El día de ayer víspera de Pesaj sentí el deseo de ir a la sinagoga. Llegué, salvo una persona estudiando, no había nadie más… Esperé.
Empecé a llenarme de judaísmo… Frente a mí está el arca donde se guarda la Torá; una cubierta de terciopelo cubre sus puertas, sobre el terciopelo están grabados los Diez Mandamientos; muchos libros de oraciones se encontraban a mí alrededor…
– Bienvenido, que gusto que esté con nosotros, me dijo una persona que no conocía y me trajo un libro de oraciones. – Aquí vamos a empezar. En ese momento advierto que olvide mis lentes.
Al poco rato perdí el rumbo del rezo… A una persona cercana le pregunte la página en la cual iba la lectura me la indico.
Después de un rato esta misma persona se acercó y me volvió a orientar donde la lectura seguía…
– Lo que pasa, le dije es que olvidé mis lentes… – Déjame ver si puedo conseguir unos… Al poco rato me trajo unos lentes. – Ojala te sirvan, me dijo… Me fueron de mucha utilidad.
Si el pueblo judío ha prevalecido a través de los siglos es por esa actitud noble y desinteresada que procura el bienestar del otro. Ese sentimiento fraterno que se da y brota de forma instantánea al reconocernos a nosotros mismos.
AM ISRAEL HAI.
Claro en la sinagoga se vive el espíritu comunitario que hace mención la Torah donde Hashem se expresa a este comunidad como “Mi pueblo”