- El próximo 20 de enero, Donald Trump jurará como presidente de Estados Unidos. La Mtra. Raquel Saed , académica de la IBERO, ofrece un análisis de los días previos a la ceremonia de este viernes.
La semana que pasó estuvo plagada de acontecimientos políticos y mediáticos en Estados Unidos, donde los propios sucesos se atropellaban unos con otros y perdíamos la atención requerida. Todos ellos podían haber abarcado una semana completa de información, reflexión y conversación pública, sin embargo, se fueron sucediendo de manera casi simultánea y nos confrontaron con la realidad.
Entre los principales están: el discurso de despedida del presidente Barack Obama en Chicago ante una gran audiencia; las comparecencias de varios individuos controversiales para puestos importantes del gabinete; la información filtrada, aparentemente desde Rusia, sobre escándalos sexuales de Trump y su publicación en algunos medios; la primera conferencia de prensa del presidente electo en más de seis meses y el rechazo a responderle a un reportero en particular; y las indagaciones del Departamento de Justicia sobre la desafortunada carta del jefe del FBI a once días de las elecciones.
Pero lo que más nos deja esta semana plagada de información, es que se ha llegado a una serie de realidades políticas de lo que se avecina. Es un recorrido por una lluvia de eventos que se refieren a contrastes, controversias y contradicciones que marcarán una clara diferencia entre dos gobiernos tan diametralmente opuestos, tanto en estilo como en ideología. Aquí hacemos un recuento.
El primer enfrentamiento con la realidad fue el acto masivo donde el presidente Obama dio su último discurso y donde se anticipaba que quedaría como parte de la conversación pública de los siguientes días. Fue un evento lleno de simbolismos, desde la idea de hacerlo en Chicago que es donde comenzó su carrera política, hasta el formato propio que parecía discurso de campaña.
La idea principal de esta despedida era presentar su legado, que simboliza la búsqueda de justicia social para todos, especialmente para las minorías más rezagadas, pero principalmente para conseguir una mayor integración social. Al final de su mandato, el presidente Obama deja un ejemplo de esperanza y la posibilidad de que todos pueden llegar a ser lo que se propongan, que la lucha por la libertad, la justicia y la democracia la puede ejercer quien se prepare y esté calificado para ello.
Indudablemente, dentro de ese legado está el de haber reforzado la economía en los últimos ocho años, esencialmente después de la debacle económica del 2008, donde varias empresas financieras tuvieron que desaparecer o ser salvadas por el propio gobierno. Este crecimiento se pudo observar a partir de los reportes mensuales de desempleo que llevaron al país a índices menores al 5%. Además, en su legado también está el Obamacare, que brinda servicios de salud a una mayor cantidad de estadounidenses. Así, Obama comprueba que deja una economía más robusta, a pesar de lo que se dijo en la campaña electoral.
Casi simultáneamente, también esta semana se produjo otro enfrentamiento con la realidad, que es la confirmación de los nominados para ser parte del gabinete. Esto ha significado para muchos que ya es una realidad el gobierno de Trump. En las audiencias se pudo ver que, incluso algunos de los senadores republicanos tienen diferencias con el presidente electo. Fueron evidentes las diferencias y contradicciones entre lo que proponen los nominados y las promesas de campaña. Y vimos que la ideología de los republicanos está en juego, tanto con los personajes propuestos para los altos puestos del poder ejecutivo, como por las declaraciones de quien será el próximo presidente surgido de ese partido.
Al mismo tiempo que se estaba transmitiendo la audiencia con el controversial Rex Tillerson, nominado para el Departamento de Estado, Trump producía otra confrontación con la realidad, que fue su primera conferencia de prensa desde su victoria en las elecciones. Se trató de una distracción más que contribuyó con la confusión y con apartar la atención a los temas que iban a generar controversia. Este evento comprendió tantos temas en los ocho minutos que duró, que todavía no se ha podido analizar con la prudencia necesaria.
En esta realidad, vemos al próximo presidente de Estados Unidos tratando de explicar cómo se quedará manejando sus negocios, aunque en el discurso dice lo contrario. Vemos que se tiene que defender sobre un comunicado desde Rusia que hacía supuestas acusaciones de escándalos sexuales y financieros. Y vemos también que no está dispuesto a proteger la primera enmienda de la Constitución, donde se incluye la libertad de expresión, cuando insulta y desacredita a un reportero porque su medio de comunicación presentó parte de los presuntos escándalos.
La evidente realidad que muestra toda esta aglomeración de temas en unos cuantos minutos de declaraciones, es el carácter, estilo y falta de conciencia política de quien será el líder del país más poderoso del mundo. Nos enfrenta con un individuo que no soporta las críticas, que emite amenazas inmediatas y acusaciones contra los que no actúen como él espera, que supone que puede profanar la Constitución sin consecuencias y que ejercerá el poder en beneficio propio.
Nos damos cuenta de una realidad más, que es demasiado tarde para tratar de enmendar lo que viene, aunque finalmente el Departamento de Justicia, junto a un numeroso grupo de legisladores demócratas resolvieron enfrentar a James Comey, el jefe de FBI, quien a once días de las elecciones decidió enviar una carta a los legisladores republicanos, que a grandes rasgos volvía a poner en tela de juicio la honestidad de Hillary Clinton, lo cual afectó el resultado final de las elecciones. El cuestionamiento principal es que este individuo también sabía sobre la injerencia de Rusia en las elecciones y no lo reveló públicamente, sino que se enfocó en los emails de Clinton. Con este reclamo público, se representa una realidad llena de frustraciones, ya que es muy probable que esto no lleve a grandes cambios de lo que está por llegar.
En la última semana del gobierno de Obama, que terminará con la toma de posesión de Donald Trump el 20 de enero. Es muy probable que nos alcancen otras realidades, que incluyen las votaciones para las confirmaciones de los miembros del gabinete y más declaraciones de Trump a través de Twitter, que seguramente generarán controversia y que mostrarán la realidad que viene.
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