“Si sueñas más de lo que recuerdas eres un niño, si recuerdas más de lo que sueñas .. eres un viejo” . Itzjak Rabin
Ese es el termómetro de los sueños. Soñar me parece de los grandes privilegios que tenemos como seres humanos; no cuesta, por lo que todos podemos hacerlo en cualquier momento de nuestra vida sin importar los ahorros que tengamos disponibles.
El límite es nuestra imaginación. Lo podemos hacer despiertos o dormidos. No afecta a nadie e incluso si son hermosos podremos llevar a alguien con nosotros en un viaje increíble.
Cuando niños nuestros sueños a veces hasta superan a la ficción; cuando adolescentes la cantidad de lo que soñamos es como una máquina de palomitas, brotan y brotan sin parar. Unos años después, la calidad va superando a la cantidad y los sueños comienzan, cada vez más, a acercarse al piso. Con el pasar de los años la consciencia va haciendo de las suyas y comienza a limitar nuestra hermosa capacidad de soñar (aunque no deberíamos dejarla).
Los sueños son nuestros, nadie los puede tocar y pueden ser del color y el tamaño que nuestra imaginación y locura nos lo permita. Cuando sí debemos tener cuidado es en el momento en que despertamos; la realidad es ese instante donde nos damos cuenta qué tan alcanzables son nuestros sueños y cuán férrea nuestra determinación para ir tras ellos y hacerlos realidad.
Mi vida es el resultado de muchos sueños, de mi locura, de mi capacidad para aterrizar todo aquello que mi imaginación fue tejiendo punto por punto y que ni aún la consciencia más férrea pudo jamás limitar.
Nos deseo no perder nunca nuestra capacidad de soñar, de llevar a ese mundo de algodón a quien queramos y que aunque pasen los años sigamos volando con nuestra imaginación, sin límites… sin tiempo… para poder decir que “ Si soñaste más de lo que recuerdas es que viviste y si recuerdas más de lo que sueñas.. es que estás vivo”.
Artículos Relacionados: