“Españoles Sin Patria y la Raza Sefardí”, introducción, 3ra. parte

Por:
- - Visto 795 veces

Hele aquí:

1º. ¿Hay hebreos sefardim en esa ciudad donde vive? ¿Cuántos son? 2º. ¿Hay en esa nación otras ciudades donde habiten israelitas españoles? ¿Cuáles son? 3º. ¿Cuál es el estado social de los israelitas que hay en esa ciudad donde usted vive? 4º. ¿Ocupan muchos altas posiciones: como el gobierno, la milicia, las cátedras, la jurisprudencia, la medicina, la banca…? 5º. ¿Qué periódicos se publican en esa ciudad, en idioma judeo─español? 6º. ¿Cuántas escuelas hay y quién las sostiene; el gobierno, Francia, Alemania, etc.? 7o. ¿Se enseña judeo─español en las escuelas? 8º. ¿Se conserva bien el judeo─español, o se pierde por el uso de otras lenguas? 9º. ¿Aceptarían con agrado y simpatías los sefardim de ahí relaciones con su antigua patria española? 10. ¿Sufren los israelitas en esa nación leyes de excepción, persecuciones? 11. ¿Cuáles son las comunidades de rito sefardim y los centros intelectuales a quienes se puede mandar libros, revistas, periódicos…? 12. ¿Cuáles son las librerías de esa población donde se venden las publicaciones israelitas?

Con respecto a su extensión geográfica, no he podido relacionarme, en el tiempo transcurrido, con todas las regiones donde hay colonias y familias de origen español. Con más tiempo y una correspondencia mejor montada, hubiera quizás completado el esbozo de distribución topográfica que aparece en el comienzo de esta obra; pero no lo he hecho por muchas razones cuya exposición omito. Aquí basta con advertir que urgía cerrar ya el periodo de información, y que he considerado no importaba cosa mayor a nuestros fines redondear y apurar este conocimiento. Nuestro principal interés se contrae a ofrecer a España un ensayo de la distribución que presentan sus hijos expatriados, entre los pueblos del mundo, y esto creemos haberlo conseguido en términos satisfactorios.


La obra toda la dividimos en tres partes:

1ª. Examen del pueblo sefardí en general.

2ª. Estudio regional de los sefardim que hay en el mundo.

3ª. Relaciones futuras de España con sus antiguos hijos.

Este libro, por lo demás, tiene la misma orientación y desarrolla idénticos fundamentales motivos que tuvo y desarrolló el anterior, intitulado Los israelitas españoles; el cual fue no más que un ensayo hecho sobre la materia, y un modo de comunicarnos y obtener datos de los centros sefarditas del mundo. Contendrá un mayor y más acertado conocimiento de la cuestión, y además un análisis algo severo de la crítica que por una y por otra parte, israelitas y españoles, se hace y puede oponer a la obra nacional que hemos emprendido.

Hablamos principalmente para nuestro país, y aspiramos a realizar, al propio tiempo que una obra de información y de crítica, una misión evangélica y sugestiva, creando en España aquel estado de conciencia pública, que es como el terreno donde se han de construir las edificaciones y cultivar los frutos que deben constituir los futuros intereses de ambos pueblos. Esta materia es como nueva en nuestra patria, la cual olvidó completamente a sus hijos expatriados; de igual modo que estos olvidaron en absoluto a su antiguo país. Semejante rompimiento y total incomunicación causaron lo que era de rigor que sucediese, es a saber: un mutuo y lamentable desconocimiento. Los sefardim tienen un concepto equivocado de España. Así como su jerga actual es el idioma que sacaron en 1492, pero corrompido; de igual suerte la noción que tienen de nuestras costumbres y Gobiernos es la desdichadísima que llevaron del país de Torquemada. Y esto debe ser rectificado, por culto a la exactitud de los hechos y por conveniencias de los nuevos tratos.

