El Rabino Yaacov de Sadigora dijo: “sabes amigo, es posible aprender de todo lo que te rodea”
Una persona que sintió que éste comentario no tenía sentido, decidió retar al rabino cuestionando su comentario y le preguntó; Rabino ¿que considera usted que podríamos aprender de un tren?
A lo que el Rabino Yaacov respondió: que si llegas un segundo tarde pierdes el tren.
Esta persona volvió a retar al rabino preguntándole nuevamente: y ¿que podemos aprender del telégrafo? A lo que el Rabino Yaacov respondió: que cada palabra cuenta y tiene un precio.
Insistiendo en retar al Rabino, éste personaje lo volvió a retar preguntando nuevamente: y ¿que podemos aprender del teléfono? A lo que el Rabino Yaacov respondió: que lo que dices acá puede ser escuchado en otro lado
Hace casi treinta años mi esposo Joel y mis hijos Salo y Becky y yo decidimos mudarnos de la ciudad de México para irnos a vivir en Dallas, Texas.
Cuando empezamos a prepararnos para mudarnos, empezamos a sacar todo lo que teníamos en los closets, armarios, gavetas y cajas; entonces me di cuenta lo fácil que es acumular “cosas, triques y cachivaches”
Por muchos años en los que uno tiende a guardar todo, ya sea para usarse después, o por si alguna vez uno lo llega a necesitar. Acumulamos gorras, regalos, platos, adornos, ropa que no nos habíamos puesto en años, juguetes, ceniceros, cartas, panfletos, y una lista increíble de cosas que sería imposible enumerar.
Sentí que al mismo tiempo en que empecé a limpiar todos los rincones del departamento en el que habitamos por varios años, estaba igualmente efectuando una limpieza espiritual, tratando de deshacerme y de tirar todas aquellas cosas que no necesitaba ni materialmente ni espiritualmente.
Mientras sacaba las cosas de los closets y gavetas, pensé que es muy común en nuestra cultura el amasar, coleccionar y juntar cosas materiales, porque creemos que poseer más cosas es signo de que uno vive mejor porque tiene muchas posesiones.
Sin embargo, nuestras tradiciones nos enseñan que el amasar cosas u objetos más costosos no necesariamente equivale a tener objetos que tengan mucho valor
Cuando los judíos pasaron cuarenta años en el desierto, D-os les mandó el maná, que llovió o cayó del cielo. Al principio todos trataron de tomar y almacenar la mayor cantidad posible de maná pensando que esto les ayudaría a tener maná suficiente para proveer y guardar comida y así no tener que volver a recoger maná por unos días. Todo lo que acumularon se pudrió, así que con el tiempo aprendieron a tomar y recoger solamente lo necesario, sin avaricia.
Ahora que vamos a despedir el año 2012, les pido que para el inicio del año 2013, les recordemos a nuestros hijos y amigos el tratar de vivir el año nuevo acumulando valores morales, éticos y sentimentales olvidándose de lo material.
Nuestras tradiciones y nuestros símbolos nos enseñan a valorar lo que debemos conservar y a dejar a un lado las cosas triviales.
El huevo duro que comemos en Pesaj simboliza el ciclo de la vida, el guefilte fish que algunos de nosotros comemos en Shabbath o en la fiestas, se ve igual por fuera, a pesar de que para prepararlo hayan molido el pescado ya sea el más caro o el más barato; el pan trenzado, jala, nos recuerda que de una forma u otra todos nos entrelazamos, somos iguales, hermanos judíos sin importar el lugar de origen de nuestros antepasados; la kipá y el talit nos protegen a todos sin discriminar raza, edad o clase social; romper la copa debajo de la jupá nos recuerda que aun en los momentos más felices de nuestra vida debemos recordar los momentos tristes y amargos que vivieron nuestros padres, además de que de alguna forma, alguna parte de nuestro ser no está completo, ya sea por problemas emocionales, espirituales o de salud, y la bendición de la jupá es para inspirar tanto a los novios como a los invitados a mantener el compromiso moral de descubrir la integridad de nuestra comunidad, así como a crear un sentimiento de unión incondicional complementándonos como pareja, familia y amigos
Cada uno de nosotros podemos relatar una historia de un objeto que tenemos en nuestra casa.
Nuestra tradición nos enseña que durante los momentos más difíciles, así como en los momentos más prósperos estamos a obligados a pensar acerca de lo que nos gustaría dejar como herencia a nuestros seres queridos, queremos dejar una herencia que relatará y les transmitirá a nuestros hijos y familia nuestros valores y tradiciones.
Es importante buscar el objeto que tiene el valor que consideramos transmitirá a nuestras generaciones futuras algo que queremos que recuerden y conserven como parte de nuestra historia familiar.
Para reafirmar lo que nos enseño el Rabino Yaacov, objetos que a simple vista no parecen valiosos, pueden ser objetos sagrados que le dan un significado especial a nuestra historia familiar y a nuestras vidas cotidianas.
Guarda lo que tu consideres pudiera ser el objeto sagrado de tu familia, para que cuando mueras, sirva para preservar tus valores el día que tu faltes.
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