Guerra entre Arabia Saudí e Irán: Baréin, Israel, Irak, Siria, Líbano y otros campos del odio

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Extremadamente poco se habla, analiza u opina en la prensa sobre la importancia que tiene Baréin para Arabia Saudí en esta especie de tensa “Guerra Fría Suní-Chií”. El reino salafista (hogar de los dos centros de adoración más importantes del islam y de mayoría sunita), lleva años sumido en una tensa relación con Irán en materia económica, comercial, militar, pero sobretodo geopolítica. La ejecución de un clérigo chiita por parte de Riad en el año 2016, llevó a que ambos países rompieran sus relaciones diplomáticas. Empeorando las relaciones de manera abrumadora. Mientras todo esto ocurría, y la embajada saudí en Teherán humeaba como chimenea de campo, Irán fortalece su presencia en Irak (aumentando su apoyo a las milicias chiíes que combatían a Daesh en el país en el que murieron 800,000 personas durante la guerra que supuso la caída de Saddam Hussein), en Siria (en donde ha invertido más de $100 mil millones de dólares en la guerra civil siria, donde tiene 13 bases militares y en donde financia a más de 15,000 milicianos chiíes provenientes de Afganistán, Irak y Pakistán) y en el Líbano (donde financia a Hezbolá, y a los que les provee armas y tecnología para el desarrollo de misiles de precisión. Todo esto provisto a la milicia terrorista chií que utiliza la infraestructura militar libanesa para fortalecer su red de funcionamento através de vuelos comerciales). Además de este amplio corredor chií que Irán ha ido fortaleciendo de sobremanera durante este periodo, también ha hecho lo propio en la Franja de Gaza apoyando a grupos como la Yihad Islámica (reduciendo así su apoyo financiero a Hamas; por su parte Hamás ha aliviado este dolor en tiempos recientes en los brazos de otro aliado de Irán en la región, con quien de hecho comparte la cuarta reserva petrolera más grande del mundo: Qatar).

Por otro lado, Arabia Saudí ha intentado fortalecer sus vínculos y relaciones con los estados del golfo pérsico, ha aumentado su apoyo económico y militar a los grupos opositores, terroristas e islamistas que combaten en Siria, y ha intentado mantener una relación cordial con Turquía (aunque ahora ha quedado gravemente trastocada tras el asesinato del periodista y columnista del Washington Post, Jamal Khashoggi, a manos de 15 sicarios-como resultado de un plan por parte del Príncipe Heredero Mohamed Bin Salman quien le veía como un opositor de peligro en los Estados Unidos- que le asesinaron en el consulado saudí de Estambul) a pesar de sus choques por quien tiene más peso en la región.

También, esta tensión de odio declarado para con Irán, ha llevado a que Arabia Saudí y sus aliados en la región se acerquen a Israel. Por ejemplo, se rumora que las fuerzas de seguridad de ambos países han entrenado a opositores sirios en Jordania, que Israel hace solo unos meses vendió su sistema de misiles/antimisiles, ‘Cúpula de Hierro’, al reino wahabista, e incluso los “establishments de defensa” de ambos países han reconocido que se han compartido inteligencia. Incluso se ha rumorado de que un “miembro de importancia de la familia real saudita” habría visitado Israel hace menos de un año atrás. Esta luna de miel entre Israel y Arabia Saudita ha llevado a que el reino donde nació Osama Bin Laden, reconozca la existencia de Israel y a que los saudíes endurezcan su discurso para con los Palestinos con respecto al conflicto (al parecer a la ‘Casa de los Al-Saud todavía le duele que Arafat y los Palestinos se hayan puesto de lado de Sadam Hussein antes de la ‘Guerra del Golfo’ a pesar de haberles expulsados). Aunque claro, estas posturas-que para muchos en Occidente han sido catalogadas como “reformistas”-no hubieran sido posible sin el ascenso al trono saudí por parte del Ministro de Defensa (que impulsa y sostiene una guerra en Yemen que ha acabado con la vida de más de 10,000 personas, y en donde el bando apoyado por los sauditas se enfrenta a los ‘Hutíes’ apoyados por Irán) y Príncipe Heredero, Mohamed Bin Salman. Este contexto ha sido tan favorecedor para Israel (quien en el año 2012 se planteó seriamente bombardear la infraestructura nuclear iraní como lo hizo ya en Irak en 1981 y en Siria en el año 2007), que ha permitido que el Primer Ministro Israelí, Benjamin Netanyahu, se haya reunido hace solo unos días atrás en Omán con el Sultán Qaboos bin Said Al Said (y donde logró que el monarca también reconociera a Israel y motivara a otros a hacer lo mismo; a pesar de ya Itzhak Rabin y Shimon Peres habían estado anteriormente por allí). Esta novela entre Israel y Arabia Saudita, que con Faisal Bin Abdulaziz en los años 1970’s no se lo hubiera creído nadie, ha permitido que el ‘Hatikvah’ haya sonado hace solo algunos días en los Emiratos Árabes Unidos y que la Ministra Israelí, Miri Regev, pudiera visitar junto a autoridades emiratíes de importancia la Gran Mezquita de Sheikh Zayed (tercer lugar sagrado de más importancia en el islam).


Ahora bien, retornando al sendero del comienzo de este artículo, hay un escenario en el que las potencias saudíes e iraníes se han estado enfrentando desde hace ya mucho tiempo. Un lugar del que poco se habla-quizás porque solo tenga poco más de 1,3 millones de ciudadanos-donde el neocolonialismo saudí es tan grande que existe un puente entre Arabia Saudí y dicho lugar (literalmente). Para Estados Unidos ese lugar es un aliado importante extra-OTAN, y allí en 1932-seis años antes que en Arabia Saudita- se descubrió petróleo. Sí, estoy hablando de Baréin. Un país en el que desde el año 2002 existe una monarquía sunita, avalada y apoyada por Arabia Saudita, en el que la mitad de los ciudadanos son extranjeros y la otra mitad autóctona es abrumadoramente chiita. Pero, ¿por qué es importante un país tan pequeño como Baréin, qué importancia tiene en el conflicto saudita-iraní? En el año 899, la secta ismaeliana-chiita llegó a lo que hoy es Baréin y trajo consigo al islam chií sin pensar que su cabal impacto fuera hasta nuestros días. A tal punto que a pesar de los distintos eventos de sucesión y rivalidades entre distintas tribus en Baréin, el chiísmo se mantuvo con un discipulado unánime. A partir de 1783, Bárein ha sido gobernada por la dinastía árabe de los Al-Jalifa, ya como un jecato independiente separado de Persia. Como resultado de las intenciones de Persia (actual Irán) de recapturar Baréin, el país pasó a ser un protectorado británico en 1861. Este modelo colonial duraría hasta 1971 cuando el país finalmente se independizó. De hecho, en 1970 y en 1980 Irán renunció a reclamar a Baréin como parte de su territorio soberano. Sin embargo, con el ascenso de los ayatolás en 1979, esta unanimidad con respecto a Baréin cambiaría dramáticamente.

La Revolución iraní iniciada en 1979 repercutió en el país en la década de los 80’s debido al efecto que producía un poder estatal suní sobre una población mayoritariamente chií. Como consecuencia de esto, en 1981 se creó el “Frente para la Liberación Nacional” e Irán reivindicó, de nuevo, algunas de las islas del emirato. Baréin firmó entonces un acuerdo de defensa con Arabia Saudí y entró a formar parte del Consejo de Cooperación del Golfo. En los años 90’s creció la presión por reforma las estructuras del país y las protestas ciudadanas de 1994 y 1995 tuvieron una resonancia nacional y regional de envergadura. Ya en 1996 el gobierno detuvo a 29 personas acusadas de estar implicadas en un complot para derrocar a la monarquía e instaurar una república islámica, e incluso acusaron a Irán de estar detrás de esta conspiración.

Más adelante, la rebelión en Baréin de 2011-2012-como forma parte de la “Primavera Árabe, la cual comenzó en Túnez cuando una persona se quemó viva-se inició con una serie de manifestaciones en las que se exigía mayor libertad política y respeto a los derechos humanos. Posteriormente, tras la sangrienta noche del 17 de febrero de 2011 cuando se atacó a los manifestantes que dormían en la Plaza de la Perla en Manama, la capital del país, también se empezó a exigir el fin de la monarquía.

