Era un joven apuesto y bohemio que llevaba la vida despreocupada de un hijo de familia en París. Al terminar el bachillerato, quiso ingresar anticipadamente al servicio militar obligatorio para quedar relevado más pronto y dedicarse a la joyería, como su padre. Su madre decía que su alma venía del mar, cuyo color se reflejaba en sus ojos, por eso lo apodaron Yamy. Apenas salía del servicio militar, estalló la Segunda Guerra Mundial, y fue movilizado a filas.
Aunque el invierno 1939, 40 fue relativamente tranquilo, al desencadenar los alemanes la guerra relámpago en mayo 1940, el ejército francés no estaba preparado para enfrentarse a las huestes enemigas. Las pocas fuerzas del frente nunca tuvieron relevo y pelearon todo el tiempo. Los cañones franceses apuntaban mal y hacían estragos en las mismas tropas francesas. La aviación era inexistente. Yamy combatió con su regimiento, que tuvo que retroceder de Bélgica a Dunkerque cubriendo la retirada del ejército británico. Durante los días de combate encarnizado, los bombarderos alemanes destruyeron toda la zona, reventando, entre otras cosas las canalizaciones de agua potable. Los soldados sin alimentos y sin agua, tuvieron que sobrevivir bebiendo el alcohol que encontraban en las ruinas de las tiendas. Del regimiento sobrevivieron seis personas. (Empero, estos días de lucha desesperada, dieron a las fuerzas aliadas el respiro indispensable para reorganizarse y enfrentar luego como lo sabemos al enemigo).
En Dunkerque una nave británica rescató a los escasos sobrevivientes pero fue hundida por los bombarderos alemanes. Había una tempestad y Yamy sobrevivió en las olas porque era un excelente nadador. Sólo unos pocos alcanzaron otro buque británico. Después de dos días en Inglaterra regresaron a dar la batalla en territorio francés. En Tours, la unidad militar se deshizo. Yamy bajó en bicicleta los 500 kms. hacia Burdeos y cuando el Mariscal Petain pidió armisticio a Hitler, se fue rápido al Puerto de San-Juan-de-Luz donde subió de milagro a un barco destartalado que zarpó hacia Inglaterra justo a tiempo para no ser alcanzado por los enemigos.
Una vez en Inglaterra, padeció un stress de combate tan severo que su físico fue reformado. A los 23 años tenía todo el cabello blanco por las pruebas padecidas: Su regimiento recibió, para los muertos y sobrevivientes, la Cruz de Guerra. Al sobrevivir en esa forma, Yamy se volvió algo místico y dedicó su vida a ayudar calladamente a los demás. Todos los que se le acercaban decían que era un santo o un alma de Dios. La literatura judía popular afirma que algunos ángeles residen entre los hombres. No llevan alas y desempeñan cargos humildes o medianos. Muchos afirman que Yamy fue uno de ellos.
Sus últimos años fueron de sufrimiento por la parálisis que le provocó el bloqueo de su columna vertebral. Al fallecer recibió el homenaje del profundo cariño y gratitud de sus numerosas amistades y de sus familiares que siguen llorando su irreparable pérdida.
Descanse en paz Isaac Ignacio Wolfowitz Cohen.
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