Hubiera podido ser una apacible tarde templada de otoño en la campiña, sino nos encontráramos en un ardiente medio día en el desierto californiano, donde podemos observar cabalgando a un hombre de edad indefinida, pero que por las grietas y arrugas en su rostro, causadas por las inclemencias del tiempo y la falta de costumbre de usar cremas humectantes, podemos decir que tiene 69 años 4 meses y 22 días. Las manos también están desgastadas por las duras faenas diarias que realiza y por la falta de una buena manicurista en la zona. Lleva botas vaqueras, pantalón vaquero, camisa vaquera y sombrero vaquero con lo cual a simple vista podemos deducir que se trata de un gambusino, o buscador de tesoros. Como decíamos el calor es abrasador ya que el desierto se encuentra a 30 grados, si a 30 grados norte de latitud con relación al ecuador, pero la temperatura asciende a más de 40 grados centígrados, por lo que nuestro personaje decide hacer una parada en la taberna del pueblo por el que esta pasando para refrescarse un poco. Cuando entra a la cantina todos los presentes se voltean para mirarlo con curiosidad, en este pueblo no son bienvenidos los forasteros, pero a nuestro hombre no le importa la mirada hosca de los parroquianos y se dirige con seguridad a la barra para decirle al cantinero:
-Tengo mucho calor y quiero algo para refrescarme y quitarme la sed. ¿Sabes preparar un Aplletini?
-Lo siento- responde el cantinero- pero no tengo idea de que es eso.
-Es una bebida suave que se pondrá muy de moda en la costa Este dentro de 150 años. Pero no importa, entonces dame de tu mejor whisky.
-¿Solo o en las rocas?-
-No, en las rocas no me gusta, sírvemelo con hielo- le ordena tajante el buscador de oro.
-Lo siento- se disculpa nuevamente el cantinero- pero no tenemos congelador y hasta que no los fabriquen de manera masiva, tendremos que prescindir de hielo para las bebidas.
-Sírvemelo así solo, pero ya. Es mas, déjame la botella que al fin y al cabo tengo con qué pagar- y mientras decía esto saco una pequeña bolsa con pepitas de oro y la colocó ruidosamente sobre la barra.
Y así se fue la tarde, el hombre seguía tomando solo en la barra y su grado de embriaguez era notorio, sin embargo a nadie de los que se encontraban en la cantina les importaba un comino lo que pasara con este hombre.
Al caer la noche entraron en la taberna los hermanos Mac Coy, uno era Mac y el otro Coy y ambos curiosamente se apellidaban Smith. Los Smith eran conocidos por todos ya que eran de un carácter bastante irascible y fuertes como toros y grandes como bueyes o viceversa, eso no importa, el caso es que la gente los llamaba por el apodo de “Los Ogros”, claro que a sus espaldas ya que si en algún momento se llegaran a enterar mas de uno hubiera mordido el polvo, y luego lo hubieran matado.
Cuando los Smith entraron en la cantina el silencio dominó todo el espacio, la atmosfera se hizo tan pesada que se hubiera podido cortar con una sierra eléctrica, en el caso que para entonces ya la hubieran inventado, sin embargo nuestro viejo gambusino les dedico una ligera ojeada y se echó a reír y los asistentes más nerviosos se ponían. Una vez que el viejo dejó de reírse grito con voz en cuello para que todos lo escucharon:
-Ese par que acaba de entrar son unas mariquitas- La gente no daba crédito lo que el atrevido anciano acababa de decir, sin embargo los hermanos Smith, tal vez por las escasas canas que el hombre tenía, por el estado etílico en el que se encontraba o quien sabe por qué decidieron no hacer caso de lo que este hombre profería. Sin embargo el viejo repitió el ataque verbal, pero esta vez fue más agresivo:
-A esos dos les he pateado el trasero más de una vez y lo volvería hacer con una mano amarrada en la espalda. La gente sólo podía entender que lo que ocurría es que este hombre había perdido la conciencia a causa del alcohol y no era dueño de sus palabras. Los 2 hermanos grandulones solamente le dedicaron una mirada bastante perturbada pero no hicieron nada mas, lo cual fuera de tranquilizar al viejo esta actitud lo envalentonó aun más y les gritó, mientras se carcajeaba:
-Ven les digo que son unas mariquitas- y prosiguió el viejo- ¿Y si les dijera que me he acostado con su madre y mas de una vez? ¿Me lo creerían?- Esta vez había llegado demasiado lejos. Los Smith dejaron sus tragos en la mesa y se dirigieron lentamente hasta donde se encontraba el agresor. Los testigos no podían ni respirar, sabían que alguna desgracia inminente amenazaba al recién llegado, pero no tenían el valor para enfrentarse a los hermanos y tampoco se querían perder la paliza que le iban a propinar.
Los 2 monstruos se acercaron hasta encontrarse a 2 cm de la cara del viejo borracho visiblemente afectados por lo que les acababa de decir, el mayor de ellos con toda pasmosa lentitud le dijo:
-Papá esas no son formas de llegar al pueblo después de tantos años, yo creo que usted ya esta muy bebido y nos lo vamos a llevar para la casa, para que Mamá le de su merecido- y diciendo esto los hombres lo agarraron de una axila cada uno y lo cargaron como si fuera un muñeco de trapo y así lo sacaron de la cantina ante la frustración de todos los presentes por la cancelación de lo que pensaron sería un espectáculo digno de recordar por añ os y que rompería su monótona rutina.
Artículos Relacionados: