Hace pocos días falleció en Estados Unidos la señora Esther «Dita» Cohen Z’L, una dama que realizó aportes muy significativos a la vida empresarial, cultural, intelectual, creativa y social de Venezuela. Un ser humano excepcional siempre generoso, comprometido y creativo que marcó la diferencia para muchas personas, familias, instituciones, comunidades e, incluso, en el país.
Estoy segura de que me quedo corta con estas palabras que le dedico, pero no podía ni quería dejar de agradecer y reconocer lo afortunada que fui al tenerla presente en mi vida. Estoy segura de que muchos se sentirán identificados con estas palabras que solo buscan dar honor a quien honor merece.
Hay personas que deberían ser eternas.
Hay personas que deberían ser inmortales.
Hay personas que deberían poder ganarle la batalla al tiempo.
Son pocas, son especiales, son espectaculares.Conocerlas es como, de pronto, notar la más bella estrella fugaz en un
firmamento oscuro.
Esas personas son trascendencia bajo una piel humana.
Y hoy me toca reconocer mi propia mortalidad, me toca atestiguar mi propia fugacidad al verme la cara en el espejo.
Caen lágrimas hacia fuera y hacia adentro de mí al saber que realizó su viaje al Olám Habá (el mundo por venir) uno de estos seres para los que el tiempo debería poder paralizarse.
Entender que partió de este mundo alguien como la señora Esther “Dita” Cohen Z’L es entender que se acaba de formar un hueco inmenso en la historia de mi comunidad y en mi historia personal.
Debo hacer una pausa, recuperar la compostura, reconectar con las palabras que se me hacen difusas, vagas, insuficientes.
Recuerdo todo lo que aprendí junto a ella, la ternura con la que me hablaba, el cuidado que ponía en formarme, educarme, prepararme.
Creyó en mí cuando ni yo misma lo hacía. Me brindó oportunidades y confianza como nadie más lo hizo. Me apalancó y me cultivó. Me animó y me apoyó. Ella vio en mí lo que podía llegar a ser y apostó por ello.
Sé que ella ha sido mucho para muchas personas, familias, instituciones y comunidades. Sé que fue una esposa, madre, abuela, bisabuela amada y respetada.
Estaba con ella cuando construyó la Dirección de Cultura de la Unión Israelita de Caracas (y todo lo que eso significó para la comunidad judía de Venezuela), y también la acompañé cuando se empeñó en crear Espacio Anna Frank (y todo lo que eso ha significado para Venezuela).
Conocí su enorme generosidad y altruismo, su increíble sentido del humor, su acertada filosofía de vida, su absoluta comprensión del alma humana, su capacidad de entrega, su fuego interno y su idealismo admirable.
Era una soñadora y al mismo tiempo una creadora.
Y ahora que pienso en todo lo que ella hizo, en todo lo que construyó, y en todas las formas en que ella supo dejar huellas de su paso por el mundo… Siento que de alguna manera (que solo se puede ver bien con el corazón) ella sí logró ganarle la partida al tiempo, ella sí alcanzó la eternidad. Ella se volvió inmortal.
Pues en aquello que realmente importa, en el alma de las personas que ella tocó y transformó, en la familia que construyó, en las obras que dejó… Dita Cohen Z’L sigue viva, y de alguna forma, siempre lo estará.
Mi solidaridad con su familia, con sus amigos y sus allegados… Si les sirve de consuelo, siento que hay personas que nunca se van del todo, y jamás lo harán…
Sin duda Dita Cohen Z’L es una de ellas, y su recuerdo ya es una gran bendición.
Querida Dita: Gracias por ser. Gracias por estar. Gracias por creer… No me despido de ti porque te me quedas muy adentro.
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