De la propia manera España desconoce el número, calidad y significación de los sefardim actuales. Las más cultas y advertidas personas con quienes hemos hablado sobre este particular, aun aquellas que más habían viajado, y tenían fundados motivos para conocer algo del pueblo judío español, se han maravilladlo de nuestras referencias, como si pintasen descubrimientos de un país desconocido. Cuando de estas altas capacidades descendemos a las regiones sociales inferiores, hallamos todavía una más lamentable ignorancia y un desdichadísimo concepto abstracto de lo que significa la raza judía, tomado en las tradiciones, en las propagandas de los fanáticos y antisemitas, y en los textos de algunos historiadores adocenados y maldicientes, quienes se han dado el gusto de propalar errores y necedades. La historia seria, culta, honda y desapasionada, debido a plumas como la de los Sres. Amador de los Ríos, Fernández Alonso, Pérez Guzmán… y otros, esa no ha pasado al común de las gentes en los términos debidos, y no ha constituido, por tanto, la opinión general que debe existir. Tal es la razón por la cual, respetando en absoluto los dominios de la historia, y sustrayéndonos completamente a discusiones y críticas que no corresponden a la finalidad de este libro, expondremos las rectificaciones porque ha pasado nuestra individual y propia conciencia, como un medio de contribuir a lo que demanda la justicia. Cuando fuimos niños creímos también que los judíos formaban una raza abominable. Con todos los horrores intelectuales, morales y hasta orgánicos, incluso el desarrollo del apéndice caudal, que almas ignorantes y simples nos contaban. Fueron necesarios larga existencia, viajes numerosos y lejanos, estudio de la vida de los pueblos, desastres nacionales y un deseo ardiente de servir a la Patria, al Progreso y a la Humanidad, para borrar de nuestro ánimo tantos ridículos y perjudiciales errores, y reemplazarlos con nociones exactas y útiles sobre Israel. El camino que hemos recorrido en esta rectificación ha sido un poco largo, y cuando tendemos la vista por nuestra España y examinamos las manifestaciones de algunos de sus hombres, vemos que también otros aparecen en lugares distintos de ese mismo recorrido; y que hay todavía intelectuales, historiadores y hasta catedráticos, que son muy buenos padres de familia, excelentes amigos y corazones generosos, pero que se hallan en los comienzos de esa trayectoria. Y es natural: preocupaciones morales de este error les impiden ver con claridad y evangélicos sentimientos cuanto tiene, solicita y merece, ante el derecho público y moderno, un pueblo extraordinariamente interesante por su historia real, sus condiciones étnicas y sus desventuras sin cuento. Confiamos en que muchos seguirán nuestro ejemplo, con lo cual podrán ya remontar un poco la vista y el examen, para realizar serenamente nobles y piadosas investigaciones dignas de la bondad de su alma y de la cultura social moderna.

Vamos a cerrar este prólogo apuntando solo alguna reflexión acerca de un motivo delicado que juzgamos conveniente abordar. Vacilamos algo al principio sobre hacerlo, porque no faltarán quienes lo juzguen imprudente y desusado; pero la índole de nuestra campaña, algunas insinuaciones públicas y particulares que ya hemos podido advertir, y el temor que nos han apuntado dignas personas, pues no todas se hallan siempre fortalecidas con el valor cívico y la entereza que requieren las firmes convicciones y discutidas causas, nos han decidido a echa por delante este asunto, aun afrontando la brutal malicia de aquel principio: excusatio non petita…, etc. Hablamos del oro judío.

Arranque la humanidad de toda la primitiva bestialidad que se quiere suponer, nosotros creemos de ella que es buena en general; que está en mayoría los seres de sanos sentimientos, y que aún de entre los clasificados como malos, los más nos corresponden por derecho propio a los médicos, en calidad de sujetos enfermos. De los tres grandes grupos en que dividimos moralmente a las personas: buenas, malas y enfermas, hace años que la experiencia de la vida y los estudios médicos nos van ensanchando a diario el primero y tercero, y achicando el segundo. Sobre todo, el traspaso del segundo al tercero lo viene realizando nuestra conciencia con muchos degenerados; cuya terapéutica, por razón de un concepto patogénico incierto, aun no ha sido convenientemente formulada, y mucho menos impuesta.

