A su madrastra la llama Momala cariñosamente —en un juego de palabras entre mother y Kamala—, diseña chaquetas, sombreros y abrigos, es artista, tiene su propia empresa, Soft Hands, ha sido modelo de pasarela, y nunca ha tenido problemas en desplegar su activismo, ya sea por la causa palestina —pese a que su padre es judío— o la comunidad LGBT. A sus 25 años, Ella Emhoff podría ser testigo de excepción de la coronación de su madrastra como primera presidenta de Estados Unidos. Pero aunque gane o pierda, nadie le quita la etiqueta de hijastra cool de la actual vicepresidenta.
De todos los sellos que ya pesan sobre sus juveniles hombros, Emhoff prefiere el de artista y diseñadora. “Pase lo que pase, siempre estaré conectada con mi familia y con el modelaje, es parte de mi historia. Pero se siente muy bien ejecutar una idea que he tenido por un tiempo y que exista como algo propio”, le decía a la revista Marie Claire en una entrevista el verano pasado.
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Parece evidente que, pese a su implicación en la política, directa o indirectamente, su pasión pasa por Soft Hands y las prendas de punto que ha sabido convertir en arte y en una comunidad a la que da clases e inspira desde su base en Brooklyn, Nueva York. La arrancó durante la pandemia en 2021, y desde entonces no ha parado de crecer la compañía.
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Debutó en la Semana de la Moda de Nueva York en febrero de 2023 con un guiño a su gusto por el punto y después expuso sus obras tejidas de pasadores para el pelo de Gucci en Gotham, una galería de arte y dispensario de marihuana en Manhattan.
Hija de Douglas Emhoff, un abogado de 59 años nacido en Brooklyn en una familia de origen polaco, su vida dio un vuelco importante cuando su padre decidió dar el paso de invitar a cenar a la entonces fiscal general de California. Se conocieron en una cita a ciegas en 2013 que organizó un amigo común y cliente de su firma de abogados, el director y guionista Reginald Hudlin. Emhoff aceptó de inmediato y poco después le estaba mandando mensajes de texto a la futura vicepresidenta.
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Pese a que sus fijaron su residencia en Washington tras las elecciones, ella ha seguido con su vida independiente en Nueva York, lo mismo que su hermano mayor, Cole, que tiene su casa en Los Angeles. Allí trabaja en la productora de Brad Pitt, Plan B.
Además de su carrera en el arte y la moda, ha protagonizado momentos de activismo político con ciertas dosis de polémica. Al comienzo de la guerra en la Franja de Gaza se volcó en Instagram para pedirle a su casi medio millón de seguidores donaciones para un fondo de ayuda palestino, pese a la lluvia de críticas al presidente Joe Biden y su vicepresidenta por el apoyo explícito a Israel y los millones de dólares destinados a armamento para el gobierno de Benjamin Netanyahu.
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Emhoff ha seguido modelando para mantenerse a flote económicamente mientras su marca continúa con su ascenso. Se considera una persona “muy ansiosa y sensible”, que ha tenido que sacar adelante su negocio por sí misma, apoyándose en su propia financiación y sin nadie a quien recurrir, en sus propias palabras. Eso pese a que su padre facturaba más de un millón de dólares antes de conocer a Harris y que su madrastra es quien es. No deja ser curioso.
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