Fronteras

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«No aceptaremos ningún ultimátum exterior sobre nuestras fronteras», afirmó Netanyahu la semana pasada ante la decisión de la Unión Europea de impedir subvenciones, premios y programas de financiación para empresas israelíes establecidas en territorios ocupados militarmente.

De la hipocresía europea ya me cansé de opinar. No vale la pena seguir perdiendo el tiempo en ello. Es sabido que el zorro pierde en pelo pero no las mañas. El continente responsable de las mayores catástrofes de la historia de la humanidad vuelve a ser noticia con el doble rasero que siempre lo caracterizó: el mismo día que nos impuso castigos por ser «imperialistas» y «opresores», buscó todos los argumentos posibles para no incluir a Hezbolá en su lista de organizaciones terroristas.

Pero como israelí, me preocupa más la reacción de Bibi que la resolución de la UE impulsada por Ashton. De Europa no espero mucho; en cambio sí tengo pretensiones del gobierno hebreo.


Netanyahu se equivocó históricamente. Justamente Israel es uno de los pocos Estados del mundo que su creación – y por lo tanto sus fronteras – fue determinada por las Naciones Unidas, un organismo exterior. También es verdad que dicha resolución – y por lo tanto esas mismas fronteras – no fueron aceptadas por los países árabes que prefirieron la guerra.

Pero más allá del error de Bibi, su casi institiva reacción, al igual que el reciente anuncio de la reanudación de las negociaciones con los palestinos, me lleva a reflexionar nuevamente sobre las fronteras definitivas de Israel y acerca de si existe en el Estado judío un plan determinado acerca de ellas.

Es cierto que el resultado de la Guerra de los Seis Días para nosotros, los israelíes, fue militarmente espectacular a corto plazo. Pero sus consecuencias políticas después de 46 años constituyen un problema monumental.

A la hora de hacer un balance, uno se encuentra con la paradoja que nace de un gran malentendido. En el mundo actual abundan los enfrentamientos de todo tipo. Se puede llegar a contabilizar entre 30 y 40 disputas de promedio por año. Unas, muy conocidas; otras más complicadas de interpretar. Pero para el analista medio, el conflicto entre israelíes y palestinos es sumamente difícil de manejar. La razón es sencilla: sea cual fuere el perfil de la audiencia sobre éste – lectores de artículos, oyentes comunes, estudiantes, asistentes a mesas redondas, paneles, seminarios o conferencias -, todo el mundo tendrá algo que decir sobre el mismo. Siempre habrá algún punto de vista. Cualquier persona podrá estar mejor o peor fundamentada desde un punto argumental, pero su opinión suele ser profundamente emocional, cargada de pasión. Con lo cual, la influencia que uno pueda tener en términos de innovaciones es limitada, o francamente nula.

Por esta razón, y pensando únicamente en aquellos a quienes mueve la curiosidad, quizá sea legítimo recurrir a recuerdos personales, impresiones y alguna que otra anécdota.

En 1967, pocos meses después del final de la guerra – y de haber arribado a Israel – recorrí con unos amigos el país que había triplificado en seis días la dimensión de su territorio: la ciudad reunificada de Jerusalén y una gran parte de la Cisjordania recientemente conquistada. Al desierto del Sinaí no llegaría hasta dos años después, cuando ya formaba parte del ejército regular.

Vista en perspectiva, aquella guerra de junio del 67 cerraba el ciclo fundacional del Estado judío, su etapa provisional. Y como me comentó mucho tiempo después un alto oficial israelí, que había tenido grandes responsabilidades en Inteligencia militar: «Aquello marcó la cúspide de nuestra superioridad militar y el inicio de nuestro declive en iniciativa política». Me dijo también que desde 1967, y durante 20 años, ningún gobierno israelí había sido capaz de tomar una decisión relacionada con los territorios ocupados, hasta que en 1987 la primera Intifada nos tomó completamente por sorpresa – me lo reconoció con insistencia – y agregó que el tiempo no siempre trabaja a favor del más fuerte.

Pero también es cierto que el resultado de la Guerra de los Seis Días marcó el despertar de la autonomía política palestina, hasta entonces totalmente controlada y manejada por Egipto, Siria y Jordania de acuerdo con sus intereses de Estado. La OLP realmente sólo empezó a funcionar luego de aquella derrota árabe. A la vez, desde 1967, ningún gobierno árabe tendrá realmente en su agenda – retórica aparte – ir a la guerra contra Israel por la cuestión palestina. La guerra de Yom Kipur fue una decisión egipcia – que arrastró a Siria – para recuperar el Sinaí y el Golán; nada que ver con los intereses del pueblo palestino.

Pero sí puedo asegurar, sin embargo, que todos los gobiernos israelíes, desde 1967, han desplegado una estrategia sistemática, milimetrada, de desposesión territorial palestina. Es verdad que la implantación de asentamientos saltó significativamente a partir de 1977 – cuando el Likud ganó por primera vez las elecciones – tanto en Jerusalén y su área metropolitana, como en toda Cisjordania y en la Franja de Gaza. Ello sin olvidar que ningún gobierno israelí, desde 1949, al finalizar la Guerra de Independencia, ha aceptado definir cuál es su frontera internacional oriental definitiva. Ni siquiera la que nuestros mismos líderes dicen reclamar – territorios más, territorios menos – aún no ha sido trazada.

Sabemos cual es la frontera que Israel reconoce con Líbano, Egipto y Jordania, conocemos qué parte de Siria hemos anexionado y podría – o no – ser negociada, pero no sabemos cual es la que nos falta con los palestinos: ¿el río Jordán?, ¿la actual valla de seguridad?, ¿la que propusieron Barak y Olmert en sus fallidos encuentros con la dirigencia palestina? ¿La Iniciativa de Ginebra? ¿La propuesta de la Liga Árabe?

