Elie de Montalto

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En 1.492, un elevado número de sefardíes -o sefaradíes- que abandonaban España -o Sefarad-, encuentran, con el augusto permiso del rey D. Manoel, momentáneo refugio en Portugal. En 1.497, tras la conversión forzada -y forzosa- de la comunidad judía compuesta tanto por hebreos autóctonos como por aquellos emigrados de España, los cristianos nuevos se constituyen en casi la décima parte de la población total del reino.

Sin embargo, los cristianos viejos siguen viendo a los cristianos nuevos como judíos cuyo ascenso social -o de cualquier otro tipo- no es tan siquiera mínimamente aceptable.

En mayo de 1.536, queda instituido el Tribunal del Santo Oficio en Portugal. Por consiguiente, las circunstancias de los cristianos nuevos empeoran. Si la Inquisición española deja tras si una estela de intolerancia, despropósitos y muerte flagrante, su homónima portuguesa no tiene, en absoluto, nada que envidiarle. Entre 1.548 y 1.631, los procesos por judaísmo se cuentan por miles. Lisboa y Coimbra pasarán a la historia como ciudades donde el celo y el ardor inquisitorial dejarán una huella indeleble de sangre y humo, provenientes, por un lado, de las mazmorras donde se arrancaba a golpe de tortura cualquier tipo de declaración inculpatoria que satisfaciera al Tribunal, fuera verdad o mentira, y, por otro, de las hogueras donde aquellos pobres desgraciados, carentes de cualquier derecho, eran salvajemente quemados. Muchos de ellos, en el postrer momento, entonaban un sonoro Kidush Hashem, mientras otros, menos fuertes en su fe, o totalmente desengañados de todo lo que les rodeaba, maldecían la natural circunstancia de haber nacido judíos.


De la misma forma que en Sefarad, los cristianos nuevos portugueses tienen prohibido -por ley- el acceso a determinados cargos administrativos y a las funciones eclesiásticas. La exclusión social también les prohibía desempeñarse en profesiones tales como médico, boticario o profesor de universidad. Tal número de cortapisas y obstáculos puestos en su camino con el deliberado propósito de hacerles la vida más y más miserable, amén del rechazo que provocan doquiera que se instalen, lleva a este grupo social perfectamente diferenciado a expatriarse hacia lugares donde, aparte de retornar a su antigua fe, íntima aspiración que la mayoría de ellos espera hacer realidad algún día, puedan encontrar un mínimo de tolerancia que les permita reconstruir sus vidas dañadas y amenazadas tanto por el poder civil como por el religioso.

Es precisamente en plena fiebre inquisitorial, locura colectiva que azota Portugal entero y que ve en el cristiano nuevo su chivo expiatorio particular, culpable de todos los males que pudieren asolar el país, donde en 1.567 y en la ciudad de Castelo Branco, nace Filipe Rodrigues de Montalto, tercer hijo varón de Antonio y Caterina Aires. La familia era de pura extracción judaica, utilizando por el lado paterno los apellidos de Luna y Montalto. Filipe fue bautizado un 6 de octubre de 1.567, circunstancia ésta que le precipitó de forma automática dentro del dudoso rango de los cristianos nuevos.

Por lo que parece y se puede deducir de sus propios escritos, su padre era cristiano fervoroso que se había apartado totalmente de la equívoca doctrina de Mosén, mientras que su madre, que frecuentaba iglesias y colaboraba de buen grado con el estamento clerical, los viernes en la tarde, en la soledad de su habitación y a escondidas de su marido, encendía las velas y entonaba extraños cantos y plegarias. Todo este peligroso a la vez que extraño y fascinante mundo del marranismo, le fue revelado a Filipe por su madre justo al cumplir los trece años de edad. En ese momento, tuvo constancia plena de sus orígenes y a ellos se mantuvo fiel durante su azarosa existencia, viviendo en la difícil dualidad de aparentar ser cristiano, sintiéndose interiormente judío.

Ya de mozo, Filipe, por indicación paterna, se traslada a Salamanca donde estudia medicina y filosofía (quizás, también, algo de teología). Una vez terminados sus estudios regresa a Castelo Branco donde contrae matrimonio con otra cristiana nueva de nombre Jerónima de Fonseca, quien posteriormente y ya en el exilio se hará llamar Raquel de Fonseca. De este casamiento nacerán cinco hijos, dos de los cuales morirán en plena infancia. De los tres restantes, Moisés llegará a ser tan buen médico como su padre, estableciéndose en la ciudad de Lublin, Polonia, donde morirá en 1.637.

Castelo Branco se queda pequeña en el afán de superación personal y profesional de Filipe, quien, junto con su familia y aprovechando un respiro dado por los gobernantes portugueses a los cristianos nuevos en el sentido de poder practicar las profesiones para las que se habían preparado, se traslada a Lisboa para ejercer como médico por tiempo indefinido.

Como muchos de sus correligionarios, Filipe desea intensamente abandonar Portugal y dirigirse a terras de judezmo, donde, aparte de poder practicar su profesión de forma más libre y sin estar atado a restricciones de ningún tipo dada su condición de cristiano nuevo, pueda vivir plenamente como judío sin necesidad de tener que esconderse de nadie y sin temor a ser detenido por celebrar ritos y ceremonias propios de la fe que, secretamente, profesa.

La ocasión se le presenta en 1.602, un año después de que a los cristianos nuevos se les permita oficialmente abandonar Portugal, si así lo desean.

Poco o casi nada se sabe acerca de la ruta que tomó Filipe Rodrigues de Montalto para salir de Portugal. Muy probablemente y siguiendo los pasos de aquellos que le precedieron cuando aun era delito abandonar el país, se trasladaría primero a España y desde allí hasta el sur de Francia, donde contactaría con correligionarios ya establecidos en Burdeos, quienes le facilitarían pasaje para aquellos países donde existían comunidades judías establecidas como tales.

Por documentos de la época, sabemos que pasó por Amberes, Burdeos y París, antes de trasladarse a la región de la Toscana. Es precisamente en esta última ciudad, París, donde tendrá la oportunidad de practicar su profesión en la corte de la reina María de Medicis, siendo muy probable que fuere allí donde conoce al Gran Duque Fernando I, tío de la reina, quien posteriormente le invitaría a trasladarse a las ciudades de Livorno, Pisa y Florencia.

Fernando I de Medicis apoyó muy activamente el establecimiento de judíos en el enclave portuario de Livorno y, por extensión, en la cercana ciudad de Pisa. Conocedor de la amplia red comercial tejida por los judíos sefardíes que abarcaba, prácticamente, toda Europa y determinados países de América, no quiso dejar escapar la oportunidad de tener bajo su personal protección a un determinado grupo de personas que, aunque expulsados de varios países del entorno europeo y con pocas posibilidades de reinstalarse en los mismos, eran capaces de generar infinitas riquezas. Toda esta política económica -y social- suscrita de común acuerdo entre las autoridades toscanas y los acaudalados mercaderes sefardíes quedaría perfectamente reglamentada en el famoso decreto denominado La Livornina, emitido en 1.593, donde se les prometía exención de impuestos, libertad para comerciar y, lo más importante para muchos de ellos, libertad para practicar su religión a aquellos que, pese a múltiples calamidades y tropelías no habían abjurado ni renegado del judaísmo. De igual forma, a los cristianos nuevos que así lo decidieran, se les daría todo tipo de facilidades para volver a la ley de Moisés.

De acuerdo a declaraciones de Pablo de Pina, judeo-converso apresado por el Santo Oficio en un viaje de negocios a España, sabemos que Filipe Rodrigues volvió al seno del judaísmo ortodoxo en la ciudad de Livorno.

Aunque el Gran Duque Fernando no era precisamente muy heterodoxo en temas religiosos, el paso de Montalto por la Toscana fue muy productivo en lo profesional y en lo personal, como protegido de Fernando I de Medicis no tuvo problemas en el ejercicio de la medicina ni para practicar de forma abierta sus creencias, poniendo especial énfasis en el adoctrinamiento de jóvenes cristianos nuevos que no terminaban de decidirse a volver a la fe de sus antepasados.

Poco antes de su traslado a Venecia, publica en Florencia un completo tratado sobre temas ópticos que dedica a Cósimo, hijo de su protector, y al que intitula Optica intra philosophiae et medicinae aream, de visu, de visus organo et objecto theoriam. Es interesante hacer notar que en esta primera edición de su obra, todavía se firma como Filipe Montalto, lo que pondría en tela de juicio la aseveración más arriba comentada sobre su posible vuelta al judaísmo normativo en Livorno.

