Extremistas judíos, una bomba de tiempo contra el Estado de Israel

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En medio de la conmoción por el reciente atentado en la aldea Duma en Cisjordania en el que murió quemado el bebé palestino Ali Dawabsha, y el sábado, su padre, la sociedad israelí se pregunta cómo se llegó a este punto.

De fondo hay una clara radicalización de un sector ultranacionalista y religioso, minoritario en la derecha, que no cree en la democracia, no tiene fe en el sistema jurídico israelí, ni en su ejército y policía. Se trata de los márgenes extremistas que recurren a medidas radicales en los que prácticamente se le declara una guerra al Estado judío.

“Esa gente está, ante todo, contra su propio país en su forma actual. Y lo que quieren es convertir a Israel en un Estado regido por la Halajá, la ley religiosa judía”, dice a EL TIEMPO Mordejai Keidar, experto en Oriente Próximo en el Centro Begin-Sadat de la Universidad de Bar Ilan.


“Y consideran que el mejor método para lograrlo es destruir todo, levantar a los palestinos en forma absoluta contra Israel para crear aquí un caos que termine con el Estado tal cual es hoy. Y sobre sus ruinas, erigir un Estado religioso”.

Y destaca: “Esta gente ha atacado ahora a los palestinos, pero están también contra el propio Estado de Israel”.

A los elementos radicales los llama “terroristas, salafistas judíos” y sostiene: “Ahora mataron al bebé palestino, y serían capaces de matar también israelíes”.

La cantidad de incidentes violentos protagonizados por este tipo de extremistas ha descendido, pero su gravedad y violencia ha aumentado. De daños a vehículos y otras propiedades palestinas, de grafitis insultantes en paredes de mezquitas y templos cristianos, se pasa a ataques más directos contra palestinos, cuya peor expresión hasta ahora fue el atentado en Duma.

Las cifras

En el año 2011, fueron 568. Al año siguiente, 375. En el 2013, 420. El 2014 se resumió con 328 y en la primera mitad del 2015, han sido 141.

Keidar recalca que “hasta ahora esta gente no era considerada un auténtico peligro, pero ahora las autoridades entienden que sí lo son”.

Quien piensa que la situación debería haber encendido hace mucho tiempo las alarmas es Mali Shjori, catedrática de Criminología en la Universidad Ariel.

En el marco de sus investigaciones sobre delincuencia ideológica, en las que estudió lo que acontece dentro de la derecha radical, habló con cientos de jóvenes que en su momento participaron en acciones opuestas a la desconexión de la Franja de Gaza, la retirada ordenada por el entonces primer ministro Ariel Sharon en el 2005.

“Escribimos que según lo que hallamos en la investigación, hay un peligro claro e inmediato para la sociedad general, y en particular para la israelí religiosa, y que esto suponía una bomba de tiempo para la sociedad israelí”, recordó en una entrevista a La voz de Israel. “Nos dijeron que estamos asustando a la gente y agrandando el fenómeno. Lamentablemente nuestra advertencia cayó en oídos sordos”.

Shjori vio dónde iba creciendo el fenómeno, adolescentes y jóvenes que “radicalizaron en forma muy aguda sus concepciones ideológicas, con una desconfianza casi absoluta en el sistema de derecho y las fuerzas de seguridad”.

El miedo

“Vimos el peligro y advertimos, cuando era mucho menor que ahora”, explica esta criminóloga. “Antes se hablaba de los jóvenes de las colinas, lo cual daba inclusive cierta imagen pastoral. Hoy el peligro está no solo en un sector extremista del público en Judea y Samaria (Cisjordania), minoritario, sino también dentro del propio Israel”.

Keidar trata de analizar dónde puede estar parte de la explicación a este fenómeno, y habla del miedo. “Los extremistas ven lo que pasa en el mundo islámico, cómo queman gente, ven a los degollados. Piensan que pueden llegar también a nosotros y que tenemos que alejar ese peligro antes de que logre alcanzarnos. Recuerdan a niños israelíes asesinados en atentados y deciden quizás que antes de que nos lo hagan a nosotros, se lo hacemos a ellos”.

Keidar considera que en toda ideología, y no solo en toda religión, puede haber expresiones de extremismo. “Acá nos está pasando a nosotros ahora. Otros credos y otras latitudes lo conocen desde hace mucho”, asegura.

Shjori, que siente la situación es hoy mucho peor que cuando ella la comenzó a investigar, considera que “uno de los pecados es que se actuó con cierta tolerancia hacia lo que hoy sabemos debe ser llamado delincuencia ideológica de parte de judíos”.

Su conclusión es ineludible: “Ahora hay que combatir el fenómeno con fuerza, y por varias vías, en medidas de seguridad, jurídicas, de todo tipo. Y también, claro está, mediante la educación”. Si no, teme, la batalla estará perdida.

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