Porque se sabe tan poco sobre el proceso de cómo escuchamos, Yael Bitterman se sintió atraída a este campo. Graduada de la Universidad Hebrea de Jerusalem (UHJ) y hoy en día candidata a un doctorado en el programa de investigación sobre el cerebro, computación y procesamiento de información del Centro Universitario Interdisciplinario de Computación Neuronal, Bitterman ha descubierto cosas tan interesantes en sus investigaciones que han sido publicadas en la revista Nature (justamente un mes antes de que naciera su primer bebé).
Sus investigaciones nos dejan entender mejor cómo procesa el cerebro la información auditiva y podrían tener ramificaciones sin precedentes para mejorar el diseño de implantes cocleares, los cuales se insertan quirúrgicamente para proporcionar un canal auditivo rudimentario a aquellas personas que sufren de una sordera muy profunda o que tienen severos problemas para oír.
Al terminar su servicio militar, Bitterman realizó una licenciatura en física que combinó con el programa Amirim. Este programa que ofrece la UHJ, selecciona anualmente a 25 estudiantes y les ofrece la posibilidad de combinar sus estudios en ciencias con un amplio programa en humanidades. De ahí le vino lo que ella llama la preparación perfecta para entrar al campo de la investigación científica enfocada a las personas.
Cuando inició el programa del doctorado, Bitterman tuvo la oportunidad de trabajar con una serie de datos sobre cómo oímos. Esta información había llegado a manos del programa de manera fortuita.
¿En qué consistían esos datos?
Al tratar de responder la pregunta: “¿Cómo escuchamos?”, los científicos normalmente se enfrentan al obstáculo de no tener acceso directo al cerebro humano. Pero un proyecto en el que colaboraron el cirujano israelí Itzhak Fried (ahora en UCLA) y Rafael Malach (del instituto Weizmann de Ciencias), fue una oportunidad única de echarle un vistazo a su interior.
¿Cómo se logró eso?
A un grupo de pacientes que sufren de epilepsia severa se les colocaron una serie de electrodos que transmiten información específica sobre los sitios del cerebro donde surgen los episodios epilépticos. Varios de esos pacientes también accedieron a ver una película vieja de Clint Eastwood para que se grabaran con un detalle sin precedentes las respuestas captadas por los electrodos. Además, al mismo tiempo escuchaban una cinta de audio -que incluía sonidos de fondo, palabras y música- a la cual se añadió una secuencia artificial de notas musicales aleatorias. Los datos recolectados arrojaron información sobre cómo las neuronas individuales responden a una colección tan diversa de sonidos.
Cuando Yael Bitterman tuvo en sus manos esta información, sabía que era por algo y decidió analizarlos. Los resultados del análisis de Bitterman esencialmente han cambiado algunas de las ideas establecidas con respecto a los procesos auditivos dentro del cerebro. Ella descubrió que las neuronas en la corteza auditiva estaban “exquisitamente afinadas” para responder a una muy angosta gama de frecuencias con una sensibilidad considerable, aunque también variaba su procesamiento de acuerdo al contexto de los sonidos. Pero más interesante todavía, se desconocía que este tipo de especialización, que excede la del área coclear, existiera en esa región del cerebro. De hecho, es algo sin precedentes en ninguna otra especie de mamíferos (con la excepción, por supuesto, de los murciélagos que encuentran su camino al volar por medio del sonido).
Un mejor entendimiento de cómo procesamos sonidos relevantes a nuestro comportamiento en la corteza humana, dice Bitterman, podría resultar en que los implantes cocleares proporcionen una mejor comprensión del habla y una mayor apreciación de la música.
*Directora de la Asociación Mexicana de Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalem.
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