Nuevamente volví a apreciar la diferencia de un viaje de turismo y una emigración.
Para el que no sabe, la diferencia es muy sencilla, la Visa en el Pasaporte es diferente: permite la residencia e incluso la posibilidad de trabajar o recibir algún subsidio oficial. A pesar de parecer sencillo, una emigración no lo es.
¿Cuántas veces emigré en mi vida? ¡Solo dos! Tres elementos encuentro comunes a ambas. La política es el primero. La primera emigración era para tener mayor actividad política y la segunda para borrar en forma absoluta la actividad política.
Según la mitología familiar, no escrita y difícil de comprobar, a los seis años de edad dije que me voy a Israel porque, en aquellos tiempos, un judío no podía ser Presidente argentino.
No logré ser presidente y la mayoría de las ideas que me acompañaron aparentemente no eran más que fantasías y utópicos deseos. Al guardar en una caja todos los disfraces y observarme ante el espejo, era obvio que el siguiente paso era emigrar y esto hice ahora.
El segundo elemento es la edad. En la primera emigración era un hombre joven, con todo el camino por delante, con un gran afán de aprender, hacer y aportar, ahora soy un hombre mayor, con solo una parte del camino por delante, con un gran afán de aprender, hacer y aportar disfrutando de los frutos del camino recorrido.
El tercer elemento, el destino, por supuesto muy importante o el más importante. En la primera emigración sabía dónde iba, iba a un kibutz a una forma de vida colectiva. Ahora también se dónde voy, voy a mi casa y de colectivo tiene solo dos personas, mi mujer y yo.
El mismo día del viaje tuve oportunidad de disfrutar de los frutos del camino recorrido.
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