puso dentro de la boca del dragón. Cuando la bestia comió de
éstos, estalló en pedazos…” (Daniel 14)
En el Tanaj existe solamente una Quimera, pero su magnitud es tal que su sola
existencia es fascinante. El libro del profeta Ezequiel comienza con la
descripción de cuatro criaturas increíbles. El aspecto de cada una de ellas es
el de un hombre, pero con cuatro rostros, como las cuatro direcciones de la rosa
de los vientos. Sin embargo sus caras eran al mismo tiempo solamente tres: la de
un hombre, la de un águila y la de un león. A cada lado tiene cuatro alas y
patas de becerro. Estas criaturas son como antorchas vivas, desplazándose dentro
del fuego, bañados en relámpagos y estallidos. Cuatro ruedas de fuego llenas de
ojos los seguían hacia toda dirección.
A través de la visión de esta terrible y amenazante criatura, el profeta
Ezequiel alcanza la máxima inspiración al mirar a Dios mismo y a su trono en los
cielos. Desde un punto de vista antropológico o psicológico (o ambos), es
entendible que estos seres divinos sean personificados. La personificación de la
deidad es un viejo truco que nuestras mentes nos fabrican para poder seguir
conectados a la realidad. [9]
En la mitología de muchos pueblos existe una casta de seres que ocupan una
especie de término medio entre hombres mortales y dioses inmortales. En la
mitología griega son éstos llamados semi-dioses, como ejemplo podemos mencionar
a Hércules, mientras que en la mitología judía y por consiguiente en la
cristiana y en la musulmana, son llamados ángeles (malajim). En estas culturas
estos seres divinos y misteriosos, son a su vez divididos en sub-clases (ángel,
arcángel, serafín; ninfas, musas, gracias).
La mística judía cuenta de los diferentes ángeles, de sus nombres y de sus
funciones particulares. Una famosa explicación al nombre de Dios dado en plural
(Elohim), dice simplemente que Dios es uno y es muchos, ya que los ángeles son
inseparables de Dios y al mismo tiempo existen alrededor de Dios, sirviéndolo.
Así es como el famoso versículo de la creación del hombre (Gen I, 26) es
explicado por varios exégetas, que opinan que Dios habla en plural porque estaba
conversando con los ángeles; habla en plural, como símbolo de majestad. Estas
explicaciones tienen como objetivo ocultar la contradicción natural de una
creencia que en sus principios surgió como un sincretismo entre monoteísmo y
politeísmo.
La falta de lógica inherente a la creencia en un ser divino nos confunde y
atemoriza, por lo que damos a esta creencia un envoltorio humano: cuerpo y
cabeza, manos y piernas y hasta alas para volar. Mientras que en el judaísmo y
en el cristianismo estas mismas personificaciones se oponen a convicciones
básicas y son, por lo tanto, abstractas por definición; en otras culturas, como
la griega, las personificaciones son totalmente realistas y detalladas. Sin
embargo existen otros personajes fantásticos que pueden ser descritos más
detalladamente, sin contradecir, de manera extrema las prohibiciones de
personificación e idolatría, y por lo tanto aparecen en el frecuentemente Tanaj.
El primer personaje en encontrar un ángel es Hagar, en su huída de la casa de
Sara (Gen. 16:6-14).[10]
Por otro lado, la figura de Lilith es citada en varios pasajes de la Biblia. La
literatura rabínica la describe con alas y pelos fluctuantes. Es la reina de
toda una clase de demonios, llamados liín, particularmente peligrosos para los
niños, pues mata a los niños menores de 8 días de nacidos y que estén sin
circuncidar. Lilith debe sus orígenes a una tríada de demonios mesopotámicos:
Lilu, Lilitu y Ardat Lili. Los dos primeros, corresponden a una pareja
macho–hembra; la tercera, en cambio, era un demonio femenino a menudo implicado
en relaciones con los seres humanos, a los que también causaba enfermedades.
Además, es capaz de usar el semen que los hombres derraman fuera de la mujer y
preñarse con éste.
