Acabo de volver de un viaje al exterior y paso a guardar los documentos. Al llegar a mi vieja cajita, que contenía una billetera que me han regalado en el pasado y que ya no está en mi poder, advierto que la cajita está llena y que, por supuesto, está llena de cosas viejas que muchas de ellas, la mayoría absoluta, no tienen ninguna utilidad por ejemplo, tarjetas de crédito que su validez ha caducado y fueron reemplazadas por nuevas. Algunas no han caducado, sólo que me enojé con el banco emisor, cerré la cuenta y con esa decisión la tarjeta ya no tiene validez. Enojarse con los bancos es muy fácil y seguramente le pasará a más de uno de mis lectores. Es también verdad que no siempre es fácil desconectarse de un banco, en especial si le debemos dinero.
Me pregunto ¿para qué guardamos cosas viejas? o ¿Por qué las guardamos? Supongo por la misma razón que nos cuidamos a nosotros mismos, aquellos que nos cuidamos o creemos que nos cuidamos. Después de mucho tiempo que no escribo notas libres y no afectadas del quehacer diario, de la política, de la economía, de la religión, e incluso del fútbol, habiendo terminado ahora dos torneos muy importantes cómo son la Copa de América y la Eurocopa, me alegro poder escribir algo para enviar a Liliana Varela y como encuentro que es un nombre muy común agrego la foto de ella, tal como encuentro en la red. Ella es una de las personas que en el pasado me han impulsado a escribir y realmente es un vínculo viejo que deseo conservar y escribir es una hermosa forma de hacerlo.
Creo que esa cajita representa físicamente las cajitas que componen mi propia alma y ahora que pienso, aprecio que no suelo esculcar mi alma y tampoco me atrevo a esculcar la cajita para no remover cosas o sentimientos o pensamientos o ideas o fantasías que en realidad son el motor de nuestras vidas, que nos impulsan cada mañana a levantarnos. Posiblemente sean la razón por la que nosotros mismos nos esforzamos en cuidarnos y ni siquiera tenemos conciencia de eso.
No quiero hablar de los muertos, de la pandemia y de los profundos cambios que se han producido en la sociedad en estos muchos meses de cuidar la distancia, usar tapabocas, lavarse las manos y esperar que no nos toque a nosotros. A mí me tocó y estuve internado y aparentemente muy grave, aunque yo no lo sentía así. No lo sentía porque hace poco, ya pasados unos meses, me dice mi hija que una de las características del covid19 es que uno no llega a sentir que se está muriendo. Es una ventaja creo, por lo menos relativa.
Como sea, ya estoy vacunado, sigo cuidando distancia, sigo lavándome las manos y el tapabocas ya es parte integral de mi vida, como lo era la corbata en la escuela secundaria que sin ella no me dejaban entrar al colegio y eso…. hace mucho más de 50 años.
Y de las cosas que tiene la cajita, de las que se ven. Una tarjeta de crédito que vence en julio del año 2028. Ojalá que en ese año pueda escribir una nota o la continuación de la presente y decir: Señores, Señoras, Amigos y Amigas, ¡¡¡¡me han renovado la tarjeta!!!! Lo rojo es una bolsita que ya no está en uso. Es una bolsita relativamente nueva, 15 años aproximadamente, que cosió mi esposa y con ella reemplacé la vieja bolsita que heredé de mi padre y que él usaba en sus viajes para llevar ahí el dinero efectivo. Esa bolsita, él y también yo posteriormente, fijábamos en la parte interior del calzoncillo. Él decía que ahí nadie lo toca. El incremento de la seguridad de los aeropuertos y los escáneres que suelen usar ponen en descubierto la nodriza y eso obliga a meter la mano en ese lugar privado y mostrar la bolsita que precisamente por razones de seguridad, no conviene andar mostrando. Hoy en día es más fácil porque se utilizan tarjetas de crédito, las no vencidas. También está en la cajita un documento firmado el 18-9-1979 relacionado con la ley argentina número 21795. Una época oscura de la Argentina que a veces me parece muchos la extrañan.
A los que les gusta apostar recomiendo el número 363956 de la tarjeta amarilla que está en la foto. Es un número fijo de la lotería de Israel que está en mi poder desde el 4-8-1983 y jamás, en todos los sorteos semanales e incluso extraordinarios, ha salido. No soy jugador, pero en aquellos años uno buscaba todos los medios para organizar la vida económica. Hoy ya no lo haría, incluso estuve en Las Vegas y no jugué ni un solo peso o dólar. Y seguramente alguno preguntará: ¿Por qué no anulas ese débito fijo en el banco? Ah…. porque seguramente en cuanto anule saldrá en el sorteo. Eso le pasó a uno en Colonia Avigdor y como dije, la colonia es la que me dio todo.
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