La vibración que produce la música de la disco CAT WALK, con alberca en el primer piso (que se ve desde la calle), Tamaulipas Núm. 63, entre Montes de oca y Michoacán, Condesa, Delegación Cuauhtémoc. No es excesiva, es salvaje. La cantidad de decibeles que emiten, de dos a cinco de la madrugada, tiene efectos y repercusiones en la salud, e irrita a tal grado que siento entender a los que, un huracán como éste, les desata las más bajas pasiones.
Ese hecho, esta violación a los Derechos Humanos al descanso y tranquilidad en nuestra propia casa, me pone en estado de indefensión, amanezco estresada física y emocionalmente. Enferma, alterada.
¿Por qué tenemos que permitir que alguien, porque tiene poder económico, tome el poder de nuestras vidas de esa forma? Porque esto, es un asunto y abuso de poder: el que paga, impone. Se toma el derecho de violentar en nuestra intimidad, cruza como un intruso, como un fantasma las paredes de mi habitación y me secuestra, me amordaza en mi propia casa. Por eso, para no vivir lo mismo que el jueves, viernes, sábado y domingo de la semana pasada (porque mañana, 29 de julio anuncia un espectacular en la fachada de la disco Tardeada desde las 18 hrs. Y para animar a los jóvenes, muestran fotos del show de una decena de chicas en bikini) Anoche salí desesperada en busca de refugio, para evitar, a como diera lugar pasar una noche igual a la anterior. Para fortalecerme, no es sólo el ruido, es la vibración, y si bien tengo ya una colección de tapones para los oídos franceses y de otros países, el cuerpo recibe las vibraciones.
Cada mañana en la que pasé la noche escuchando los gritos de felicidad de los seleccionados para entrar, y amanezco hecha una porquería, pálida, en un estado de irritabilidad tremendo, de impotencia. No funciono al día siguiente de la primera jornada, jueves, ya ni se diga después de la segunda (viernes) y ya para la jornada del sábado, jalo la puerta olvidando las llaves adentro de la casa, me expongo cuando atravieso la calle, ando zombi, malhumorada. Mi vida se alteró por estos salvajes: los intocables de este país.
En el depa donde pernocté este viernes, había dos tres restaurantes. La amiga que me dio hospedaje, me calmó diciéndome: a las doce cierran, máximo a la una. Claro, me pareció excelente, en la disco de mi casa, a las cinco de la madrugada ya me dan permiso de dormir. Porque la CatWalk, tiene licencia, al parecer, para torturar a la vecindad hasta esas horas y no tengo los medios para cambiar de domicilio, ni siquiera para invertir y colocar vidrios dobles en los ventanales del edificio donde he vivido tan feliz desde hace treinta años.
P.D.
No, no este ruido para nada es equivalente a la música que tocan en las fiestas de los pueblos chicos, léase Malinalco o cualquier otro, ahí la música es incluyente y ésta, de la que solo oigo el chunchun de los decibeles, taladra los oídos, es excluyente, transgresora totalmente.
Debe quedar claro, no estoy solicitando que se cierre esa disco, estoy consciente de que genera empleos y que brinda un servicio de entretenimiento, pero cuando atropella no solo mis derechos sino muchos que vivimos a su alrededor, es más que suficiente para denunciar que sean conscientes y responsables, por un lado, las autoridades al establecer horarios ya que además de una zona restaurantera, es también una zona habitacional; para los propietarios de CAT WALK, que inviertan en materiales que contengan el ruido que produce ese exceso de volumen o en equipo que les brinde fidelidad o lo que les toque hacer.
¿No que el respeto al Derecho ajeno, es la paz?
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