No están suficiente claros los motivos que influyen en Montalto para su marcha a Venecia en 1.607. El tema en sí es tremendamente complejo ya que, a raíz de la correspondencia estudiada, se entremezclan múltiples factores, en especial de intereses económicos y alta política. En un primer momento, conocedor el Gran Duque Fernando de la huida de Filipe, le envía un agente que veladamente le amenaza y le indica que sólo se dedique a la práctica de la medicina y que desista de traer miembros de la nación portuguesa radicados en Pisa a la ciudad de Venecia. Montalto le indica al agente que tiene un reverencial respeto por su ex protector y que jamás ha pensado en atraer a ninguno de sus hermanos de religión o desventura hacia el lugar donde ahora habita. También, que aunque recuerda a la Toscana con admiración y cariño, desea seguir residiendo en Venecia por ser lugar donde la piedad y el grado de ortodoxia de la comunidad judía existente supera con creces a cualquier otra de las conocidas por él.

Es precisamente en la ciudad de Venecia donde se imprime, en 1.613, la segunda edición de su libro antes mencionado Optica intra philosophiae…. pero, esta vez, el nombre del autor no es Filipe Montalto, sino Filoteu Elias Montalto, indicando claramente sus creencias judaicas.

A pesar del alto grado de compenetración y entendimiento entre Montalto y la comunidad judía veneciana, su estancia en dicha ciudad no fue demasiado larga.

A la muerte del rey francés Enrique IV, su esposa, María de Medicis, se convierte en regente hasta la mayoría de edad del hijo de ambos, el futuro Luís XIII. Pocos meses después de su nombramiento, María, quien ya conocía a Montalto de haber estado practicando su oficio en la corte francesa, le ofrece el puesto de médico personal. Él acepta con la condición de poder practicar libremente su fe judía y de que no recibirá ningún dinero durante su día de observancia, es decir, en el Sabat. Previa dispensa papal que le permite mantener a un infiel a su servicio, la reina acepta su condición y en el otoño de 1.612, Montalto parte para París acompañado por su familia y un discípulo, de apenas dieciséis años, de nombre Saúl Levi Morteira, quien, andando el tiempo, sería uno de los máximos exponentes de la comunidad judía hispano-portuguesa establecida en Amsterdam y presidente del tribunal rabínico que excomulgará a Espinosa. Elie de Montalto será el único judío, no sólo en la corte sino en toda Francia, que profese oficialmente la religión hebrea.

En María de Medicis encontrará Montalto una valedora, protectora y defensora de sus actividades judías, gracias a ella y a su dinero, desarrollará una actividad judeo-religiosa muy importante, creando, con la ayuda de su discípulo Morteira, una verdadera escuela de estudios hebraicos que atraerá a marranos de Portugal y a judíos de Holanda.

Es también en París donde escribirá y publicará, en 1.614, su trabajo médico más importante denominado Archipathologia: in qua internarum capititis affectionem…, obra pionera en la materia y en la que se estudian de manera clara y concisa las dolencias de tipo mental.

A finales de 1.615, toda la corte parisina parte en dirección a Burdeos a efectos de preparar el casamiento de Luís XIII con Ana de Austria, hija de Felipe III de España. Elie de Montalto acompañará a María de Medicis en este viaje….. pero no regresará. Una pulmonía doble complicada posteriormente con algún tipo de dolencia cardíaca, acabará con su fatigosa y ardua existencia un 19 de febrero de 1.616.

Su amiga y mecenas, la Reina Regente, ordena que aquel judío practicante, nacido cristiano y marrano irredento durante muchos años de su vida, sea embalsamado y que, acompañado de un pariente llamado Josué de Luna y de su discípulo Morteira, se le traslade a Amsterdam para ser enterrado en el cementerio judío de Ouderkerkaan de Amstel, comprado por la comunidad hispano-portuguesa.

Filoteu Elías Montalto fue, en un momento más bien largo de su vida, Filipe Rodrigues de Montalto. Su historia, aún siendo extraña y complicada, no era, en absoluto, nada fuera de lo común entre aquellos que, como él, debatieron su existencia en una ambivalencia que les llevaba en determinados momentos a no saber quiénes eran en realidad o, por el contrario, a amoldarse tan bien a las circunstancias tan excepcionales en las que diariamente se movían, que para ellos el hecho de tener dos personalidades, a veces totalmente divergentes, les enriquecía de tal manera que aun pudiendo optar por una determinada, preferían mantener ambas y seguir jugando al gato y al ratón con todos aquellos que estaban interesados en saber quiénes eran en realidad. Una historia más.

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