Hace algunos días abordé un taxi de sitio. El taxista ya me conocía de otros viajes en lo que he tenido él. Nos permitimos entrar en conversación, de esas que se suelen dialogar con normalidad y frecuencia con los taxistas: clima, política, deportes, y otros temas triviales sin tanta importancia. Un tema nos iba llevando al otro como ramas en un frondoso árbol que sin saber cómo llegamos a un tema sin siquiera saberlo. Estábamos hablando del amor, la amistad y los matrimonios. El chofer me contaba sobre su trabajo y el de su esposa, incluso sobre su amante y los motivos que tuvo para dejarla. Y como he dicho, de un tema saltamos al otro como changos trepando lianas.
Me anime,dadas las circunstancias de la conversación, a preguntarle algo. Le pedí que me responda con una respuesta de dos letras: sí o no.
Le pregunté si amaba a su esposa y me respondió afirmativamente. Luego le pregunté si me permite continuar preguntando, a lo que también respondió de manera afirmativa. Antes de continuar preguntando le dije que aceptaré, estando o no de acuerdo, la respuesta que sea. Si estoy o no de acuerdo no se lo diré, no lo juzgaré ni con gestos. Así sea una respuesta aberrante, inconcebible, terrible y de la peor calidad humana, no lo juzgaré y no se lo diré a nadie. Aceptó.
Le pregunté por qué ama a su esposa. Antes que me responda le volví a aclarar que aceptaré cualquier respuesta, aunque me diga cosas muy trágicas, por ejemplo, porque ella le permite robar, matar animales, o cosas peores. Sea cual sea su respuesta la aceptaré como su respuesta sin decirle si estoy o no de acuerdo.
Y ests fueron sus palabras: “Amo a mi esposa por cómo es conmigo, cómo me trata, como me atiende…”. Luego hizo una pausa y aproveché para hablar. Le dije: “Se dice que el perro es el mejor amigo del hombre. Yo creo que no. Si a un perro que tenemos en casa le dejamos de dar de comer durante tres o cuatro días, nos atacará. Eso pasa con los perros sueltos en la calle, que muchas veces atacan a las personas, ya sea porque tienen hambre o porque según ellos hemos invadido su territorio. Muchas veces hemos visto que los perros se quedan a dirmir en la tumba de sus antiguos dueños, y no es por fidelidad, sino que ellos carecen del concepto de la muerte, no saben que el hombre está enterrado por estar muerto y que nunca jamás se va a levantar. Ellos creen que, así como muchas veces se fue a dormir o de viaje y regresó, pues esta vez no debe ser muy diferente. Lo que hacen ahí los perros es esperar a que ese dueño se levante para que lo alimente. Ese perro, al haber vivido tanto tiempo con ese dueño, al haber sido alimentado únicamente por esa persona, cree con razón que él es el único que puede alimentarlo porque es el único que lo quiere, dado que millones de personas existen y nadie le dio nunca de comer ni un lugar cómodo dónde dormir y jugar. El perro no entiende que esa persona era su dueño y su amo y por eso los demás no lo alimentan. Él cree convencido que lo alimentaba porque era el único que lo quería, por lo tanto las demás personas no lo quieren, ya que nunca nadie más le dio de comer. El perro no quiere a su dueño, sino a lo que le daba su dueño. El instinto de supervivencia no es egoísmo malo, es naturaleza. El perro no quiere morir, aun sin saber lo que es la muerte. No quiere pasar hambre, quiere comer y quiere vivir. El perro se quiere a él mismo y eso es bueno, muy bueno. Es natural. Usted, amigo taxista, no me está llevando a mi destino porque es mi amigo, sino porque le pago. Yo no le voy a dar dinero por ser mi amigo, sino porque me lleva a mi destino. Eso es comercio, es muy bueno, es capitalismo, el mejor sistema comercial de la historia. Usted y su esposa son capitalistas, comerciantes. Usted dice que ama a su esposa por cómo lo atiende, cómo lo trata, como es con usted. Eso no es amor, es comercio, es intercambio de intereses, es capitalismo. Si ella no le diera a usted nada de eso, ¿usted amaría a su esposa?”
– ¡No!
– Entonces usted no ama a su esposa, ama lo que ella le da. Y seguramente, le da todo eso porque usted trabaja, se esfuerza, le hace favores, le compra cosas, la atiende. Seguramente, si le preguntáramos a ella si lo ama a usted, sin dudas dirá que sí. Y si le preguntáramos por qué lo ama, dira por cómo usted es con ella, cómo la trata y cómo la atiende. Y si le preguntáramos si lo seguiría amando si usted no le diera nada de eso, su respuesta será un no. Ella ama lo que usted le da a ella, no lo ama a usted. Y no debe enojarse con ella por esa supuesta respuesta, dado que usted respondió eso. ¿Por qué ella no podría responder lo mismo?
– ¿Entonces, cómo es posible amar a alguien que no me da nada, no me atiende?
– El amor va más allá de las cosas materiales. Si usted ama a alguien es porque ese alguien hace que usted sea mejor persona, más bueno, más paciente, más intelectual, con más valores tales como la virtud.
– ¡De ser así puedo amar a muchísima gente que no viven conmigo, ni siquiera debe ser una mujer!
– ¡Exactamente!
– Pero, entonces… ¡¿Cómo?!
– Usted no se considera un ser perfecto, y eso esnlo que lo hace perfecto. Si usted se considerase perfecto no necesitaría de nadie, ni de su esposa ni de nadie. Usted, al saberse imperfecto, elige convivir con una persona para aprender de esa persona eternamente. Esa persona sabe sus de imperfecciones frente a ella y decide vivir con usted a pesar de saberse ella mejor en otras cosas. Y ella decide eso porque sabe que ella tampoco es perfecta y es de usted de quien puede aprender. Ambos saben que cada uno es mejor que el otro en muchas cosas y deciden tolerar esas faltas en su pareja a cambio de aprender de ella.
– ¿Y eso no es comercio? ¿No es entregar una cosa a cambio de otra?
– ¡Por supuesto que es comercio, pero no se entrega una cosa a cambio de otra, sino que se decide aprender a ser mejor para poder emular al maestro! Eso, mi querido amigo, eso sí es amor.
Literalmente hablando, para todo lo demás existe Mastercard.
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