Una tradición rabínica establece que Lilith fue la primera mujer de Adán; de
este matrimonio nacieron tres vástagos que luego derivarían en tres clases de
demonios: Shedem, Lilin y Rouchin. Sin embargo, Adán y Lilith nunca hallaron la
armonía. Ella se quejaba por la posición que él imponía para tener relaciones
sexuales y decía que si había sido creada de forma igual que él (Lilith no salió
de la costilla de Adán), debían tener derechos iguales. Un día, encolerizada,
pronunció el nombre secreto de Dios, se elevó por los aires y fue a parar al Mar
Rojo, donde habitaban innumerables demonios. Con éstos mancilló la santidad de
su matrimonio y engendró una infinidad de hijos que luego Dios mandó liquidar,
pues Lilith se negó a volver con Adán tal como se lo solicitaron sus ángeles.
[11]
Si bien no es un bestiario en su modelo clásico y no se encuentra dentro de los
textos bíblicos, me parece interesante tomar en cuenta en esta disertación el
mito del Golem. Este ser mitológico ha sido objeto de múltiples estudios que
exceden la literatura: filosofía, religión, ocultismo, alquimia, magia, cábala.
En la mitología judaica y en el folklore medieval un Golem es un ser animado que
se genera a partir de materia inanimada. En hebreo moderno, la palabra golem
significa tonto o incluso estúpido. En yidish es un insulto coloquial, sinónimo
de patoso, imbécil o retrasado. El nombre parece derivar de la palabra gelem,
que significa materia en bruto. Guershom Scholem, en su obra “La Cábala y
suSimbolismo”, describe que el Golem es una figura que en el gueto de Praga
aparece cada treinta y tres años en la ventana de un cuarto sin acceso. La
palabra golem también se usa en la Biblia (Salmos 139:16) y en la literatura
talmúdica para referirse a una sustancia embrionaria o incompleta. De manera
similar, los golems se usan primordialmente en la actualidad en metáforas, bien
como seres descerebrados o como entidades al servicio del hombre bajo
condiciones controladas pero enemigos de éste en otras.
Las primeras historias sobre el Golem se remontan al principio del judaísmo. Los
golems fueron creados por personas creyentes y cercanas a Dios. Como Adán, el
Golem es creado a partir del barro, insuflándole después una chispa divina que
le otorga la vida, de manera que la creación de Adán como es descrita en un
principio, es similar a la creación de un Golem. Desde este punto de vista,
algunas personas con un cierto grado de santidad y acercamiento a Dios podrían
adquirir algo de su sabiduría y poder. Uno de esos poderes sería el de la
creación de vida. Sin embargo, no importa qué grado de santidad tuviera una
persona, el ser que creara, sería solamente una sombra del creado por Dios, ya
que, entre otras cosas, el golem carece de alma. Además, a diferencia del hombre
la incompetencia principal del Golem era su incapacidad de hablar. Tener un
golem era visto como el símbolo final de la sabiduría y la santidad, y hay
muchos relatos de golems conectados con rabinos ilustres durante toda la Edad
Media.[12]
Bibliografía:
La Biblia, Hebreo-Español. Vol. I y II. Editorial Sinai, Tel Aviv, Israel,
1996.
El Talmud de Babilonia, Editorial EDAF y Grupo ALEF-JOJMÁ, Antillas, 2002
Breton, André: “Le Surrealism et la Peinture” Nouvelle Edition, Gallimard,
Paris, 1965.
Carlos M. Luis, “Nature, Hermeticism, Myths and Surrealistic Bestiary”. UDP.
Escuela de Escritura creativa. Miami. 2009
Carlos M. Luis, Introducción a un bestiario surrealista. UDP. Escuela de
Escritura creativa. Miami. 2009
Idel, Moshe El Golem,”Tradiciones mágicas y místicas del judaísmo sobre la
creación de un hombre artificial, El Árbol del Paraíso” Ediciones Siruela.
Madrid, 2008.
Scholem, Gershom, “La cábala y su simbolismo”, Siglo XXI México, 1976
Telias Michael, “Mitología judía en el Tanaj”, E.U., 2005
http://es.wikipedia.org/wiki/MitologC3ADa_judC3Ada
[1] Cada animal pasó a poseer un simbolismo mágico que aún subsiste. La
identificación en los deportes de un equipo con un animal, así lo atestigua.
