La enfermedad del Alzheimer o cualquier demencia senil, son devastadoras tanto para quien la sufre como para la familia. Vamos a hablar de la familia, ya que no tenemos datos para hablar del paciente. Es importante mencionar que el enfermo se da cuenta de las muestras de amor y desamor de la familia, y muchas personas han reportado ser reconocidos por sus enfermos.
En una sociedad donde el dolor y la enfermedad tienen que esconderse, es triste lo que sucede con las familias de estos pacientes; como se ha dicho en otras ocasiones, el funcionamiento cambia; la carga es tan fuerte que muchas veces requieren de apoyos externos para poder manejar el infierno por el que están atravesando.
Son revividos algunos afectos enterrados. La mejor familia, ¿Cuál?, es sacudida ante el impacto de la enfermedad, que para muchos es peor que la muerte, ya que hay que vivirlo y sufrirlo durante una larga temporada. Los mejores hijos y familiares, se agotan en el proceso y el enfermo va siendo cada vez más abandonado emocionalmente, aunque en forma contradictoria la atención física tiene que ser mayor dado el peligro que corren estos pacientes.
Las enfermedades terminales o mentales implican un desgaste tanto para el enfermo como para la familia. Son dos partes de la misma moneda y hay que prestar atención a las dos. Los cuidadores familiares tienen que tomar turnos en esta actividad; con frecuencia la carga es puesta en un miembro de la familia que aparentemente es el más desocupado, casi siempre una mujer.
Esta carga sobre una sola persona puede producir daños emocionales y físicos, que pueden llevar a una gran desesperación, incluso al suicidio. Surgen conflictos familiares ya que cada quién quiere descargar sus propias responsabilidades en el otro.
Cada persona tiene sus propios problemas; discusiones y pleitos por cuestiones de dinero y herencias agrandan el dolor por la enfermedad. Las alianzas cambian y los buenos se convierten en malos, los malos en buenos.
Luisa ha sido una buena hija para sus padres. Es la más pequeña en una familia de seis hermanos. Cuando niña estuvo delicada de salud y requirió de un cuidado excesivo por parte de su madre básicamente. Esto despertó envidia y celos por parte de los otros. En este momento en que la madre está mal, los desacuerdos y malentendidos han llegado a la violencia familiar.
Cada miembro de la familia, solamente observa un lado del problema sin tener en cuenta la otra parte. Una visión egoísta donde sólo pienso en mí y no me conviene ver al otro. Así, se ha promovido el enojo entre los hermanos que genera desatención en la enferma y una agresión desconocida se hace presente.
Todo esto hizo necesaria el apoyo de un psicoterapeuta para lograr un mejor funcionamiento familiar dentro del caos producido por la enfermedad. Lo funcional se hizo disfuncional. Todos sienten que se ha perdido la armonía familiar con la que crecieron.
El factor económico es fundamental para proveer a la enferma con una mejor calidad de vida por lo que Luisa tiene que cuidar el poco dinero de la madre y esto la convierte en blanco de las agresiones de sus hermanos. Luisa tiene dos hijos pequeños, su vida familiar ha cambiado y la carga la está asfixiando. Se siente bombardeada por todos lados, siente una debilidad extrema que la paraliza.
Esto nos enseña en forma dramática la naturaleza humana que queremos disfrazar; la angustia y la avaricia han convertido a estos buenos hermanos en salvajes en disputa. El círculo de amistades se ha mermado ya que los momentos de dolor y soledad son personales y cada quién carga con ellos como puede. Los valores que la familia tenía se desgastaron abruptamente.
Vemos en vivo y a todo color las emociones humanas, de amor, odio, tristeza, desamparo, se observa todo aquello de lo que los seres humanos son capaces y que y difícilmente aceptamos como propios. Lealtad, fidelidad, amor, odio, envidia, resentimientos surgen abruptamente en momentos de crisis y enfermedad.
Es recomendable buscar apoyos externos en momentos de crisis familiares; atender a un enfermo desgasta las buenas intenciones.
Nada es para siempre, por lo que es importante aprender a vivir el momento de alegría que tenemos, no se sabe lo que puede suceder.
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