Cuando un Estado democrático, que es una potencia económica y militar regional indiscutible, persiste en no aclarar sus pretensiones territoriales, se dan las condiciones para que el problema permanezca peligrosamente abierto, complicándose más cada día que pasa. La prueba es que en la misma sociedad israelí – excepto la extrema derecha ultranacionalista y mesiánica que reclama el Gran Israel – ningún líder de ninguna fuerza política que llegó a formar gobierno, se atrevió o se atreve a decir antes de negociar: «Territorialmente hablando, Israel para mí empieza aquí y termina allí».

Con ello se malgasta un importante capital político, como me decía aquel oficial del ejército: «La ONU, la Unión Europea, la comunidad internacional, incluso EE.UU, pero, sobre todo, la propia OLP de Mahmud Abbás, reconocen ahora como fronteras internacionales de Israel la línea de separación vigente hasta el 4 de junio de 1967, un día anterior al inicio de la Guerra de los Seís Días con arreglos territoriales de común acuerdo. No es poco. Se trata de reconocer definitivamente la existencia de Israel como Estado-nación del pueblo judío cuyas fronteras legítimas no son ya las del Plan de Partición de la ONU del 29 de noviembre de 1947, sino las que resultaron del fin de la primera guerra árabe-israelí en 1949, con todo lo que ello significa».

La gestión del factor tiempo, en un conflicto con tanta asimetría de poder entre las partes, no disminuye la responsabilidad israelí. Nuestra política de «ni anexión definitiva ni devolución de territorios», que practicamos en Cisjordania desde 1967 – con la excepción del período de Rabín, amputado vilmente por su asesinato – es una «no política», que es la peor forma de hacer política.

Hoy, después de varias guerras, dos Intifadas, operaciones militares puntuales, un fracasado proceso de paz y muchos miles de muertos, sigue siendo legítimo preguntarle a Bibi antes de negociar: ¿Dónde acaban tus aspiraciones territoriales?

Gobiernos suben y bajan. Muy de vez en cuando triunfa una coalición de izquierda, generalmente gana la de derecha. Pero la realidad es que después de 46 años, siempre que pongo en debate dicho interrogante, sigo escuchando un estruendoso silencio.

Acerca de Alberto Mazor

Educador, profesor y maestro; más de 30 aňos de experiencia en educación formal e informal, dentro y fuera de Israel.Escritor y periodista, Últimos libros publicados:"Dos aňos en el desierto"; Ed. Milá; Bs.As; 2005."Sobre encuentros y despedidas"; Ed. Milá; Bs.As.; 2006.Ambos fueron presentados en la 33ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires bajo el título "Libros sin Fronteras" en 2008.Numerosos artículos sobre historia del pueblo judío, análisis político de Oriente Medio y pensamiento judaico fueron publicados en "Proceso" de México, "Excelsior" de México, "Nueva Sion" de Argentina, "Revista Horizonte" para América Latina, "Radio Jai" de Argentina, "Paz Agora Br" de Brasil, "Semanario Hebreo" de Uruguay, "Semana.co.il", "Argentina.co.il", "Porisrael.org" y en decenas de portales, sitios y blogs de Internet en Israel, América Latina y España.Instrucción académica:Licenciado en Educación Social, Historia, Filosofía, Historia del Pueblo de Israel, Historia de Oriente Medio y Pensamiento Judaico; Universidad de Haifa.Maestría en Ciencias Políticas; Universidad de Haifa.Título de docente para universidad y escuelas secundarias; Universidad de Haifa.Idiomas: hebreo, espaňol, portugués, inglés.Ocupación:2009 - 2010* Director editorial de www.semana.co.il y www.argentina.co.il2008 - 2009* Director de Contenidos de la empresa Zeeng - Comunicación en alta tecnología: www.zeeng.com2003 - 2008* Director del proyecto educativo-vivencial "Coexistencia Pacífíca" entre judíos y árabes del Kibutz Metzer y la aldea árabe Meisir. Organización de seminarios en todos los idiomas para grupos de jóvenes estudiantes de Israel y de todo el mundo y diferentes organizaciones en general. Galardón CICLA 2009. www.metzer.org.il/dukium/index.htm* Director ejecutivo y de contenidos de "Latina Media Group", empresa que construye y difunde portales comunitarios latinos en Internet en español, portugués y hebreo: www.latinamediagroup.com2000 - 2003* Representante de la Dirección Sionista Mundial en México y América Central. Director del Departamento de Aliá del la Agencia Judía en la zona. Responsable por la hasbará israelí en toda la región, desde México a Panamá.1997 - 2000* Centralizador de recursos humanos del Kibutz Metzer y de susindustrias. Responsable por la instrucción académica de sus miembros.1993 - 1997* Secretario General del Movimiento Juvenil Educativo Hashomer Hatzair y la Unión Mundial de Meretz. Director del Departamento de Educación y Latinoamericano del movimiento. Director de todos los grupos de jóvenes que llegaban a Israel en diferentes planes educativos. Organizador de los viajes a Polonia y sus seminarios.1985 - 1993Profesor, educador y maestro en la Universidad de Haifa y en laescuela secundaria regional israelí Mevoot Irón.1980 - 1984Sheliaj Educativo-Comunitario de la Agencia Judía en la Comunidad Sefaradí de México, en el Movimiento Juvenil Educativo "Dor Jadash" y en el Colegio Sefaradí de México.

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