Muchas marcas de autos llevan nombres de animales, es decir, la antigua
propensión de transferir a los animales un significado totémico perdura dentro
de la sociedad contemporánea, aunque adulterada por su uso comercial. En uno de
sus últimos escritos titulado “A Ce Prix”, dedicado a Jean-Claude Silbermann,
André Bretón concluyó que “el precio que había que pagar por mantener en vivo
una de las aspiraciones del hombre de inferir un designio sea inteligente, sea
moral, en la naturaleza(…) responde a una necesidad orgánica(…)que exige no
ser frenada sino estimulada” (Le Surrealisme et la Peinture: 407-09, París,
1965), aún teniendo que admitir, a pesar de su ateísmo declarado, que la idea de
un Dios ocupe un sitio en esa necesidad. Sin poner en duda la autenticidad de su
ateísmo, al aceptar la corriente hermética, Bretón se vinculó de paso con sus
signos ascendentes, signos que apuntaban hacia un origen primordial, donde el
hombre mantenía estrechas relaciones con el mundo animal.
Si revisamos los códices mexicanos como el “Nuttall”, el de “Dresden” o el
“Borgia”, veremos en los mismos un desfile de aves de toda especie, serpientes
emplumadas, coyotes, jaguares, etc., participando del complicado sistema ritual
de sus creencias. Lo que además nos interesa ver en los mismos es la religación
que existe entre un cuervo o una ballena de los tótems Haidas, las máscaras
zoomorfas de los Kwakiutl, las panteras, mariposas y pájaros-truenos del
suroeste de los Estados Unidos, los animales fabulosos de los tejidos Huicholes
y las bestias híbridas que aparecen en las Paracas del Perú.
[2] El bestiario más conocido de su tiempo es el Bestiario de Aberdeen. Hay
muchos más, y hoy en día sobreviven cerca de una cincuentena de manuscritos de
la antigüedad. En tiempos modernos, artistas como Henri de Toulouse-Lautrec y
Saul Steinberg crearon sus propios bestiarios. Dentro de la tradición
occidental, los bestiarios aparecieron desde temprana fecha en el escenario
europeo. Durante la Alta y la Baja Edad Media, la imaginación apocalíptica se
manifestó en libros como Comentarios al Apocalípsis (año 970) del Beato de
Liébana o el que se conserva en los Cloisters de New York, fechado a principios
del siglo XIII. Ambos reproducen las apariciones escatológicas que San Juan
viera en Patmos, con una diversidad de imágenes, cuya riqueza se reflejó en las
obras de Max Ernst o Leonora Carrington. Julio Cortázar escribió un libro de
cuentos titulado Bestiario que no guarda relación con los bestiarios de la Edad
Media (o mejor dicho, guarda simplemente una relación de alusión poética). No
debemos obviar a Jorge Luis Borges con su Manual de zoología fantástica y a Juan
José Arreola con su Bestiario. Los escritores de ficción y de fantasía suelen
inspirarse en las extraordinarias bestias descritas en la mitología, los cuentos
de hadas y bestiarios medievales. Los “mundos” creados en las obras de fantasía
pueden tener sus propios bestiarios. De forma análoga, los autores de juegos de
rol de fantasía a veces compilan sus propios bestiarios como referencia, como es
el caso del Manual de Monstruos para Dungeons & Dragons.
[3] Las autoridades del Talmud parecen estar particularmente influenciadas por
la concepción popular en el caso de la medicina popular. La creencia en el mal
de ojo estaba muy extendida en la época talmúdica y era habitual la creencia en
las profecías, aunque en ocasiones se reconocía su mero carácter de creencias
populares. Así, mientras se afirma que trae mala suerte realizar las cosas dos
veces, como comer, beber o lavar, Rabbi Dunai, reconocía que esta era una
tradición antigua. Una importante cuestión mencionada en el Talmud es la de
plantar árboles para celebrar nacimientos y entretejerlos para formar una Jupá
(Palio Nupcial) al momento del matrimonio. Sin embargo, esta tradición tiene
orígenes persas y es conocida igualmente en la India.
[4] En la mitología griega, existe un personaje cuya actitud es muy parecida a
la serpiente: Prometeo, quien otorgó a los hombres el secreto del fuego, a pesar
de la terrible cólera de los dioses del Olimpo. Prometeo paga un precio muy alto
por esta insolencia, por este favor a los hombres.
