Francia

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Corría el otoño de 1940. A raíz de la derrota de Francia, nuestra familia refugiada en el extremo sur del país, para no regresar a la zona ocupada por los alemanes, vivía la angustia de la falta de noticias de los ausentes. El tiempo indiferente desplegaba la bellísima gama de colores del follaje de los árboles en las estribaciones de la sierra de los Pirineos.

En septiembre, mi hermana menor y yo ingresamos a la escuela femenina pública de la pequeña población de Bagnères-de-Bigorre, famosa desde el tiempo de los Romanos por sus aguas termales. Estábamos en la provincia “profunda”, con sus prejuicios. La maestra de latín, solterona mocha, explicaba a las alumnas que había dos clases de extranjeros: los que no eran de Francia, y los que no eran de la provincia, como por ejemplo, las niñas de París. Un día, a la salida de la escuela, la hija del Capitán de policía me dijo en un grupo de niñas que platicaban, “Ustedes no son franceses, son judíos”.

Al llegar al mediodía a nuestro hotel le relaté esta frase a mi madre. El Sr. Robert Content-Gellé, amigo nuestro, oyó esto y se indignó tanto como mi madre. Al reanudarse los cursos a las 14.00 hs., me acompañó al Liceo y pidió hablar con la directora, anciana distinguida y estirada; le reclamó el insulto de que yo había sido víctima. La directora trató de aminorar el incidente. El señor Content-Gellé le afirmó entonces que él como francés, y además vizconde, no admitiría jamás semejantes discriminaciones, que en Francia todos los miembros de la población eran iguales, y que qué pensaría ella si alguien la increpara diciéndole que no era francesa por ser católica, y la convenció.


Al día siguiente, la directora reunió en el patio a las 400 alumnas del plantel y les dijo: “Hubo aquí un accidente lamentable debido a prejuicios. Les afirmo y repito que en Francia todas las personas son iguales y que no puede haber discriminación basada sobre religión, color de piel o ideas. Por lo tanto, exijo que acontecimiento de ésos no vuelvan a tener lugar en esta escuela ni en otro sitio alguno.” Nunca más hubo reflexiones de esta índole.

En contraste con este desplante de gente bien, aún en los tiempos más negros de la II Guerra, se ha desencadenado hoy en la misma Francia una ola de violencia antisemita provocada por fanáticos en la inmigración árabe. Viven actualmente en el país entre cinco y seis millones de musulmanes, mientras la comunidad judía tiene cerca de 600,000 almas. Entre los musulmanes hay mucha gente razonable que sólo aspira a vivir en paz. Empero, fanáticos que nadie puede controlar provocan violencias antisemitas: en la ciudad de Lyon un carro se estrelló contra una sinagoga y la incendió. En Montpellier, el centro religioso hebreo fue atacado por bombas incendiarias, así como sinagogas en Estrasburgo y Marsella. Lo mismo le pasó a una escuela judía en Creteil. Un club deportivo judío en Toulouse fue atacado con cocteles molotov. En Bondy, 15 hombres pegaron a los miembros de un equipo judío de fútbol con macanas y barras de metal. El autobús escolar que transporta a niños judíos en Aubervilliers fue atacado tres veces en los últimos 14 meses.

Según los informes de la policía, la zona metropolitana de París, ha presenciado entre 10 y 12 incidentes anti-judíos DIARIOS en un solo mes. En las paredes de barrios judíos se han pintado grafittis como “los judíos a las cámaras de gas” y “mueran los judíos”. Alguien abrió fuego sobre una carnicería judía y su dueño. En Toulouse, una pareja judía de unos 20 años fue atacada a golpes por 5 hombres. La mujer estaba embarazada. Una escuela judía fue invadida y vandalizada en Sarcelles.

¿Quedará callado el mundo frente a tanta ignominia? Desde luego, las noticias callan, por miedo a las mafias árabes o por conveniencia, la mayoría de estas noticias.

Se ha sugerido boicotear a Francia y sus exportaciones y dejar de viajar al país mientras prevalezca esta situación aberrante.

Pese a todo, cabe esperar que estas infamias desaparecerán, si se toman las acciones necesarias, de este país que fue alguna vez faro espiritual del mundo y tierra de asilo y esperanza para los perseguidos.

Acerca de Danielle Wolfowitz

Francesa por nacimiento, mexicana por elección por más de 50 años.

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