Tudela fue, antes que nada, una ciudad musulmana, creativa, científica, intelectual, tolerante e inclusiva llegando ahí los cristianos, (como poder porque como ciudadanos siempre fueron bienvenidos) en 1119 pero aun así y a pesar del inevitable cambio de propiedades resultado de la conquista todos (cristianos, musulmanes y judíos) siguieron conviviendo en esta ciudad donde la comunidad estuvo presente desde su fundación.
Los primeros habitantes llegaron desde Tarazona y se instalaron donde hoy están las calles de Benjamín de Tudela, Plaza de la Judería y la calle de las Vueltas llamada así por sus recovecos y diseño defensivo una de cuyas sinagogas es hoy el Claustro de la Catedral que la tomó después de la expulsion.
En el año 1170 Sancho VI, el Sabio, rey de Navarra, decreta el traslado de la Judería Vetula (la original) a un nuevo emplazamiento junto a los muros del castillo cuya custodia y reparación les encomienda a cambio de exenciones y prerrogativas creando así la dual simbiosis común de Navarra donde el rey “protege” a los judíos a cambio de que estos protejan sus castillos y sus rentas.
Bajo este manto de mutua protección prosperaron Ezmel Orabuena, Yuce Cohen, el físico Enoc Constantin, David Paniller, Rafayan Bonastruga, el tinturero Azac Gamiz, Yuce Cardeniel, Sol de Borja, Osua el falaquero, Alazar el carnicero, Moises Atulituli, Samuel Abenfarach, Salomon Lazrado y muchos más cuyos nombres más comunes eran Gento, Yuce, Vitas, Aimaru, Rafayan, y Mayuel, entre los hombres mientras entre las mujeres destacaban Aliofar, Zulema, Dueña, Alalia, Sol, Cima y Dulce.
Otros nombres reconocidos aun hoy en día de ciudadanos Tudelanos incluyen a Sem Tob Ibn Saprut, Yehuda Halevi, Abraham Ibn Ezra y claro Benjamín de Tudela cuyo libro, escrito más o menos en 1140 y que vio la luz, como libro, en 1543 en Constantinopla demostrando que, la mano de Sefarad se extendió y viajó con ellos por los mundos de Tudela después de la expulsión.
En cuanto a su organización comunitaria, sabemos que la comunidad de Tudela era gobernada oligárquicamente por un consejo de 20 miembros de las familias preeminentes en las que durante casi toda su historia estuvieron presentes las familias Orabuena, Menir y Falaquera, Bendebut, Rabiza, Acasar, Farach y Malach y que se organizaron e impusieron como Consejo y Bet Din en lo que parece ser fue una sociedad abierta, secular, tolerante y bien querida.
Es más, la convivencia fue tan profunda y amigable entre todos que en 1481, habiendo sido asesinado Pedro de Arbues, el primer Inquisidor de España, la ciudad y todos sus habitantes se negaron a dar información alguna al Santo Oficio. Años más tarde, la misma población amenazó con lanzar al Ebro a cualquier oficial de la inquisición que osará venir a la ciudad a tratar de arrestar herejes y en 1510 la Ciudad exigió a sus Diputados participantes en las Cortes del Reino que informaran al Rey que “exigían retiraran –de Tudela- al fraile ese que se dice inquisidor”
Una ciudad llena de armonía histórica que de haber sido una actitud común quizás hubiera marcado otra dirección y evitado la expulsión.
Pero igual todo termino poco después.
De acuerdo con el relato de Sem Tob ben Gamiel, toledano que escapó y tras varios meses finalmente logró llegar a Fez, la atmósfera se envenenó hasta volverse insoportable al grado de que, y debido a que la mayoría de los judíos locales decidió convertirse y quedarse en sus casas, las autoridades cristianas decidieron publicar los nombres de los cristianos nuevos (a los que según decían querían convertir) para evitar que se mezclaran con la población (si, con la misma población en la que antes de la expulsión todos se mezclaban antes sin problema) colocando “la Manta” como se llamaba al cartel que exhibía los nombres y que estaban colocados a la entrada de las iglesias para según decían “conservar la limpieza de sangre y para que sepa distinguir la calidad de los hombres nobles”
La Manta permaneció expuesta desde 1610 hasta 1738, 120 años protegiendo (sic) la pureza de sangre de una población que solo años después recupero su dignidad y libertad dejando nuevamente fuera a la institución inquisitorial y aliándose con la República.
En Tudela hoy la poesía, los paisajes, la música y la buena comida me acompañaron como espero acompañen a todos Ustedes que vengan a visitar esta ciudad y disfrutarla tanto o más de lo que la disfruté yo.
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