[5] Las Metamorfosis de Lucio Apuleyo, que de acuerdo a San Agustín eran
conocidas como El Asno de Oro (Asinus aureus) es la única novela latina completa
que se ha podido hallar. Fue escrita en el Siglo II d. C., y era una adaptación
de un original griego, cuyo autor fuera posiblemente Lucio de Pratae (si es que
ese nombre no deriva simplemente del personaje principal y narrador de la obra).
El texto griego se perdió, pero existe Λουκιος η Ονος (Lucio o el Asno),
historia similar de autor desconocido que probablemente sea una abreviación o
epítome del texto de Lucio de Pratae, en la antigüedad erróneamente atribuida a
Luciano de Samosata, contemporáneo de Apuleyo. El Asno de Oro, narra cómo el
joven Lucio, víctima de un hechizo fallido que lo transforma en asno, sin perder
sus facultades intelectuales -salvo el lenguaje-, pasa por varios amos y
diversas aventuras. El tono humorístico es dominante, pero también hay
reflexiones de tipo filosófico y religioso. Es una obra imaginativa, irreverente
y divertida que relata las increíbles aventuras de Lucio metamorfoseado en asno.
Bajo esta apariencia oye y ve gran número de cosas extrañas, mismas que son
relatadas como cuentos intercalados en la novela, hasta que Isis le devuelve su
forma humana. Una interpolación desarrolla una de las más bellas muestras de la
cuentística de la Antigüedad Clásica, la fábula de Eros y Psique (Cupido y
Psique). Este relato es el más extenso de la novela y da cuenta de las
tribulaciones del Alma (Psique) para alcanzar al Amor (Eros) y la inmortalidad.
[6] Es importante hacer notar que en el judaísmo el concepto de infierno difiere
al concepto cristiano de éste o el que Dante describe en su Divina Comedia. El
concepto judaico de infierno es un estado donde el alma flota en la “Nada”,
alejado de Dios y privado de su estado carnal.
[7] Es importante hacer notar que en el judaísmo el concepto de infierno difiere
al concepto cristiano de éste o el que Dante describe en su Divina Comedia. El
concepto judaico de infierno es un estado donde el alma flota en la “Nada”,
alejado de Dios y privado de su estado carnal.
[8] Esta representación del Dragón en el libro de Daniel, no se encuentra en la
versión clásica de la Biblia sino en la Biblia Septiuaginta y se refiere a un
Dragón de arcilla que Daniel destruye demostrando la falsedad de la idolatría.
La incorporación dentro de las representaciones visuales y escritas de la
alquimia de dragones, basiliscos, águilas, salamandras, unicornios, pelícanos,
sapos, leones, caballos, etc., y la relación de estos con figuras de la
mitología clásica, forman parte esencial del proceso del opus. Libros como
Aurora Consurgen, Splendor Solis, Rosarium Philosophorum,De Lapide Philosophico
o Viridarium Chymicum, muestran una imaginería que los surrealistas, a la
postre, habrían de aprovechar. La distinción entre animales terrestres y
volátiles, o pertenecientes a la luz y a la sombra, contribuyó también a
brindarles un aura específica que fue ocupando su sitio en las obras de pintores
como Max Ernst, Leonora Carrington, Brauner, Lam, Chagall, Masson, Miró, Toyen o
Jorge Camacho, así como en la poesía de Breton, Péret, Césaire, Eluard, Cabanel,
entre otros.
[9] En la mitología griega Quimera (en griego antiguo Χίμαιρα Khimaira; latín
Chimæra que significa ‘macho cabrío’.) era un monstruo horrendo, hija de Tifón
y de Equidna, que vagaba por las regiones de Asia Menor aterrorizando a las
poblaciones y engullendo rebaños y animales. Fue madre con Ortro de la Esfinge y
el León de Nemea. Podría ser que tras el mito se encuentre la narración oral de
una batalla real contra un líder guerrero o un bandido cuyo nombre, título o
símbolo tuviera que ver con el macho cabrío. Las descripciones varían, algunas
narran que tenía el cuerpo de una cabra, los cuartos traseros de una serpiente o
un dragón y la cabeza de un león, y otras afirman que tenía tres cabezas: una de
león, otra de macho cabrío, que le salía del lomo, y la última de dragón, que
nacía en la cola. Todas las descripciones coinciden sin embargo en que vomitaba
fuego por una o más de sus cabezas y que era un ser que se movía con suma
rapidez. Quimera fue derrotada finalmente por Belerofonte con la ayuda de
Pegaso, el caballo alado, a las órdenes del rey Iobates de Licia. Hay varias
descripciones de su muerte: algunas dicen simplemente que Belerofonte la
atravesó con su lanza, mientras que otras sostienen que la mató cubriendo la
punta de la lanza con plomo que se fundió al ser expuesto a la ardiente
respiración de Quimera. El término quimera o quimérico se usa a menudo como
paradigma de lo fantasioso, sobre todo si es favorable y se refiere a lo
utópico. En contextos técnicos, se usa metafóricamente para describir cosas que
tienen atributos combinados procedentes de fuentes diferentes.
[10] Este pasaje bíblico es digno de mencionarse ya, que contrariamente a lo que
pudiéramos imaginar, Hagar es mujer, y no hombre, dato inusual e interesante
considerando que se trata de un texto patriarcal. Asimismo, esta mujer servidora
de la matriarca Sara, no está relacionada genealógicamente con el pueblo judío.
Si recordemos que el Tanaj es el ethos de la nación judía, la narración de su
encuentro con el ángel es también sorprendente.
[11] Los seres híbridos engendrados por Lilith y los demonios crean un poderoso
campo de energía poética y magnética como ocurre usualmente con el primer
intento de poesía automática que atrae a seres distantes entre sí, colocándolos
en planos de sorprendentes encuentros. Es importante tener presente que la
primera mención escrita de Lilith en la literatura judía apenas se remonta al
siglo X, de allí que para algunos estudiosos de la mitología medieval, la
Melusina, se deriva de la figura mítica de Lilith.
La versión surrealista de la naturaleza (donde imperan los animales) con sus
constantes metamorfosis, proviene de la mirada romántica que sintió en la misma
una fuerza motriz a la vez filosófica y poética. En culturas de la época
románica como la celta, los animales fabulosos ocuparon un sitio preferencial en
sus iluminaciones. El mito de Melusina figura central del “Arcane 17” de Breton,
así como el de “Fata Morgana” objeto de uno de sus mejores poemas, ilustran su
tentativa de acudir a otras fuentes que develasen los arquetipos que se
encuentran a la espera de ser descubiertos. El libro de “Claude Maillard-Chary”:
“Le Bestiaire des Surrealistes” a pesar de su alambicada exposición, demuestra
la intensidad de una búsqueda de lo mítico a través de un minucioso inventario
zoológico: desde las aves hasta los insectos, pasando por ninfas, sirenas,
esfinges etc. surgidos de los mitos y el hermetismo. Otro libro: “Du Bestiaire
des Alchimistes” de Henri La Croix-Haute, complementa la lectura del primero,
poniéndonos en contacto con el pensamiento de los buscadores de la piedra, que
fue en definitiva la misma que Breton quiso encontrar y en gran medida
descubrió. El bestiario surrealista transformó los elementos de la zoología
natural en una zoología imaginaria. El bestiario surrealista es parte esencial
de su noción sobre la poesía. Por otro lado, los animales soñados por Kakfa, por
C.S. Lewis y por Poe, podríamos catalogarlos como arquetipos jungianos
relacionados con símbolos sexuales, o como la metáfora del mundo superior de
Parménides, donde el universo es producto de un sueño, lo deífico, las metáforas
de la imaginación ancestral, lo religioso y lo mágico, conforman el conjunto del
desarrollo del texto.
[12] La historia del Golem aparecía en 1847 en una colección de relatos judíos,
publicado por Wolf Pascheles en Praga.
Aproximadamente sesenta años después, una descripción ficticia fue publicada por
Yudl Rosenberg (1909). De acuerdo con la leyenda, el Golem podía estar hecho de
la arcilla de la orilla del río Vltava (río Moldava). Los restos del Golem de
Praga están guardados en un ataúd en el ático del Altenschul (La antigua
sinagoga) en Praga, y puede ser devuelto a la vida de nuevo si es necesario.
¡Felicitaciones! Es un trabajo impecable, redactado con un profesionalismo cabal.
¡Kol Hakavod! qué trabajo impresionante. ¿qué te llevó a ese tema?
Shalom, muy informativo, y entretenido, muchas gracias.