En todas partes hay hombres venales y corrompidos; aunque muchas veces la necesidad y el derecho a obtener de las actividades humanas medios de subsistencia, autorizarían como escrupulosamente correcto y legítimo un pago que la rutina y la pasión censuran. Pero, con todo, por lo que nos incumbe, justo creemos proclamar que España es uno de los países donde la venalidad y el interés son menos frecuentes; y donde, cuando existen, se muestran con menos exigencias. Todavía aquí hay ideales, convencimientos, entusiasmos; y éstos inducen a pelear por la doctrina y el bien humano que de ella se espera. Lo que desgraciadamente sucede es que, por vicios de educación y por orientaciones históricas desacertadas, esos móviles espirituales son con frecuencia equivocados y funestos; y que todo se juzga con malicia.

Mi fraternal amigo el Dr. Tolosa Latour, que es un altruista culto, con vocación siempre consagrada a la protección de la infancia, hace ya años que viene trabajando la creación de un sanatorio para niños de Chipiona (Cádiz), en cuya empresa un poco le ayudamos algunos amigos. Y con tal objeto, realiza una labor tenaz, molesta y costosa, para reunir fondos, construir paulatinamente el edificio y mantener el escaso número de niños escrofulosos que hoy allí existe.

Cierto día hablaba nuestro distinguido amigo con otro que lo es suyo, quien alardeaba de avisado y de social; y exponiéndole las dificultades, gastos y sinsabores que le ocasionaba la empresa que perseguía, se suscitó el siguiente diálogo:

─No creo que sea un negocio eso.

─Es que yo no busco un negocio─ respondió con viveza Tolosa Latour.

─Su amigo, mirándolo con fijeza y con expresión volteriana, repuso:

─No lo entiendo.

─Pues lo siento por usted─ exclamó algo amoscado el doctor.

─¡Eso es una ofensa!─ replicó aquel con viveza, sintiendo el aguijón del reproche.

─No sé qué envuelva ofensa el que yo lamente carezca usted de aquellos desinteresados sentimientos de amor a la niñez, a la patria y a mi profesión, que usted no concibe pueda tener yo.

Merecida fue la réplica que dio mi amigo; pero hubiera sido más exacta la primera respuesta si hubiese contestado que sus esfuerzos, disgustos y sacrificios por servir a la primera infancia, buscaban un espléndido negocio: cual era la satisfacción inmensa y el gozo inefable de servir a los necesitados; de hacer el bien a manos llenas, entre los seres más adorables de la humanidad, y de cooperar al engrandecimiento de su patria desarrollando instituciones bienhechoras, fundamentos de cultura y de salud, base de prestigios públicos que anhela todo ciudadano.

Y que realizar esto cuando se tiene un alma buena, patriótica y sabia, es aquistar bienes espirituales infinitos, placeres supremos, alegrías y estremecimientos de íntima y expansiva felicidad, que a la postre recompensan con creces las actividades y los afanes aplicados a su logro, y valen más que el puñado de pesetas con que aumenta su numerario el hombre modesto y honorable.

A obtener esta recompensa preciosa invitamos, con nuestra campaña, a las muchas buenas almas que sienten latir en su pecho un corazón que ama a la humanidad, a la patria y a los desgraciados, y tienen un cerebro que remontando su examen y sus determinaciones del antro donde gruñen, rabian y destrozan con diabólicas iras y condenables extravíos las enfermedades del alma que se llaman fanatismo, intransigencia y sed de lucha, los lleva a esa otra región serena y piadosa, donde se ven confundidas todas las religiones en un mismo destino; en una sencilla fórmula y en una sublime atracción la que expresa elocuentemente nuestro Pérez Galdós, en el final de sus inspirado drama El Abuelo, cuando tras luchas dolorosas entre impulsos de bondad y de fanatismos sociales, toma el altivo León de Albrit en sus brazos a Doli, ser desgraciado y cariñoso, y abre nueva vida y descubre nuevo mundo a las angustias de su corazón, gritando: “¡Amor, la verdad eterna!”

Otra declaración, y acabamos:

Nadie tiene porqué indagar nuestra filiación religiosa: la publicamos, desde luego.

Somos cristianos; descendemos de cristiano viejos, y esperamos que nuestros hijos practiquen la religión de Cristo, en la cual fueron educados.

Pero la religión del crucificado es de paz, de caridad y de esperanza; no de guerra, de sevicia y desesperación. En esto se diferenciaron esencialmente el cristianismo y el islamismo.

Mahoma no predicó, sino que impuso con sus ejércitos. Jesucristo jamás impuso, sino que persuadió con su palabra.─ Mahoma enarboló el estandarte del guerrero y paseó sus huestes asoladoras por pueblos, blandiendo las tajantes cimitarras tintas en sangre. Jesús mandó sus apóstoles entre los gentiles como ovejas entre lobos, ordenó a Pedro que envainase la espada apercibida a la defensa. –Mahoma dijo en el Corán: “Cuando encontréis a los infieles combatidles hasta hacer gran mortandad, y apretad los hierros de los cautivos que hayáis hecho.” Jesús dijo en el Calvario, donde pereció humanamente, que moría por el consuelo y la gloria del género humano, y que su padre era el Dios del perdón y de la misericordia.

Así, pues, sinceramente advertimos que esta obra aspira a la reconstitución y al engrandecimiento de la patria, por los caminos del amor y de la esperanza; y que a su logro acomodaremos la doctrina y el estilo.

Acerca de Fredy Cauich Valerio

Nasido i engrandesido en Meksiko, ize mis estudios de kontadurya en el "Instituto Politécnico Nacional" i de leyes en la "Universidad Nacional Autónoma de México", ande ize i tambien estudios de ebreo. Tambien so profesor de matematika. So un namorado del djudeo-espanyol i de la kultura sefaradi, desde septembre de 2010 so myembro de Ladinokomunita, un grupo de korrespondensya mezo internet, ande presonas de los kuatro puntos de la tyerra eskriven solo en djudeo-espanyol, ansi es ke i yo me ambezi el djudeo-espanyol. Dediko este lavoro a todos mis amigos de Ladinokomunita, kon muncho karinyo, djente maravyosa de la ke me ambezo muncho kada ves ke meldo lo ke eskriven. Kero arrebivir viejos livros de interes para el mundo sefaradi, eskritos en kastelyano o en djudeo-espanyol. Ansi ke eskrivir un poko ensima de la kultura sefaradi. Aspero ke mi lavoro ayude a la konservasyon de la lengua djudeo-espanyola i a su difusyon i ke vos plazgan mis artikolos.

1 comentario en «“Españoles Sin Patria y la Raza Sefardí”, introducción, 3ra. parte»

Deja tu Comentario

A fin de garantizar un intercambio de opiniones respetuoso e interesante, DiarioJudio.com se reserva el derecho a eliminar todos aquellos comentarios que puedan ser considerados difamatorios, vejatorios, insultantes, injuriantes o contrarios a las leyes a estas condiciones. Los comentarios no reflejan la opinión de DiarioJudio.com, sino la de los internautas, y son ellos los únicos responsables de las opiniones vertidas. No se admitirán comentarios con contenido racista, sexista, homófobo, discriminatorio por identidad de género o que insulten a las personas por su nacionalidad, sexo, religión, edad o cualquier tipo de discapacidad física o mental.


El tamaño máximo de subida de archivos: 300 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Artículos Relacionados: