Un judío vivía al lado de un cristiano, cuya casa era asaltada una vez por semana. Un día el cristiano le pregunta a su vecino:
-Dime, Jaime: ¿eso que tienes en el marco de la puerta es una alarma?
-No, Pedro: es una «mezuzá». Es un mandamiento que está en el libro del Éxodo: es una bendición para nuestros hogares y ciudades, y dentro hay un pequeño pergamino justamente con la oración que nos ordena marcar nuestras casas y portales.
-Y dime, esa alarma religiosa, ¿no me la podrás poner en mi casa? Se ve que a ti te funciona, porque no te entran los ladrones todas las semanas como a mí…
-Mira Pedro, el mandamiento habla de hogares judíos…
-Dale, Jaime; ¿qué te cuesta? ¿No creemos todos en el mismo Dios? Además, ¿cuánto hace que somos amigos?
-Bueno, Pedro, por los años de amistad, te la coloco.
Así lo hace. Pasan dos semanas, tres semanas, un mes… Al mes y medio, el vecino cristiano va a la casa de su amigo judío con la mezuzá en la mano.
-Jaime, perdóname pero te la devuelvo… No me funcionó…
-¿Qué pasó, Pedro: ¿siguieron entrando ladrones a tu casa?
-No, los ladrones no vinieron más, pero desde que me pusiste esto en la puerta cada quince minutos me tocan el timbre para pedirme donaciones, Kniss, KKL, Wizo, KH, Maguen David, me sale más caro que lo que me robaban.
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