Los días y los años van pasando, no nos damos cuenta de que el tiempo pasa muy rápido y nos sorprendemos cuando nos dicen que aquel pequeñito que conocíamos entró a la universidad, ya se va a casar, termino su carrera u otras situaciones en donde el tiempo pasó “sin darnos cuenta”. En forma paradójica y a través de las generaciones, los cambios internos no son tan fuertes. Siempre pensamos que somos diferentes a nuestros padres y abuelos y por allí surge frecuentemente el parecido con aquellos. Los valoramos demasiado tarde, somos lo que no queríamos ser.
Todos tenemos imágenes de aquellas personas que han sobresalido en la vida de una forma especial y lo manejamos como una expectativa posible o deseable para nosotros. Quisiéramos tener el éxito que esas personas tuvieron en ciertas áreas sin pensar que nadie es perfecto. Podría ser que tuvieron ese éxito pero no sabemos nada más de ellos ni de su vida privada. El haber sido nombrado en los periódicos no los hizo más felices.
Con frecuencia, se nos nubla la vista y dejamos de ver aquellos eventos en los que si hemos participado con éxito aunque no hayamos salido en los periódicos. No solamente los que salen en los periódicos o reciben premios son los que han triunfado; todos tenemos pequeños o grandes triunfos en nuestra vida y esos nos cuesta valorarlos ya que tenemos la fantasía de ser héroes o heroínas. Solo hubo un Carlo Magno, Una Reina Isabel de Inglaterra, Einstein, Freud, Napoleón y muchos más que figuran en la historia.
Lo primero que tenemos que hacer es reconocer nuestros logros; esperamos que los demás nos reconozcan ya que nosotros mismos no sabemos hacerlo. Desde pequeños aprendemos a sonreír para que los demás nos quieran y esto se hace extensivo a lo largo de la vida. Hay que aceptar y disfrutar el reconocimiento de los otros pero es muy importante cuando nos vemos al espejo, sonreír ante lo que si hemos hecho en la vida.
Aún aquellos que han llegado a ser famosos tienen que luchar con su cotidianeidad, se nos muestran los triunfos y no, como transcurren sus días y noches silenciosas, en soledad y a veces tortuosas. No hay que olvidar a aquellos famosos que han tenido grandes desgracias, viven en depresión, se han enfermado de gravedad, solo tenemos ojos para lo que nos produce envidia y despierta anhelos personales. Hay muchos famosos que terminan sus vidas de forma desesperante y triste.
El triunfo, dura unos minutos o días y desaparece como desaparecen en nosotros los momentos de alegría para dar espacio a lo cotidiano. Cada quien tiene lo que necesita y yo respeto tanto a quienes tienen la capacidad de vivir con amor y serenidad los días de su vida como a aquellos que han alcanzado grandes glorias. Muchos de ellos viven en la nostalgia y sufren lo mismo que cualquier ser humano. Nada es para siempre ni nadie se libra de cierta desazón.
Los cuentos que siempre terminaban en: se casaron y fueron felices nos hicieron pensar que sólo teníamos que encontrar al príncipe o princesa que nos harían felices. No comprendemos la complejidad de la vida y que el contexto social, el ambiente, lo económico, lo espiritual y lo religioso se entremezclan en forma determinante y ese mundo sistémico no siempre compagina uno con el otro. Vivimos dentro de la contradicción.
Laura me cuenta: al pensar en esta contradicción pienso en como pensábamos que mi abuela no había sabido encauzar su vida pero con honestidad me digo: me quedé embarazada sin casarme, igual que tú abuela, con todo mi conocimiento me vi en el mismo proceso que tú; la diferencia es que fuiste violada. Después te casaste y no estabas obsesionada con el amor como lo estuvo mi generación; todas pensábamos que la gran pasión había llegado a nosotros y con el paso del tiempo esa gran pasión había desaparecido dejado el mismo hueco en mí con el que había iniciado. Yo me burlaba de ti y creo que fuiste más adecuada y realista que yo.
La abuela trató de encontrar su media naranja y aunque quería que fuese copia exacta del padre muerto que tanto la había chiqueado y consentido, pudo aceptar el marido que le tocó en suerte, un buen hombre. Se sintió contenta con él. Aceptó las complicaciones de la vida con mayor serenidad que su nieta que quería cambiar el mundo sin lograrlo.
Ahora que tantos matrimonios terminan en divorcio, la gente percibe que el enamoramiento raras veces se convierte en el amor duradero y que ni siquiera el amor basta para liberar al ser humano de la soledad.
Laura comenta: al darme cuenta de mi semejanza contigo, en torno a mi reinaba el mayor silencio y también en mi interior. Tal era la paz que sentía en mi ánimo que ni pensé ni sentí nada que pudiera producirme disgusto o ansiedad. Esta gran claridad fue un momento solemne. A pesar de los años transcurridos éramos muy parecidas.
Heredamos patrones de conducta, la conducta misma y aún maneras de reaccionar, más allá de lo que nos atrevemos a reconocer. Lo que se fue al subconsciente, lo que parecía olvidado resurge; cuando nuestros ancestros salieron de sus pequeñas aldeas donde habían vivido durante generaciones pretendieron que habían dejado allí ciertas costumbres que no les gustaban y que consideraron anticuadas. Las traían en la sangre, y así se mezclan las tristezas antiguas con las alegrías y nos confunden.
Sin embargo, estas cicatrices que han dejado tanto del dolor como la alegría nunca desaparecen del todo. El dolor sigue actuando y corroe un poco el alma de los vivos y la alegría y el amor dado y recibido, producen en nuestro corazón una energía que nos alimenta constantemente y nos da vitalidad.
Artículos Relacionados: