El turno de Siria

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art3881 1Pareciera que nunca como ahora el “efecto dominó” se ha enseñoreado en toda una región del planeta, la correspondiente al extenso mundo árabe. Túnez lo detonó y de ahí siguieron Egipto, Bahrein, Yemen y Libia. Menos espectaculares pero igualmente significativas han sido las protestas en Jordania, Arabia Saudita, Marruecos, Argelia, Sudán y Omán. En todos ellos se han planteado airados cuestionamientos a los respectivos regímenes imperantes, con demandas de cambios trascendentes que terminen con décadas de gobiernos altamente represivos y eternizados en el poder.

En este contexto, Siria daba la impresión de estar a salvo. Algunos analistas sostenían hasta hace poco que el régimen comandado por Bashar Assad, quien sustituyó en el año 2000 a su padre Hafez, presidente durante 30 años, poseía características que hacían menos probable una insurrección popular ahí. Se decía que por un lado, el control de la situación por parte de los aparatos de seguridad sirios era total e implacable, y por el otro, se calculaba que en la medida en que los Assad habían estado distanciados de Occidente, eran cercanos aliados de Irán y habían mantenido vigente y casi sin fisuras el estado de guerra permanente contra Israel, habían sido capaces de dotar a su pueblo de un sentimiento de dignidad y orgullo por no haberse doblegado a “los designios imperialistas”. Ello los protegía —decía ese análisis— de la incontenible ira popular que en las naciones árabes vecinas había generado el contubernio gubernamental con poderes de Occidente. Sin embargo, los hechos están mostrando que tales peculiaridades del gobierno de Damasco no han sido suficientes para detener la ola de la revuelta.

Y es que en Siria está presente el resto de los ingredientes promotores de la sed de cambio. Además de la ausencia de libertades, las continuas violaciones a los derechos humanos y la brutalidad policiaca conectados con el estado de emergencia en vigor desde 1963, los indicadores socioeconómicos son tan precarios como en la mayoría de los países árabes: un tercio de la población vive con dos dólares al día; prevalece un desempleo rampante entre la nutrida población juvenil cuyos horizontes a futuro son desoladores; la mayor parte de la economía está concentrada en manos de las cúpulas políticas conectadas con la familia Assad; registra en su seno una añeja rivalidad de carácter étnico-religioso en la medida en que el liderazgo político nacional es monopolizado por miembros de la secta alawita (15% de la población), mientras que la inmensa mayoría de la población es sunnita.


La precariedad del desarrollo social sirio ha ido de la mano, sin embargo, de un proyecto militarista expansivo del régimen que no ha reparado en volcar inmensos recursos económicos hacia tales fines. Durante casi 30 años Siria ocupó Líbano con miles de sus tropas, intervención que oficialmente concluyó en 2005 tras el escándalo por el asesinato de Rafic Hariri. No obstante ha seguido enfrascado en sostener una primacía militar regional con la colaboración de Teherán que le surte de los pertrechos necesarios bajo el esquema de una alianza sustentada en intereses comunes.

Hay que recordar además que la sangrienta represión que actualmente ejerce el gobierno de Assad sobre los miles de manifestantes de la ciudad de Deraa y sobre los que se han multiplicado en otros centros urbanos en las últimas horas, tiene antecedentes alarmantes. En febrero de 1982 la aviación y fuerzas terrestres del régimen aplastaron un movimiento contestatario de la Hermandad Musulmana en la ciudad de Hama con el consecuente asesinato de entre 10 y 20 mil personas, según reportes de aquella época. Sólo que en aquel tiempo el asunto fue escasamente conocido por el hermetismo en que se hallaba el país. Hoy las cosas son diferentes: Facebook, Twitter y las comunicaciones satelitales propias de la globalización hacen imposible que la represión pueda llegar a tales extremos sin consecuencias.

Siria estará así en los titulares noticiosos internacionales en los próximos tiempos aunque el desenlace final, como ocurre en el resto de los países del vecindario árabe de donde ha llegado buena parte de la inspiración para levantarse en rebelión, sea aún absolutamente incierto.

Fuente: Excélsior

Acerca de Esther Shabot Askenazi

Licenciada en Sociología egresada de la UNAM (1980), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana. (1982-1985) Fue docente en la ENEP Acatlán, UNAM durante 10 años (1984-1994). Actualmente es profesora en diversas instituciones educativas privadas, judías y no judías.De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional" tratando asuntos del Oriente Medio.Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior donde trata asuntos internacionales.Es comentarista sobre asuntos del Medio Oriente en medios de comunicación electrónica.Publicaciones:"Los orígenes del sindicalismo ferrocarrilero". Ediciones El Caballito S.A., México, 1982.En coautoría con Golde Cukier, "Panorama del Medio Oriente Contemporáneo". Editorial Nugali, México, 1988.Formó parte del equipo de investigación y redacción del libro documental "Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México en la primera mitad del siglo XX" publicado por la UNAM, Tribuna Israelita y Multibanco Mercantil, México, 1992.Coautora de "Humanismo y cultura judía". Editado por UNAM y Tribuna Israelita. José Gordon, coordinador. México, 1999.Coordinadora editorial de El rostro de la verdad. Testimonios de sobrevivientes del Holocausto en México. Ed. Memoria y Tolerancia, México, 2002.Redactora de la entrada sobre "Antisemitismo en México" en Antisemitism: A Historical Encyclopedia of Prejudice and Persecution". Ed. ABC CLIO, Chicago University, 2005."Presencia judía en Iberoamérica", en El judaísmo en Iberoamérica. Edición de Reyes Mate y Ricardo Forster. EIR 06 Enciclopedia Iberoamericana de Religiones. Editorial Trotta. , Madrid, 2007.Artículos diversos en revistas de circulación nacional e internacional.

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