La inmigración judía a México desde el siglo XVI tras su expulsión de España y Portugal, hasta finales de los 30 del siglo pasado, fue el tema de la conferencia dictada por la doctora Daniela Gleizer dentro del ciclo ‘Los que llegaron inmigrantes a México’ organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), de la Fundación Carlos Slim, con el propósito de analizar este fenómeno social y, muchas veces, con implicaciones políticas.
La historiadora situó el inicio de su charla en 1492 -año del viaje de Cristóbal Colón a las Indias que dio como resultado el descubrimiento de América-, cuando los reyes de España, Isabel y Fernando firmaron el decreto de expulsión de judíos y árabes de su territorio, lo que implicó su salida del reino, o bien su conversión al catolicismo.
Muchos de estos judíos se exiliaron en Portugal, pero con la unión de las coronas española y portuguesa en 1580, nuevamente surgió la necesidad de escapar y fue entonces cuando llegaron más judíos y judíos conversos (llamados cripto-judíos porque dentro de sus casas seguían llevando a cabo algunos rituales y en el interior de sus corazones se sentían judíos a pesar de esta conversión) al llamado nuevo mundo.
Sin embargo, explicó Gleizer -quien es doctora en historia por El Colegio de México- no hubo continuidad entre esta presencia judía o cripto-judía en la Nueva España y la inmigración que tuvo lugar desde finales del siglo XIX y especialmente en el XX. Es decir, ningún elemento relaciona a estos dos tipos de inmigración; se dio una especie de vacío que va desde la segunda mitad del siglo XVII, el siglo XVIII y hasta fines del siglo XIX.
En este periodo prácticamente no hubo presencia judía en el país, aunque muchos historiadores refieren herencias de la anterior, sobre todo en Monterrey, ciudad fundada por cripto-judíos, lo que hace suponer que por eso es tan industriosa y con gente dinámica; un rastro de su estadía en esas tierras es la manera de matar y cocinar el cabrito, similar a como lo hacían los cripto-judíos que llegaron a la región.
Durante gran parte del siglo XIX la intolerancia religiosa fue uno de los motivos por los cuales no se registró presencia judía en México, aunque la Constitución liberal de 1857 estableció la libertad de cultos.
Política de atracción de inmigrantes
Porfirio Díaz fue el primer presidente que estableció una política de atracción de inmigrantes, pues pensaba que México contaba con recursos naturales infinitos y ello lo hacía una región sumamente rica y potencialmente productiva, pero que necesitaba brazos para explotar esos recursos, pero también tecnología, así como la experiencia de quienes pudieran sacarle más provecho a dichos bienes; por ello creía que debía fomentarse la llegada de extranjeros.
Sin embargo, esta política porfirista no fue efectiva porque los emigrantes que en las últimas décadas del siglo XIX salían de Europa, preferían irse a otros países, especialmente a los extremos del continente americano; en primer lugar Estados Unidos y Canadá en el norte, y Argentina y Uruguay en el sur.
Los europeos consideraban que las condiciones del campo mexicano no ofrecían un panorama muy alentador, estaba poco desarrollado, los salarios eran muy bajos y había mucha mano de obra disponible para trabajar por menos de lo que esperaban los inmigrantes.
En la segunda mitad del siglo XIX se inició tal oleada emigratoria desde Europa, que si entre 1492 y 1820 -poco más de tres siglos- cruzaron el Atlántico menos de tres millones de europeos, en cambio de 1850 a 1930 -apenas 80 años- las personas que emigraron del viejo continente sumaron entre 55 y 60 millones. Fue una emigración como nunca se había visto en la historia de la humanidad, dijo la doctora Gleizer, coordinadora de la licenciatura en Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana campus Cuajimalpa.
De esos 60 millones de personas, 2.5 millones eran judíos y, de estos, 1.5 millones fueron a Estados Unidos; el otro millón se distribuyó en los distintos países de América.
Ese gran éxodo de Europa fue provocado esencialmente porque, por primera vez en la historia del mundo, sobrevino un crecimiento demográfico; hasta entonces la población mundial -con altas y bajas por guerras o epidemias- había mantenido un 0.6 por ciento de incremento.
Este desarrollo exponencial demográfico hizo que de pronto sobrara gente y hubiera desempleo, lo que fue agravado por la Revolución Industrial que eliminó fuentes de trabajo para personas que fueron sustituidas por máquinas, además de que ya era demasiada población para la estructura social existente.
En el caso de los judíos, un factor importante fue el antisemitismo, sobre todo en el sector oriental de Europa donde hubo episodios de violencia muy fuerte y hasta asesinatos, por lo cual esta población trató de escapar, pero también huyeron del servicio militar pues en general las minorías étnicas eran enviadas a la primera línea de fuego. Es decir, en esas condiciones cumplir con el servicio militar era prácticamente una condena de muerte.
Judíos en busca de oportunidades
Los primeros judíos que llegaron a México no eran hombres de negocios, sino inmigrantes que buscaban una mejor oportunidad de vida y de desarrollo económico. Provenían del Imperio Otomano que siempre tuvo una significativa presencia judía en su territorio -desde los de habla griega que habían vivido en el Imperio Bizantino, hasta los que fueron expulsados de España y que acogió bajo la Declaración de la Alhambra- y que con su desintegración a principios del siglo XX dejó de ser aquel Estado multiétnico y multinacional donde se permitía la coexistencia de distintos grupos religiosos.
Entonces las minorías nacionales quedaron en una situación muy desprotegida y fueron los primeros que llegaron a México; el Censo General de Población de 1910 reveló que había 134 judíos, quienes encontraron muy rápidamente un espacio en la economía mexicana con el desarrollo de la venta en abonos -el antecedente de las actuales tarjetas de crédito- que en aquella época fue una gran innovación porque sólo había ventas al contado.
Ellos introdujeron aquí la venta en abonos, mediante la cual se podía ir pagando la mercancía a través de cuotas que los aboneros iban a cobrar personalmente a los clientes; en aquel momento, los árabes y judíos que se establecieron en México tenían un perfil muy parecido. (Concluirá)
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