El miércoles terminé dar una clase a un chico de Bar Mitzvah y subí al auto para volver a casa. En la radio estaban dando un programa sobre Jerusalén. La mayoría de los que hablaban ahí sobre la ciudad los conozco personalmente por nuestro trabajo activista en la ciudad. La charla era interesante. A eso de las 21:30 dijo el locutor que pasaba el micrófono al estudio de las noticias, que había una noticia especial.
Ese es un momento muy conocido en la sociedad Israelí.
El instante cuando todo cambia. En las noticias dijeron que algo estaba sucediendo en Tel aviv: había habido un tiroteo.
El ritual comienza siempre ahí, de ese momento se espera que el daño sea mínimo, que no haya muertos, que haya pocos heridos.
Y nos fijamos que todos nuestros parientes estén bien, y nuestros amigos, que puede ser que estuvieran en Tel Aviv en esos momentos.
Por otro lado todos están pegados a la radio, la televisión, internet, los grupos whatsapp, facebook, twitter y todo lo que sea posible.
Es un momento de cambio, el momento trágico, tan rápido, tan duro, tan doloroso. Como si fuera una montaña rusa, en la cual la bajada llega de repente y en la cual los cambios son tan extremos que es imposible vivirlos.
Más tarde llegan los videos, hoy que todo está filmado, nada queda privado, ni la necesidad de cuidar algo para que cada uno de nosotros se sienta protegido. Todo está afuera y todos piden ver más.
A nuestros hijos no se les puede ocultar nada, todos con smartphone, a veces saben todo antes que sus padres. Hay que calmar, explicar.
De manera automática fui a la puerta, solamente para fijarme que está bien cerrada, y más tarde entré a las habitaciones de mis hijas y de mi hijo, para darles un beso.
Siempre ese pensamiento de la manera que ellos ven la vida y cómo perciben esta realidad imposible, como yo la recibí cuando era chico. Y que generación tras generación la recibe. Me pone triste, no se puede aceptar que viviremos toda nuestra vida con esta espada encima.
Por la mañana las noticias siguen, nombres, caras, mas videos, testimonios, decisiones del gobierno.
Y hay que preparar sandwiches para la escuela, fijarse que todos saben cómo vuelven a casa. Dia casi normal.
Más tarde mi hija, la mayor me envía un whatsapp, quiere que vaya a buscarla a la escuela y la lleve a casa. Es asi a veces en estos días difíciles. Dejé la oficina y la llevé a casa.
El ataque en Tel Aviv fue la maldad pura, fría, calculada. Son los momentos en que emerge lo peor de la humanidad.
En ese momento de cambio drástico, acaba con las buenas energías en un instante, y nos exige recuperarnos para poder seguir.
A veces no hay palabras. Hay que estar en silencio. La normalidad se mezcla con lo anormal. Y seguiremos buscando la tranquilidad porque es obligatorio, por y para nuestros hijos.