Hoy día, en este escenario en el que Irán y Arabia Saudita juegan a una guerra proxy peligrosísima, la caída de la monarquía de Baréin sería todo un desastre para Arabia Saudita ya que sería tener a Irán más cerca. Al igual que en el sureste de Arabia Saudita, donde se concentra la gran mayoría de chiíes en el reino de los Al-Saud, Irán influye muchísimo en Baréin al punto de que está involucrado en el chiismo que allí se practica e incluso entrena a chiíes para que sean a través del terrorismo y la oposición política-que tanto odian los saudíes y la monarquía de Baréin-una piedra en el zapato de la capitanía de los estados del golfo pérsico. Añadiendo más gasolina a este panorama tan oscuro, hace solo unos meses atrás, Hossein Shariatmadari (director del periódico conservador Kahyan y persona extremadamente cercana al Ayatolá Khameini) dijo que que Bahréin “pertenece” a Irán y que los bahreiníes se consideran una parte “separada” de la patria iraní. Todo esto en un marco en el que las protestas en Baréin hace unos meses atrás fueron revividas, y en el que la monarquía ha derrotado a Al-Wefaq (el grupo más importante de la oposición). Además, han reprimido al principal clérigo chiita de Baréin, el jeque Isa Qasim, al quitarle su ciudadanía sin caer-presuntamente- en costos políticos de envergadura.

En conclusión, creo que si los Estados Unidos y Occidente se hacen de la vista gorda sobre lo que está pasando en Baréin, obviando la consistente violación de los derechos humanos y políticos de los ciudadanos con la intención de mantener la “estabilidad en el reino”, creo que la bestia del nacionalismo iraní podría despertarse. Todo esto a pesar de que el “establishment” político iraní esté dividido con respecto al “asunto de la Provincia de Baréin”, como ellos le llaman. Y si los iraníes decidieran ir a por desestabilizar el país-no creo que se atrevan a ocuparlo; los iraníes seguramente aprendieron mucho sobre lo que le pasó a Sadam Hussein en Kuwait-, creo que lo pudieran conseguir. Ya sea apoyando a una oposición política o militar, lograrían llevar a este país a una evolución dramática que solo afectaría y debilitaría geopolíticamente hablando a Arabia Saudita.

Acerca de José Lev Gómez

•José Lev Álvarez Gómez is a medical student. •At the undergraduate level, Lev Álvarez holds a B.S. in Neuroscience with a Minor in Israel Studies from The American University in Washington, DC (2015-2019). During college, he interned at the House of Representatives of Puerto Rico, the College Republicans National Committee and The David Project (all in Washington, DC). He then completed a diplomatic internship at the Kurdistan Regional Government (Iraqi Kurdistan) Delegation in Washington, DC. José also worked as an Israel related events coordinator for American University Hillel and as a program assistant for the Center for Israel Studies at the American University. •At the graduate level, Lev holds an MA in International Geostrategy and Jihadist Terrorism from Instituto Internacional de Estudios en Seguridad Global (INISEG)-Madrid, España/Università Telematica Pegaso in Naples, Italy and in 2020 completed a bioethics course at Harvard University. •From 2019-2021, Lev served in a special unit in the Israel Defense Forces (2019-2021) and ended his service as a sergeant. •Álvarez Gómez has a blog in the Times of Israel, is a columnist for Diario Judío (Mexico), and has written for several newspapers such as El Nuevo Día (Puerto Rico), El Vocero de Puerto Rico (Puerto Rico), Latino Rebels (United States) and Red Alert Politics (United States). Lev, who has published more than 140 opinion articles, is the author of two books: "Panorama Internacional: Una mirada a la geopolítica e historia mundial (2016-2017)" and "Puerto Rico: El nocivismo del insularismo y el colonialismo", and completed his minor’s independent project and his MA thesis on the "The Relations of Israel with Basque and Catalan Nationalism and its future geopolitical impact”. José speaks and writes Spanish and English excellently, speaks and writes correctly Catalan, Galego and Ladino, and has professional working proficiency knowledge of Hebrew.

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